Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Sunday, December 29, 2013

Sobre «Dios» — Campo cultural

¿Por qué «Dios» como campo cultural? ¿No acaso la teología debe argumentar la existencia de un mundo sobrenatural, o explicar el origen del universo, o dar la revelación última del sentido de todo, o declarar el plan divino para el destino final de la humanidad, o dictar la mejor y única moralidad posible? Por supuesto, hay muchos tipos y muchas maneras de hacer teología, pero la pretensión de poseer conocimiento puede con facilidad desbordarse. Encuentro escasa honestidad intelectual en las pretensiones desenfrenadas que declaran poseer firme conocimiento de un supuesto mundo sobrenatural.

La teoría teológica propuesta sirve como un camino hacia la filosofía; es decir, propongo que el individuo tome a la reflexión teológica como una auto-indagación ante las preguntas de la existencia de divinidades o de lo sobrenatural. ¿Por qué quiero saber si existe un dios?, ¿por qué necesito que exista o que no exista?, ¿con cuál idea de existencia estoy interpretando el asunto?, ¿para qué necesito las respuestas y cómo usaré esa certidumbre desarticulada?

Si la palabra «Dios» refiere a un ser supremo antropomórfico que habita un mundo sobrenatural entonces su existencia podría ser argumentada sobre la base del valor de la ficción literaria. Por ejemplo, nadie duda de la existencia de Madame Bovary como personaje de ficción, su función artística y literaria le da un lugar predominante en el imaginario de sus lectores, un lugar incluso mucho más valioso que el lugar de Gustave Flaubert.

Propongo a «Dios» como un campo cultural pues así se hace algo cultivable, es decir algo sujeto de desarrollo personal; una pulsión primigenia con posibilidad de ser desarrollada como una facultad de un adulto maduro. Además, «Dios» como campo es aplicable transversalmente en el ejercicio de interpretar la colosal diversidad y multiplicidad en la realidad que habitamos; es decir, «Dios» como campo intersecta otras esferas de la vida del individuo o del grupo y hace variar las perspectivas de maneras muy peculiares. «Dios» como campo cultural no es un cuerpo doctrinal en pugna por un territorio definitivo sino otra herramienta más de interpretación de la realidad. Una herramienta más que sirve al individuo o a la sociedad para sus planes y propósitos, no una potestad caprichosa que somete al individuo y lo encierra en el pensamiento dogmático.

Propongo a «Dios» como un campo cultural pues así forma parte de la base de una auténtica vida espiritual, entendida como una vida de pensamiento, de reflexión y de literatura. No como la miseria ocasionada por una vida basada en dogmas exagerados y desenfrenadas pretensiones de conocimiento que producen obcecación y estancamiento religiosos.

Propongo a «Dios» como un campo cultural dentro de un sistema teológico generativo pues así se hace una herramienta para que el individuo reflexivo desarrolle sus propias teorías teológicas. Teorías que le asistan en su autoconocimiento y que sean más acordes con el ser propio que resulte de esa auto-indagación. Así, en función de ese individuo reflexivo, se podrían desarrollar teologías de muchos tipos, ya sea una teología liberal, libertaria o libertina, o de otros tipos con tal de servir a una mejor interpretación de la realidad teológica subjetiva en dicho individuo reflexivo.

Entonces, en teología de campo, si se intentase explicar la idea de «Dios» como campo cultural, pero utilizando muy pocas palabras, entonces se podría decir que sería semejante a referirse a la intuición más profunda de la verdad que una persona logra en una circunstancia dada. Por supuesto, esa idea de verdad debe entenderse en el contexto de la reflexión teológica; es decir, no se refiere a una verdad demostrable, como la verdad científica o histórica, sino a una intuición aguda, inefable y subjetiva.

Saturday, December 28, 2013

Sobre «Dios» — Teoría de campo

¿Qué es «Dios»? ¿Existe referente cuando usamos la palabra «Dios» o es sólo otra trampa del lenguaje al usarlo con descuido y sin rigor alguno? El concepto «Dios» ha sido vilipendiado por el abuso tanto de instituciones religiosas como de vulgares ateísmos en su guerra por establecer su verdad sectaria y ortodoxa. Al ser «Dios» un concepto tan desgastado a través de los siglos es requisito primero aclarar a qué nos referimos para luego intentar responder a tales preguntas. Por ejemplo, ¿existe un ser supremo antropomórfico?, ¿habita tal ser un mundo sobrenatural?, etc. Preguntas de ese tipo podrían ser de interés para alguien pero para justificar el sentido de tales preguntas ese alguien tendría que desarrollar primero otras teorías adecuadas que enmarquen un alcance propicio a su indagación, un alcance dentro de los límites de la verosimilitud.

Por otro lado, en la presente meta-teoría teológica —teoría acerca de teorías teológicas— se propone que «Dios» sea un campo cultural en dos escalas: una escala psicológica y una escala sociológica. Un «campo» es un entramado de relaciones entre las propiedades de una situación particular en la cual un individuo, o un grupo, realizan una interpretación de la realidad; otro nombre para el concepto de campo es «forma simbólica». Así «Dios» juega un papel decisivo en las opiniones y en las acciones del humano ante situaciones difíciles de gran importancia personal o grupal.

Por ejemplo, en la escala sociológica, el grupo radical de zelotes judíos, en el año 70 de la Era Común, ante la opresión romana sobre la soberanía judía, resolvieron que con la rebeldía y la lucha armada era posible quitarse de encima al opresor; aun cuando la fuerza militar romana era mucho muy superior en estrategia y en número. En su interpretación de la realidad «Dios», como campo teórico, jugó un papel decisivo en los acontecimientos. La avanzada final del ejército romano en contra del magnífico templo judío encontró en su interior a seis mil zelotas, listos para luchar hasta la muerte, como un honor, por la defensa de su templo.

Asimismo, dentro del ambiente moral imperante durante el medioevo español operaba el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, originado por Gregorio IX en 1233, y dedicado a la búsqueda y al castigo de la herejía, entendida como toda opinión desviada de la ortodoxia oficial. «Dios» como campo cultural, en parte, justifica la lógica en ese ambiente moral imperante por la cual se percibía al disenso como un muy grave problema que debía combatirse sin reparo. De tal modo que los inquisidores españoles aplicaban con especial esmero la tortura pues, así lo interpretaban, entre mayor el sufrimiento mayor la posibilidad de salvar el alma del hereje y procurarle dicha eterna en el paraíso celestial.

Otro ejemplo, esta vez en la escala psicológica. Es «Dios», como forma simbólica para interpretar la realidad, lo que asiste a una persona en su decisión de no seguir la corriente moral de su grupo social en actuar como lo que realmente la persona no es. Ya sea la mujer que no guarda sumiso silencio ante la misoginia católica o ante el machismo, o la lesbiana que expresa su amor con libertad total y soporta simultáneamente el escarnio público homofóbico.

Otro ejemplo. Como parte de la estructura psicológica de una persona puede estar presente «Dios» como campo interpretativo y así explicarse su completa resignación a no actuar en esta vida como realmente quisiera con tal de conseguir una supuesta vida futura, después de que haya muerto, en un supuesto mundo sobrenatural; aun si para conseguirla debe aceptar la devaluación de su persona al admitir que siempre requerirá de la tutela de prelados o ministros de culto religioso.

Un ejemplo más. Una persona desarrolla lo necesario para la vida en pareja, con amor comprometido de muy largo plazo, con plena conciencia de las dificultades y fortunas, por medio no de la habilidad para guardar las apariencias sociales, políticas o religiosas sino por la interpretación de esa situación con apoyo de «Dios» como campo teórico.

Pero, también es «Dios» como campo lo que contribuye al desarrollo del espacio íntimo de reflexión individual. Donde la vida interior, al renunciar a sí misma, al abstraerse de banalidades y mediante una contemplación absorta de lo sublime, entra en una aprehensión espiritual de las verdades inefables que se hallan tras los poderes del entendimiento.

En siguientes ocasiones ofreceré la explicación detallada que esta teoría teológica ofrece para estos, y otros, casos.

Friday, December 27, 2013

Sobre «Dios» – Preámbulo

Cinco años hace que no declaro algo formal al respecto de mi concepción de «Dios», desde el inicio de mi participación en un seminario de introducción a la filosofía. Toda concepción de «Dios» anterior a ese seminario ha sido cuestionada y sometida a examen crítico, durante los pasados cinco años, a la luz de la investigación filosófica, científica, histórica y teológica que ha estado en mis manos realizar a la fecha. Llegó la hora para mí de publicar uno de los resultados planteados: una teoría teológica personal.

Mi propuesta teórica es un sistema teológico generativo; es decir, una teoría para desarrollar teorías acerca de «Dios». En otras palabras, no representa un cuerpo doctrinal dogmático sino un campo teorético reconocible en una perenne condición humana: la condición de enfrentar una realidad brutal que nos rebasa y que al mismo tiempo habitamos sin remedio. Mi propuesta se deriva de una reflexión antropológica-filosófica que pretende asistir al individuo en el desarrollo de su propia libertad en el terreno de la religión —entendida como una pulsión primordial en el animal humano.

Intentaré ser claro y procederé con un juego abierto desde el inicio: (1) la religión es muy importante y requiere más atención, no menos, si queremos ser parte más de las soluciones que de los terribles problemas en nuestra sociedad; (2) al ser un tema tan relevante, la religión no puede dejarse por completo en las manos de las religiones institucionales sino que es necesario abordar el tema desde una perspectiva secular y laica; (3) «Dios» es un concepto, y no puede abarcar por sí solo todo el entramado de sentidos entremezclados con emociones y sentimientos intensos que suele provocar, así que abordaré el tema desde una perspectiva filosófica; pues, además, la reflexión teológica es mucho más acerca de filosofía que acerca de alguna religión en particular; (4) el motivo principal al publicar mi propuesta teológica es hacer una contribución ante la enorme necesidad de desarrollo teórico en terrenos socioculturales, como lo es el terreno de la pulsión religiosa, pero desde una perspectiva secular y laica. Mis antecedentes religiosos están en diferentes formas de cristianismo, sin embargo esa etapa ha quedado en el pasado como resultado del proceso para la presente investigación. Lo cual significa que mi propuesta no sirve a intereses proselitistas de ninguna forma de cristianismo, pero sí puede servir al cristiano reflexivo como pauta para indagar más sobre aspectos básicos de la religión en general. (5) Propongo abordar la teología como antropología, o como teantropología*, para fines tanto humanitarios como humanísticos, asistida no por principio de autoridad alguno sino por un espíritu científico-filosófico que nos aproxime a interpretar la realidad teológica de una manera autocrítica.

*Teantropología es una perspectiva propuesta por algunos teólogos, como Karl Barth, que sugiere a la relación entre «Dios» y el «Ser Humano» como el objeto formal de estudio en teología; es decir, la teología no estudia ni a dioses ni al ser humano sino a la relación entre ambos.

Monday, December 23, 2013

La Cristiada

La Cristiada, México 1926-1929, fue un trágico efecto de la pugna por el predominio entre poderes: una ideología de poder religioso contrapuesta a una ideología de poder político. Una punga entre poderes jerárquicos:

«En cierta ocasión el gobernador de Coahuila, Gustavo Espinoza Mireles, quien fuese secretario de Carranza, tuvo una entrevista con el obispo de Saltillo, Jesús María Echavarría. Se trataba de alguna cuestión relativa a bienes eclesiales. La conversación, amable en un principio, se tornó poco a poco dura y tensa. Llegó el momento en que el obispo dijo palabras que el gobernante consideró demasiado sonoras.

—No se le olvide —dijo al obispo en tono enérgico— que está usted hablando con el gobernador del estado.

—Y a usted —replicó Su Excelencia— no se le olvide que está hablando con un Príncipe de la Iglesia.»

El alto clero ejercía un principado con poderes absolutos. Adoptaban una posición de soberanos que reinaban sobre su grey como un monarca sobre sus súbditos. Por otro lado, las altas posiciones en el gobierno las tenían quienes arrebataron el poder a punta de asesinatos y que se veían así mismos como salvadores de la patria y con el derecho de pasarle la factura al pueblo.

Si la religión o la política resultasen muy importantes para un individuo reflexivo, ¿por qué dejar eso tan importante en manos de aquellos jerarcas, quienes no estaban dispuestos a compartir con él ni la mínima pizca de autoridad ni de libertad de conciencia?

La pulsión religiosa en el humano puede arraigarse desde lo hondo del ser, sin importar posición económica o clase social. Aun cuando la fe religiosa se manifieste de muchas maneras tiene raíces comunes en esa pulsión fundamental; sea el humano un esclavo africano comprado por los blancos del siglo XIX, mestizo latinoamericano colonizado, colonizador europeo o plutócrata anglosajón, cada uno ha exteriorizado esa pulsión elemental ya sea con la Santería, el culto de la Santa Muerte, el Cristianismo en sus diversas formas, y otras manifestaciones de culto a la idea de lo superior e ineludible.

Sin embargo, algunos intentan, en su inconciencia, pisotear la fe religiosa de otros que, al no ser como la propia, la consideran inferior. Pero, ¿realmente hay diferencia entre, por ejemplo, los cultos Cristianos institucionalizados y los cultos de la Santa Muerte? ¿De verdad la hay?

Caudillos

¡Otra vez la burra al trigo, por un carajo! ¿Por qué el vicio del mexicano al siempre necesitar un caudillo para hacer cualquier cosa en lo social?

«Septiembre 1928. Mensaje del Comité Orientador Pro Vasconcelos:

”Saludamos en José Vasconcelos —la más alta figura de América, según Romain Rolland— el despertar de una raza. Limpio de sangre y de prevaricación, poderoso en capacidad intelectual, mundialmente admirado y amado, lleno de generosas bondades y cristiana inquietud, es dueño de una visión iluminada de la realidad y de los hombres.”

Comité formado por los mejores representantes de juventud universitaria. El mayor de ellos no pasaba de dieciocho años. Todos estaban encendidos en fervor patriótico. Todos se daban cuenta de que México se ahogaba en un pantano de sangre y lodo, y todos anhelaban una nueva patria fincada en la dignidad de los hombres libres. Vasconcelos, pensaban con certidumbre, sería el artífice de ese México nuevo. Estaban dispuestos a dar por él hasta la vida.»

¿Cuáles lecciones históricas debe considerar el individuo ante los llamados de caudillos o líderes mesiánicos o ministros de culto vasallos de esos líderes mesiánicos?

No es ocioso considerar la habitual suerte de quien sigue a tales:

«Tanto la Iglesia como el gobierno llegaron a la conclusión de que la lucha entre los dos poderes los debilitaba a ambos. Así, lo mejor que podían hacer era llegar a un arreglo por medio del cual ambas esferas de poder lo ejercerían sin estorbarse una a la otra. La Iglesia no denunciaría los abusos del gobierno, su ilegitimidad política ni su apropiación del país. El Estado, por su parte, dejaría hacer a la Iglesia —incluso al margen de la legislación antieclesiástica—; respetaría los fueros y privilegios de sus prelados y no pondría ninguna traba al ejercicio del culto. […] La Iglesia mexicana, en aras de la nueva política de entendimiento dictada por el Vaticano, dejó en la estacada y librados a su suerte a los luchadores católicos.»

¿Qué importancia tendría, para un individuo reflexivo, el repensar su membresía en algún grupo religioso en México ante la luz del análisis histórico de los conflictos político-religiosos? Por ejemplo, ¿es acaso parte de su fervor religioso el dar apoyo político, directo o indirecto, a un prelado jerárquico en particular? ¿Por qué los prelados religiosos anhelan vehementes el poder temporal y terrenal si sus teologías apuntan a sólo un poder celestial? ¿Qué necesidad hay en insistir imponer a sus divinidades como las potestades sobre los individuos? ¿Serán acaso los grandes privilegios que otorga el intermediarismo a esos prelados? ¿De qué depende que el individuo reflexivo pueda emanciparse de todo poder intermediario?

Por ejemplo, en tiempos de La Guerra Cristera, si se apoyaba al catolicismo clerical entonces se apoyaba a la soberanía del Estado Vaticano sobre el destino de los sucesos en territorio mexicano. Por otro lado, si se apoyaba a las facciones protestantes entonces se apoyaba al intervencionismo norteamericano a favor de su Destino Manifiesto —el cual dicta, en los hechos, “Latinoamérica para los norteamericanos”—.

¿Hasta qué punto es distinta una decisión consciente al respecto para un individuo reflexivo hoy en día?

Sunday, December 15, 2013

Certidumbre y vicio

En la confrontación entre Iglesia católica y Estado mexicano, durante la llamada «Guerra Cristera», 1926-1929, cada bando, desde sus prelados jerárquicos correspondientes, se acusaron mutuamente de corromper la mente de niños y jóvenes, de pulverizarles sus principios cívicos y morales, de destruirles el cerebro y pudrir la preciosa sociedad que cada bando intentaba edificar; uno con su catecismo y otro con su escuela pública. Entre tanto, quien la sufrió más que cualquier prelado fue el pueblo, en contra del mismo pueblo.

El peso de la responsabilidad no podría ponerse sólo sobre la espalda de los prelados y dirigentes de poder y autoridad jerárquica. La responsabilidad estaría repartida entre todos, cada cual según su participación.

Asimismo, la confrontación entre poderes político, económico, educativo, social en México hoy conlleva una justa repartición de responsabilidades, pero en lugar de escuchar un reconocimiento de la responsabilidad propia lo que se escucha con más frecuencia no es la autocrítica sino la acusación mutua.

¿Qué es lo que de fondo pervierte, corrompe y pulveriza los principios cívicos y morales, destruye el cerebro de los jóvenes y adultos por igual, y pudre nuestra sociedad desde adentro? Arriesgo un atisbo de una posible respuesta: los vicios intelectuales. En otras palabras, la mentalidad derivada de la necesidad desenfrenada de certidumbre y de control.

Los dirigentes, públicos y privados, junto con todos sus empleados y proveedores, compartimos la responsabilidad de lo que nos sucede. ¿En qué punto dirigir y administrar con base en certezas que no lo son se convierte en una forma de charlatanería? ¿Hasta qué punto los mandatarios, directivos, gerentes, empleados y proveedores de cierta mentalidad, basada en la certidumbre y el control, contribuimos a mantener una gran simulación de civilidad o de democracia?

Quizá no sea necesario abandonar la ilusión de control y de certidumbre, tan sólo redirigir su objetivo. Es decir, hay certezas aunque tal vez no son las que quisiéramos. Por ejemplo, hay certeza de que ignoramos por completo muchas cosas importantes; hay certeza en que ignoramos mucho de lo que creemos saber; y sí tenemos algo de control sobre lo que podemos hacer al respecto. Explorar la ignorancia propia (¿A qué grado llega mi ignorancia?) es una manera para evitar el vicio intelectual ya señalado.

Estamos de acuerdo, Bertrand Russell, o cualquier otro filósofo, debe ser entendido en su propio contexto y no deben ponerse en su boca palabras que no ha dicho. Por eso, precisamente, se hacen necesarios la reflexión y el análisis filosóficos de ideas como las siguientes:

«La demanda de certidumbre es natural en el humano, pero es sin embargo un vicio intelectual. Si lleva a sus hijos a un picnic en un día incierto, exigirán una respuesta dogmática sobre si va a estar bien o lloverá, y estarán decepcionados de usted cuando no pueda estar seguro. El mismo tipo de garantía se exige, en la vida adulta, a los que se comprometen a llevar a las poblaciones a la Tierra Prometida. ‘Liquidemos a los capitalistas y los sobrevivientes podrán disfrutar de la felicidad eterna.’ ‘Exterminemos a los judíos y todo el mundo será virtuoso.’ ‘Matemos a los croatas y dejemos que los serbios reinen.’ ‘Matemos a los serbios y dejemos a los croatas reinar.’ Estos son ejemplos de las consignas que han ganado amplia aceptación popular en nuestro tiempo. Incluso un atisbo de filosofía haría imposible aceptar tan sanguinaria tontería. Pero mientras los hombres no estén capacitados para suspender el juicio en ausencia de evidencia, serán descarriados por engreídos profetas, y es probable que sus líderes sean o fanáticos ignorantes o deshonestos charlatanes. Soportar la incertidumbre es difícil, pero también lo son la mayoría de las demás virtudes. Hay una disciplina adecuada para el aprendizaje de cada virtud, y para el aprendizaje del juicio suspendido la mejor disciplina es la filosofía.» —Bertrand Russell. Filosofía para laicos. 1946.

 

«The demand for certainty is one which is natural to man, but is nevertheless an intellectual vice. If you take your children for a picnic on a doubtful day, they will demand a dogmatic answer as to whether it will be fine or wet, and be disappointed in you when you cannot be sure. The same sort of assurance is demanded, in later life, of those who undertake to lead populations into the Promised Land. 'Liquidate the capitalists and the survivors will enjoy eternal bliss.' 'Exterminate the Jews and everyone will be virtuous.' 'Kill the Croats and let the Serbs reign.' 'Kill the Serbs and let the Croats reign.' These are samples of the slogans that have won wide popular acceptance in our time. Even a modicum of philosophy would make it impossible to accept such bloodthirsty nonsense. But so long as men are not trained to withhold judgment in the absence of evidence, they will be led astray by cocksure prophets, and it is likely that their leaders will be either ignorant fanatics or dishonest charlatans. To endure uncertainty is difficult, but so are most of the other virtues. For the learning of every virtue there is an appropriate discipline, and for the learning of suspended judgment the best discipline is philosophy.» —Bertrand Russell. Philosophy for Laymen. 1946.

Filosofía y paga

El artículo de Manuel Pérez Rocha «Filosofía, ¿para qué?» amerita muchas reflexiones. Aquí comentaré su párrafo:

«Después de analizar el desarrollo de las ideas que constituyen la base de la ciencia de la administración, Stewart concluye que [la administración de empresas] es una disciplina hueca, inane; la capacidad analítica, la imaginación y la creatividad, habilidades intelectuales muy útiles en los negocios, no se obtienen con los estudios de administración; en cambio –afirma– los desarrolla el estudio de la filosofía.»

¿Es acaso su intención provocar sectarismos entre carreras universitarias, al implicar que una carrera es mejor que otra? Pienso que sería un error interpretarlo de esa manera pues un profesional de la administración de empresas podrá ejercer autocrítica y reconocer casos pertinentes donde tal conclusión resulta cierta. Además, si la administración de empresas requiere humanos y no autómatas para dirigir sus aportaciones a la sociedad, entonces podemos acordar que el ejercicio filosófico es un medio para desarrollar las facultades de tales humanos.

Por supuesto, no es popular ver en el periódico un anuncio solicitando filósofos para un empleo en administración de empresas. Y, según el artículo referido, tampoco sería una buena señal de que el filosofar se esté usando para lo que sirve. Es decir, según dicen, los sofistas en los tiempos de Sócrates se hacían pasar por filósofos y por grandes maestros de la persuasión, ofreciendo sus servicios al mejor postor sin importar lo justo o lo deleznable de los fines. Algunos otros, como Sócrates, los enfrentaron pues usaban la retórica sin ninguna substancia y sólo para beneficio personal. Entonces, el filosofar es algo como buscar la virtud, según Sócrates y otros como Platón y Aristóteles, y no para conseguir fines egoístas. ¿Y buscar la virtud es algo que puede servir en el trabajo diario? Hay quienes dicen que sí. Yo también lo veo así. Identificar nuestros propios vicios e intentar expresar en qué consisten, y cómo son diferentes entre ellos no es una cosa fácil. Desarrollar virtudes es duro. Quizá por eso el filosofar no es popular. Hay caminos más fáciles, como los que ofrecen las religiones institucionales, que son mucho más populares pues ofertar un esquema del todo determinado, pero no determinado por el individuo mismo.

Si las empresas en la industria sólo reciben trabajadores obedientes, casi autómatas, y no personas creativas, es debido a que históricamente eso es lo que han demandado de las instituciones educativas. Quizá funcionó para la revolución industrial, donde se necesitaban personas que actuaran como parte de una máquina, haciendo sólo tareas repetitivas y mecánicas. Ahora, en esta llamada era de la información y del trabajo intelectual, se requiere otro perfil en muchos empleos. Sin embargo, la inercia social es muy fuerte. Aún el esquema laboral asemeja líneas de producción incluso en los trabajos de creación de software, donde supuestamente viven y aclaman la tecnología de punta —podrá ser cierto pero definitivamente no se vive con la mentalidad de punta.

Cuando la industria necesita obediencia, yo suelo diseñar y crear sistemas autómatas que sigan al pie de la letra lo que yo les indique. Pero es un error usar personas para lo que las máquinas hacen mejor. Se requiere otro perfil de gerentes, directivos y empleados para sacar provecho de lo que personas no-domesticadas (no-educadas y no-cultivadas en las granjas educativas actuales) puedan lograr con sus facultades desarrolladas. Pero el costo es estar dispuestos a abandonar la ilusión del control que tanto veneran los gerentes, directivos y empleados del perfil imperante.

Saturday, December 14, 2013

Educación y verdad

¿Por qué es importante discutir la relación entre educación y verdad? Quizá porque tiene todo para ser una relación muy controversial, porque la educación tiene efectos en toda la sociedad y porque esa relación no se discute mucho entre la gente común y corriente, como creo serlo.

Durante su infancia el humano parece tener un tipo de curiosidad que al crecer, por algún efecto de la educación tradicional, se ve obligado a arruinar. Esa curiosidad conlleva una determinada actitud hacia el aprendizaje; por ejemplo, el infante tiene la capacidad innata para aprender el lenguaje de los adultos a su alrededor. ¿Hasta qué punto una educación tradicional desalienta esa actitud hacia el aprendizaje? En el caso, ¿cómo recuperar esa curiosidad innata y esa actitud ante el aprendizaje?

Si el aprendizaje incluye también comprender la realidad, entonces debe constar más de conocimiento y menos de mera opinión. Si conocimiento es sólo aquello que resulte correcto y verdadero entonces una educación para el aprendizaje —a diferencia de una educación para la enseñanza— necesita ser una rehabilitación de la curiosidad innata por conocer y un ejercicio del conocimiento como proceso, y no como opinión.

La evidencia de la tragedia del conocimiento como opinión se puede encontrar cada vez que se examina alguna noción escolar ante la luz de un estudio más amplio del asunto. Ya sea, por ejemplo, la noción del método científico, o los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial, o el supuesto descubrimiento del continente americano. ¿Cómo alguien que ha tenido tan sólo una noción escolar del mundo podría afirmar que realmente conoce la verdad del mundo?

De ser este el caso con la educación de muchos de nosotros en un país como el nuestro, una educación que sirve principalmente a quienes enseñan, entonces no es una sorpresa que el gobierno controle a la mayoría, mientras que si tomáramos el conocimiento como un proceso entonces podríamos la mayoría controlar al gobierno.

Otro ejemplo del conocimiento como opinión es la noción popular del escepticismo como algo diabólico que pervierte, corrompe y pulveriza los principios morales, destruye el cerebro de los jóvenes y pudre nuestra preciosa civilización desde adentro. Cuando dosis adecuadas de escepticismo es precisamente lo que se necesita en un ciudadano adulto y consciente. Como lo dijo Sagan —y tantos otros en tantos otros lados— en esta entrevista, a partir del momento 1:53.




La entrevista completa: Carl Sagan's last interview with Charlie Rose (Full Interview).


El efecto de un tipo de cultivo

Leyendo un poco sobre el concepto general de «verdad»...

Según Paul Burrell, el mayordomo real, la reina de Inglaterra dijo en relación a la muerte de Diana: «hay en acción fuerzas oscuras de las que no sabemos nada.» —Pero entonces, ¿cómo sabe que son fuerzas, y que son oscuras, y que están en acción?

Digo, habría manera de verificar lo que dijo Burrell, pero encuentro problemático que figuras públicas de autoridad, observadas por muchos, no se hagan cargo de sus propias palabras. Sin embargo, esas figuras públicas, con frecuencia también llamados “dirigentes”, seguirán siendo tomadas como referentes de una buena educación, como un ejemplo del mejor cultivo disponible por lo que el dinero pueda pagar. Así, al permanecer como referentes de una buena educación, sirven como constante evidencia para que el individuo reflexivo cuestione sus propios presupuestos sobre la idea de su propia educación.

Como dice Simon Blackburn, «...necesitamos pensar y reflexionar para dominar nuestras palabras e ideas en vez de ser dominados por ellas. Esto quiere decir que no deberíamos ser esclavos de relativismos simplistas, ni de absolutismos no menos simplistas. Y, al margen del temperamento que nos impulse, al menos deberíamos saber dónde estamos y qué tiene por decir la otra parte.»

Truth: A Guide.

Tuesday, December 03, 2013

Educarse

He investigado un poco sobre el tema de la educación y ha sido asombroso. Hay sólidas teorías educativas y pedagógicas en maravillosos libros que con tan sólo reflexionarlos un poco uno se pregunta por qué el mundo no es completamente otro ya. También en esos libros se relatan transformaciones que han quedado a nivel local, pero que no han trascendido para la gran mayoría de la población. Cada individuo tiene que hacer su parte, empezando por leer detenidamente a Freire, Piaget, Dewey, Illich, Schön, Brookfield, Robinson, etc. Me refiero al interesado en su aprendizaje personal, no sólo en la enseñanza hacia otros.

«La meta principal de la educación es ayudar a los individuos a ser capaces de realizar cosas nuevas, no simplemente repetir lo que han hecho otras generaciones; sino individuos que sean creativos, inventivos y descubridores, que puedan ser críticos y verificar, y no aceptar, todo lo que se les ofrece.» —Jean Piaget

He notado que al tocar el tema de la educación ha sido frecuente escuchar opiniones acerca de cómo debe darse educación a los demás, pero es raro que alguien hable de lo que está haciendo por su educación propia. Si acaso escucho que alguien estaría tomando algún tipo de entrenamiento escolarizado, es decir que recibiría instrucción en alguna institución diseñada con base en la escolástica —o filosofía de la escuela— de la cual recibiría algún reconocimiento en forma de grado o certificación de estudios. Pero para mí eso cuenta sólo como escolarización. La educación es algo mucho más amplio que sólo escolarización. Como dijo Hans-Georg Gadamer, educación es educarse; es decir, la educación está principalmente en las manos del individuo. Educación es auto-reeducación.

A la escolarización poco le importa mis opiniones, se apresta más para repartir certificaciones y, en los hechos, parece dar más importancia al reconocimiento que al conocimiento. Una evidencia de esto es su desproporcionado énfasis en la memorización, como si el todo del conocimiento fuese acumular datos e información desapegada de la vida concreta del individuo. El conocimiento humano no es algo que se pueda trasladar de un cerebro a otro. Los datos y la información pueden transmitirse, pero datos e información no es conocimiento. El conocimiento humano es un proceso, y es uno que sólo puede ocurrir si el individuo lo ejerce y lo desarrolla.

Entonces, si de educación hablamos entonces hablemos del proceso personal para someter a evaluación crítica nuestras más sólidas opiniones, con la declarada intención de mejorarlas o cambiarlas por unas mejores.

Hoy en día, el tema de la educación debe contemplar tanto niños como adultos por igual. Empezando por nosotros, los adultos que nos consideramos casi completamente educados. Sí, estamos casi totalmente educados y domesticados —eso es precisamente el problema. La solución es la auto-reeducación.

Seamos realistas, los sistemas educativos institucionalizados se han convertido en un grave obstáculo para la educación de niños y adultos, al igual que las religiones institucionalizadas para el caso de la piedad. Los sistemas educativos institucionalizados, también, han sido una especie de intermediario entre la persona y el tema de estudio. La persona interesada en el tema de estudio ya no puede confiar su educación a los sistemas escolásticos institucionalizados, en su burocracia disfuncional actual. Las personas interesadas deben organizarse para abordar directamente el tema de estudio, sin intermediarios.

La conclusión propuesta es la siguiente: dado que los actuales jerarcas y prelados establecidos no están dispuestos o no son capaces de realizar ningún cambio importante en sus sistemas institucionalizados, públicos o privados, entonces estamos por cuenta propia en relación con los temas de estudio. De las dos, la que más me interesa es la educación de nosotros los adultos, no tanto la educación de los niños pues quizá ellos tienen más posibilidad para mantener su aptitud natural hacia el aprendizaje.