Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Sunday, June 12, 2016

Sobre «Dios» — Ciclos de fanatismo y escisión


El estudio y la reflexión histórica sobre los judeocristianismos son parte de conocer quién he sido, qué me ha ocurrido, de qué he sido parte en el pasado, quién soy ahora, y hacia dónde voy. A continuación una reflexión sobre las posibles causas del patrón recurrente de escisión y fanatismo en algunos grupos judeocristianos.

¿Qué busca el judeocristianismo vernáculo? Mejor dicho, ¿qué busca el conjunto de grupos populares judeocristianos? ¿Buscan a los dioses sobrenaturales judeocristianos? ¿Buscan mantener sus arraigados sentimientos moralizantes? ¿Todo eso y más hasta someter al mundo entero a los pies de su idea de un judío que vivió en la Palestina antigua?

Pero entonces, ¿por qué su búsqueda gira y gira alrededor de lo mismo? ¿Cómo encontrar algo con ese tipo de búsqueda? ¿Están buscando algo realmente? Me refiero a que ahora el grupo de seguidores de Kip McKean en la Ciudad de México se llama ICI: www.icicdmx.mx.

Ahí dicen: “el antiguo movimiento” y el “nuevo movimiento”, pero ¿no es de nuevo la misma historia de escisiones en los judeocristianismos tal como ha ocurrido desde sus inicios?

¿Será acaso que los que fuimos atraídos, o son atraídos, a este tipo de sectas necesitaríamos algo de ayuda profesional? Es probable que tanto abuso, dado y recibido, deje daños perdurables. También, quizá, hay algún tipo de adicción en el fondo. Adicción al control, al poder sobre otros, y adicción a ser controlado y a doblar la rodilla ante algún así llamado “líder” como excusa para huir de nuestras propias responsabilidades.

Por otro lado, algunas de las cartas en Internet que denuncian los abusos tienen un rasgo curioso: el que denuncia se da cuenta de que la forma de judeocristianismo que está abandonando no es la forma verdadera como debe ser el judeocristianismo, y para apoyar lo que dice hace lo mismo que hacen sus abusadores: cita la Biblia. Al parecer, no toman conciencia de que están persiguiendo un espejismo. ¿No se han cuestionado su obstinación de lograr una forma verdadera de judeocristianismo? Quizá así siempre han sido las formas históricas de judeocristianismos: ciclos de fanatismo y escisión.

Además, aquellos que afirman que el Dios judeocristiano los ha llamado o que sienten muy profundo en su corazón (“deep, deep, deep in my heart!”) que el Dios judeocristiano quiere tal o cual cosa, o que no quiere tal o cual otra cosa (lo cual, muy conveniente, resulta coincidir con su opinión personal sobre un asunto) tendrían suficientes razones para buscar ayuda profesional, de tipo psiquiátrico.

La escisión particular entre la así llamada “Iglesia de Cristo” y el así llamado “Movimiento de Restauración” (Movimiento de Boston - ICOC), ocurrida el siglo pasado, y la escisión ocurrida en años recientes entre la ICOC y ahora ICC tienen, ambas, claro, un elemento en común: Kip McKean.

Parece que ya lo hizo dos veces. ¿Por qué hay gente que sigue a este personaje en estas escisiones judeocristianas? ¿Qué les ofrece a sus rebaños seguidores? Quizá esos rebaños están llenos de miedo por un supuesto mundo sobrenatural o no soportan el peso de sus negras conciencias.

También, en parte, podría ser la idea del orden celestial jerárquico propuesta por la teología católica de Tomás de Aquino en el medioevo (mucho antes de la escisión protestante de Martín Lutero). Quizá esos rebaños de Kip McKean se imaginan que el cielo judeocristiano es un sistema militarizado de estricto comando y control jerárquico. Quizá por eso deciden que un sistema eclesial “verdadero” debe normarse por la mano dura del poder jerárquico. Eso podría explicar por qué esos rebaños antes huyeron de algún catolicismo tradicional o de algún protestantismo moderado para unirse a lo que fue la forma extrema de la ICOC, y ahora vuelven a huir de una ICOC mitigada en búsqueda de la mano dura que les ofrece Kip McKean.

Esas formas de judeocristianismo, como formas de tribalismo, no parecen distinguirse mucho de los hábitos gregarios de acoso —¿bullying?— en muchas culturas humanas, donde el poderoso maltrata al subordinado y este a su vez maltrata a quien se deja.

No se puede negar otra posibilidad para el recurrente conflicto entre los judeocristianismos: el intento por monopolizar los alcances superiores de la condición humana: la espiritualidad; o, mejor dicho, la trascendencia espiritual.

Por supuesto, ese conflicto ya sobrepasa el ámbito de los judeocristianismos y abarca el conflicto entre no pocas tradiciones religiosas en la historia de la humanidad. Pues aquí ya estamos hablando nada menos que del conflicto entre las diversas respuestas a las preguntas más difíciles de todas: ¿de dónde venimos?, ¿qué hacemos aquí?, ¿hacia dónde vamos?

La muerte está ahí adelante segura, cerca o lejos, pero segura. Eso sí lo sabemos con certeza pues la muerte no requiere ningún tipo de fe. ¿Moriremos antes de saber si la vida humana tiene algún sentido último? ¿Es posible vivir una vida auténtica si se vive errado y perdido de ese sentido último? Las cuestiones son tan cruciales que pocos podrían vivir sin darse respuestas rotundas e innegables a dichas cuestiones. La necesidad de respuestas es tal que, en ocasiones, casi cualquier respuesta funciona; aun si el misterio de las preguntas tan sólo se traslada y se mantiene en las respuestas pero detrás de un velo de fe religiosa.

Ante tal necesidad de respuestas muchos judeocristianismos se han imaginado un supuesto mundo sobrenatural como explicación de lo que ocurre en este mundo natural y vinculan su forma de espiritualidad con el misterio detrás del velo de su particular tipo de fe. Según ellos, el ser espiritual es, principalmente, un sentimiento —el famoso “corazón”— hondamente basado en las presuposiciones que hacen sobre lo que habita detrás de ese velo.

De las diferencias entre esas presuposiciones provienen, en parte, los conflictos en la historia de los judeocristianismos. Las presuposiciones tienen que ser correctas y verdaderas pues hay mucho en riesgo: nada menos que la trascendencia espiritual. Eso también explicaría el nivel de encono y discordia en cada escisión judeocristiana a lo largo de su historia pues poseer y controlar las presuposiciones correctas y verdaderas significa mucho para ellos y para sus rebaños (a quienes tanto les cuidan “el corazón”).

Para mí, está claro que el error está en ese vínculo que hacen entre la espiritualidad humana y ese supuesto mundo sobrenatural. Ese error produce el adefesio de la espiritualidad sobrehumana.

Para mí, la espiritualidad es algo mucho muy importante como para arriesgar la base de su significado en algo tan poco convincente. Para mí, la trascendencia espiritual no presupone ningún mundo sobrenatural. La espiritualidad para mí es aquello que hace al humano convertirse en un ser humano y no, por ejemplo, en un roedor —sin que el ejemplo implique desprecio alguno a las especies roedoras—; en otras palabras, la espiritualidad como búsqueda por un sentido último para la existencia humana. Para mí, trascendencia espiritual es lograr una contribución que permanezca en la conciencia humana cosmopolita acerca de la búsqueda sobre ese sentido último de la existencia del animal humano.