Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Thursday, July 22, 2010

Internet

Por favor remítase a la versión editada: Internet y el adulto mental

Sunday, July 11, 2010

El amor por el fundamentalismo - Parte 3

Además de otras formas de dogmatismo inconsciente, he también sido parte de una forma particular de fundamentalismo religioso, aquel derivado de la perspectiva de unos cuantos religiosos emprendedores conocidos originalmente como el Movimiento de Boston, el cual pretendía restaurar lo que ellos interpretaban como la vida en iglesia del primer siglo del cristianismo. Por las condiciones iniciales del entorno donde nací y crecí, esa resultaba ser una idea muy atractiva para mí pues daba una expresión concreta a la idea de Jesús con la que me identificaba en aquel tiempo: el Jesús revolucionario. La cual tan sólo es una de las muchas otras ideas de Jesús que han existido desde, curiosamente, el primero y posteriores siglos en la historia eclesiástica. Más de esto en mi texto: ¿Predicar a un sólo Jesús?

Dicho movimiento, siguiendo estrictas directrices dogmáticas como después caí en cuenta, proponía ser poseedor de la única idea correcta de Jesús. A mis veinte años de edad abracé con vehemencia todas sus ideas pues ofrecían el cauce para desbordar toda la devoción que alojaba en mi interior y que de forma latente esperaba por lo que me convenciera ser autentica y genuinamente de parte de Dios. Pues desde la adolescencia había retirado dicha devoción que durante mi infancia había vertido en la tradición católica, tradición que abandoné debido a su incongruencia. Mi absoluta ignorancia de qué es la Biblia, y de las acérrimas polémicas durante la historia de su formación, así como de la historia de la religión cristiana y de su larga cola de intransigencias como cualquier otro de los peores sistemas políticos padecidos por la Humanidad a lo largo de su historia, causó que no sólo adoptará sino que defendiera fieramente uno de los peores sistemas religiosos con mentalidad soldadesca de estricto comando y control jerárquico que hubiera podido conocer en ese entonces.

Por mucho que eso me suena negativo en mi actualidad, es precisamente el tipo de grupo que, sin saberlo, era lo que estaba buscando en ese entonces. Las ideas radicales y extremas tan sólo representaban la más gloriosa música para mis oídos. Por ejemplo, antes de conocer ese grupo yo albergaba una gran frustración al no lograr un mínimo de dominio propio con el cual pudiera decir “no” a aquello que en realidad no quería hacer, en particular en el campo de mi actividad sexual. Al parecer estaba obligado por mis instintos e impulsos a perseguir mi satisfacción sin importar nada más. Durante esa etapa adolecente no faltó quien espetara la incompleta —por decir lo menos— explicación para tal situación: “es normal, propio de tu edad, y no hay caso en tratar de cambiar”. Y sin embargo, yo seguía pensando que mi situación simplemente no coincidía con la persona que soy*. Cuán maravilloso fue en ese entonces creer en la idea radical de que la integridad, honestidad, dedicación y respeto entre hombres y mujeres jóvenes podía ser posible, de que un hombre o mujer no fuese considerado como objeto sexual, sujeto de uso y abuso, sino por su valor como la persona individual que es.

*Ahora comprendo lo que cualquiera con un mínimo de formación filosófica secular sabe: que actuar sin las bases de una reflexión ética personal, para hacer coincidir dicho actuar con el ser propio, sino por factores ajenos a la libertad entonces se procede al nivel de un animal incapaz de razonamiento y no como un ser humano adulto mentalmente.

Las ideas extremas, radicales, revolucionarias, empalmaron idealmente con mi manera de pensar y la idea de un Jesús iconoclasta, admirable, heroico, se reforzaba por el exacerbado entusiasmo colectivo que imperaba entre jóvenes enardecidos al verse libres, cada uno, de sus propias cadenas. Tal que, en pleno estilo juvenil, llegamos a hacer entre nosotros pactos eternos de amor y fidelidad: Hasta la última gota de mi sangre era la consigna. No puedo imaginar otra forma con la que hubiese acumulado la gran cantidad de vivencias positivas y negativas, así como los aprendizajes y reflexiones, que tengo ahora sino fuera por la intensidad con la que viví junto con muchas personas en esa época en la Iglesia de Cristo en México (filial de lo que internacionalmente todavía se conoce con las siglas ICOC).

Desde siempre escuché de inconformidades y críticas negativas por parte de personas que tuvieron perjudiciales experiencias con individuos en este grupo, especialmente con personas en posiciones de liderazgo. Me pareció comprender, en cada uno de esos casos, que la causa raíz se trataba de un malentendido o una falta de atención en la comunicación. Por mi parte, yo mismo no tengo ninguna queja personal con nadie del grupo, a quien llegué a considerar como una “familia” propia.

Sin embargo, nuevas cadenas aparecieron en forma de errores recurrentes en juicios de valor donde lo valioso en las personas estaba por debajo del valor de ideas dogmáticamente establecidas. Reconocí que mi propio estilo militar era el perjudicial, yo mismo era el problema y la causa justificada de quejas por parte de personas que fueron maltratadas. El pensamiento crítico no sólo estaba por completo ausente sino que era percibido negativamente en general. Lo peor del pensamiento religioso basado en el miedo y el paternalismo se diseminó por la comunidad que muchos considerábamos era lo más importante en nuestra vida, eclipsando lo que pudo ser positivo por aquello que nos esclavizó de nuevas maneras: nuestro estado desinformado.

Por lo que el problema raíz no sólo trata de la dinámica entre las personas en una comunidad sino que proviene de la perspectiva misma con la que se percibe la idea que prevalezca de Jesús, El Cristo.
Si me hace favor, amable lector, continué con los siguientes textos:

El estado desinformado

Introspecciones religiosas – Parte I

El amor por el fundamentalismo - Parte 2

En continuación a las reflexiones en El amor por el fundamentalismo, se impone plantear las preguntas ¿Qué es el amor? y ¿Qué es el fundamentalismo? Pues es lo propio del caso cuando queremos ir entendiendo tales ideas. Más aún con ideas tan inconmensurables como el amor.

El amor humano, ese que es diferente al comportamiento observable en los demás mamíferos en la Naturaleza y que puede ser distintivo de nuestra especie, no me parece algo que se pueda explicar de manera simplista e irreflexiva, sino por el contrario, algo que para ir entendiendo poco a poco se requiere un gradual desarrollo en el sentido de ser cada vez más humano. Esto significa, claro, avanzar en la teoría y en la práctica. Pues el amor es acción tanto como es reflexión ética. El amor se experimenta al darlo y recibirlo, no sólo a nuestro alrededor sino —tal vez más importante— hacia uno mismo.

Pero ante la idea del desarrollo espiritual humano, muchas veces he escuchado opiniones como la siguiente:

“No, no quiero ser más humano, lo que quiero es ser más espiritual pues el amor no es algo que se pueda entender con la mente, sino con el corazón”

¿Qué merece tal opinión? ¿Se trata tan sólo de una opinión o es conocimiento confiable? ¿Es relevante para el caso resaltar la diferencia? Debido a que perspectivas como esa suelen definir la cosmovisión —y por lo tanto la conducta— de las personas tiendo a pensar que sí es muy relevante ubicarla como lo que es: una mera opinión, sin base que la sostenga.

Yo, como ignorante que he sido, soy, y seré, reconozco haber compartido tal cosmovisión en una época pasada. Pero el problema no es el ser ignorante, sino el no hacer nada para salir de tal ignorancia. Otro problema gravísimo es que tal opinión no sólo sea compartida por quienes se dicen autoridades y que supuestamente son los que saben y creen tener la supuesta obligación de decir a los demás qué tienen que pensar, sino que sea avalada y promovida por tales autoridades ¡como si fuese una virtud! Promover y avalar la ignorancia como si fuese una virtud me parece muy lamentable. Siento mucha vergüenza al recordarme en tal estado de inconsciencia. ¿Cómo pude terminar diciendo tantas estupideces en contra del espíritu humano siendo el mensaje del Evangelio algo tan a favor de precisamente el desarrollo del espíritu humano?

Condescender con su propia ignorancia, y con la de sus seguidores, es el peor y más artero crimen contra el espíritu humano que comenten los ignorantes fundamentalistas religiosos, a decir de las consecuencias que se pueden constatar al escucharlos expresar sus meras opiniones como la citada anteriormente. Prefieren glorificar el uso y abuso de embriagantes emociones que típicamente buscan provocar en quien escuche sus predicaciones. Reclaman para su causa las emociones, como el miedo y el júbilo, de infantes mentales que quedan inermes ante su grosera manipulación. No han faltado —ni faltarán— los muy ignorantes en la Historia que han terminado diciendo “fue por su bien”. ¿Nadie les ha dicho que las emociones son para uso del propio individuo y no para que un abusivo enajenante se aproveche de ellas para su egoísta satisfacción?

Los ignorantes fundamentalistas religiosos encumbran al “buen corazón” como si las buenas intenciones fuesen un substituto válido del amor, siendo que se trata de usurpadoras y baratas expresiones de amor abstracto. Pero no sólo eso, sino que califican a quién tiene un “buen corazón” y a quién no lo tiene basados en el apego superficial e incondicional a sus ideas, provocando tan sólo un indignante servilismo al que han confundido con la idea del discipulado. El cual se supone sirve para el desarrollo de los individuos y no como mecanismo de control y poder jerárquico, ni como medio de adoctrinamiento. Por lo que cabe indagar lo cierto en la observación: “El problema con los cristianos ignorantes fundamentalistas no es que digan que son los herederos de Jesucristo, sino que precisamente no piensan ni actúan como seguidores de Jesucristo”.

¿Cómo conciliar lo anterior con el desarrollo del espíritu humano? ¿Cómo puede conciliar eso aquel que hoy en día busque seguir el espíritu de Jesús, El Cristo? Dado que Jesús, El Cristo, denunció los excesos y conducta incongruente del sistema religioso de su tiempo, es razonable pensar que sus seguidores no fueran vasallos de un sistema similar sino que desarrollaran su espíritu humano, sus facultades individuales en todos sentidos, para llegar a formarse una vista de conjunto de la vida y entonces ponerse en pie de crítica, junto a hombres como Jesús, El Cristo, ante las intransigencias del sistema establecido por unos cuantos abusivos.

¿A quién o qué daremos nuestro amor? ¿Quién o qué lo merece o lo justifica?

Thursday, July 08, 2010

¿Es importante saber leer?

El tema es mucho muy importante y la pregunta es muy relevante, pues las habilidades de lectura que desarrollemos determinan lo que podremos leer no sólo en textos impresos, sino en la vida y la existencia. A tal grado son relevantes las habilidades de lectura en un individuo que determinan su posibilidad de crecer más allá del estado mental infantil.

He mencionado habilidades de lectura, en plural, pues reconocer letras, palabras o enunciados en un idioma dado tan sólo es el nivel más básico. Hay muchos otros niveles de destreza en la lectura, el análisis y la interpretación. La lectura seria no sólo trata de engullir ideas sin ningún tipo de filtro, pero trágicamente las habilidades superiores de lectura no suelen estar incluidas en la falsa educación tan prevaleciente hoy en día.

Analizar las premisas y las implicaciones del estado cultural actual —y sus consecuencias en la vida espiritual del individuo— en nuestra sociedad ha sido uno de los temas que he estado investigando personalmente en los últimos años. Hay tanto de qué hablar al respecto, en particular de los deplorables efectos que causa permanecer en un estado desinformado. Algunos de mis apuntes al respecto: