Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Friday, August 31, 2012

La fe teologal

El tema me arroba a un grado tal que me estremece desde muy hondo, lo relacionado con la religión como parte de nuestra condición humana sigue siendo un tema muy importante para mí, pues es esa condición humana lo que está aquí y ahora, y es mucho lo que nos pasa internamente, y puede ser tan vasto el espacio en la vida interior que sospecho me tomará mucho tiempo antes de tomar una posición definitiva ante lo supra-humano y lo sobrenatural. En otras palabras, para mí la reflexión sobre el ser es donde radica y permanece lo humanamente alcanzable, y ahora comprendo que mi sentido profundo de fe en el pasado se refiere a otra cosa y no a lo sobrenatural, al menos no principalmente.

Una razón adicional para este orden de prioridad es que no tengo ninguna prisa por abordar lo sobrenatural pues tan sólo cuento con un corto alcance de atención y voluntad, y lo pienso dirigir hacia lo relevante para mí ahora (lo cual abrevio como la suspensión y revisión de todas mis creencias, y conductas derivadas). El amor, la libertad, la justicia, la compasión, y muchos otros valores en una vida virtuosa son tan enormes y tan importantes que no los puedo dejar en manos del descuido, y para mí esos son los realmente importantes.

Para mí, la fe teologal tiene su relevancia en el ámbito poético pero dentro de lo humano; es simplemente cuestión de escala: lo humano es vasto y está aquí, el universo es vasto y está aquí, y, por otro lado, lo sobrenatural es elusivo y opaco. Además, hace tiempo acepté que algo tan grande como lo supremo y lo divino no puedo reducirlo a lo sobrenatural, pues lo sobrenatural me parece algo muy escaso y estrecho en comparación con lo natural; incluso la ciencia puede ofrecer más fe teologal que las insípidas y anquilosadas teologías dogmáticas. A la par, si yo soy un agente activo en el mundo natural, y puedo tener un mínimo de voluntad e interés por el bienestar en este mundo, pues entonces cualquier voluntad en las agencias sobrenaturales estará ahora mismo en plena función sin necesidad alguna de contar con mi aprobación o aceptación.

Wednesday, August 29, 2012

¿Erudición cristiana?

He dicho ya en otro momento que estos textos son más un diálogo conmigo mismo que un pregón para capturar audiencias. Lo rememoro pues mis pensamientos a continuación giran alrededor de un tema que ha permanecido en mi interés desde hace mucho tiempo, desde la adolescencia y juventud; y, sin embargo, aquel joven que fui no comparte las conclusiones del hombre de hoy. Por eso, este intento por explicar mis conclusiones de ahora, aunque provisionales y provisorias, representa una nostálgica misiva a aquel joven impetuoso que fui. Quizá para demostrarle que el cambio de opinión y el reconocerse distinto —distinto de, incluso, uno mismo en el pasado— puede representar algo de madurez, y que ésta no es un oprobio.

El tema es la Biblia en general, y el cristianismo en particular. Aquel joven afirma categórico que yo, quien no sólo ya no profeso ningún tipo de cristianismo sino que ejerzo una posición crítica ante las tradiciones religiosas abrahámicas, no tengo ningún derecho para interesarme en la Biblia ni mucho menos opinar al respecto. Pero, por mucho entusiasmo, fervor religioso e impoluta sinceridad que tenga ese joven, se equivoca pues la Biblia y el cristianismo es un tema inagotable culturalmente hablando, y concierne a quien reflexione sobre nuestro mundo hoy.

La descuidada creencia de que cristianismo es sinónimo de bondad, y que un no-cristiano automáticamente no puede ser “bueno”, es parte del problema en la cosmovisión de ese joven. Lo que pierde de vista —pues lo desconoce— es que hay más, mucho más, en el cristianismo de lo que nos han dicho “oficialmente”, y que si su interés está en lo positivo del cristianismo, y no sólo en las tradiciones, entonces ese interés podría, optativamente, llevarlo afuera del cristianismo como una forma de liberación de sus grilletes doctrinales y dogmáticos, en búsqueda de diversos y más amplios horizontes de aquello que hay de positivo en el cristianismo —que ya en tal caso la etiqueta “cristiano”, con sus humos de supra-humanidad, pierde su relevancia pues lo que importa es sólo lo humano y lo que a este le ocurre.

La lectura literal e ingenua de la Biblia es otro problema en la cosmovisión religiosa de este joven pues lo restringe a un esquema muy reducido de interpretación, esquema donde la torpeza encuentra un prolífico caldo de cultivo. Un ejemplo paradigmático de este problema se observa en una reacción típica en este joven ante la crítica de su ignorancia: afirma que “Dios prefiere a los incultos y que Dios desprecia a los sabios y entendidos en este mundo.”

Por otro lado, la presunción de haber alcanzado una erudición sobre la Biblia, tal que justifique las mismas descuidadas creencias que ya tenía previo a dicha erudición, representa un problema adicional en la ideología de este joven, quien con su exacerbado entusiasmo quisiera comerse el mundo de un solo bocado. Mientras que la diversidad de opiniones entre los eruditos, en su alta cultura, tan sólo es una de las fuentes de la diversidad en el cristianismo; es decir, presentar a la erudición como sostén de una sola perspectiva es sencillamente la prueba de no contar con esa supuesta erudición pues ésta implica amplitud de miras y no el hábito de obcecar. Por lo que la erudición, también, puede llegar a ser una trampa si se malinterpreta su propósito.

Investigar sobre el trabajo diverso de los eruditos de la Biblia ha sido un factor más en el cambio en mi manera de interpretar el cristianismo, visto en su contexto más amplio dentro de las tradiciones religiosas abrahámicas. El trabajo de los eruditos en relación con la población en general asemeja la relación, durante la época navideña, entre padres de familia, sus infantes hijos y los regalos que aparecen en la mañana de Navidad o el día de Reyes, y que representa un juego inofensivo. Pero la semejanza aplica muy poco al considerar las implicaciones de jugar con el sistema de creencias que determina la cosmovisión y conducta de personas adultas en la población en general.

Bastó un corto tramo en mi investigación para llegar a preguntarme: ¿por qué todo esto no se dice claramente desde los púlpitos y se discute entre la feligresía? Las respuestas y posiciones de los eruditos, y de no eruditos, al respecto no dejan de sorprenderme, pero también me ha quedado claro que si la persona sentada en una iglesia no es quien se interesa por ampliar, por sí mismo, su entendimiento sobre su religión entonces no hay cantidad de erudición, aun proclamada con potentes altavoces, que pueda ayudar a ese feligrés a mejorar su manera de interpretar su propio esquema de creencias religiosas.

Por ejemplo, el grueso de la feligresía del cristianismo no suele participar en los activos debates que hoy en día aún ocurren entre los eruditos al respecto de los cambios hechos en los manuscritos bíblicos por mano de los escribas y copistas a lo largo de los siglos, aun cuando en esos debates están implicadas sus creencias más básicas, como la divinidad de Jesucristo, las discrepancias textuales que impiden afirmar una sola divinidad suprema o monoteísta, el papel de la mujer o del homosexual en la religión cristiana, el placer sexual fuera del matrimonio, la libertad de conciencia, la epistemología de la vida sobrenatural, etc.

El hecho es que los eruditos de la Biblia conocen todo esto y conocen los difíciles problemas implicados. Los eruditos conocen íntimamente estos problemas, de arriba para abajo, y de izquierda a derecha, pues conocer esos problemas es, precisamente, su giro de trabajo. Por ejemplo, incluso quienes traducen, o revisan traducciones, a partir de manuscritos antiguos, tienen que decidir cuáles palabras del griego o del hebreo, y sus discrepantes acepciones, podrán traducir antes de siquiera empezar a pensar cómo ponerlas en lengua española o en cualquier otra lengua entendible para humanos vivos hoy. Por lo que los traductores bíblicos contemporáneos conocen y se enfrentan cotidianamente a los problemas típicos de la erudición.

No hay, entonces, conspiración alguna para mantener a las feligresías alejadas de los problemas de la erudición —por lo menos no hay conspiración por parte de los eruditos mismos. Lo que hay, quizá, es apatía para, ultimadamente, conocernos a nosotros mismos como cultura occidental.

Friday, August 17, 2012

Protesta y sociedad

Frente a la siguiente noticia en El Universal: Las Pussy Riot sentenciadas a 2 años de prisión, y sobre algunas reacciones tanto de las “autoridades” correspondientes como de algunos lectores ante dicha noticia, pensé lo siguiente:

De ser cierto que dicha argumentación proviene de las tres mujeres implicadas y que tales raciocinios son los que presentan ellas mismas como justificación a su conducta, entonces estas mujeres son una muestra —en los hechos— de esa estatura que algunos adeptos a la masculinidad estereotipada machista* tan sólo «pretenden» ostentar pero de la cual carecen.

*Machismo como un sentido u ostentación exagerada de la masculinidad, destacando las características que son consideradas convencionalmente como masculinas, por lo general: la fuerza física y el coraje, la agresividad y la falta de respuesta emocional.

Observo la queja de algunas personas que aplican su moralina local para juzgar un acto de protesta como grotesco y reprobable. Pero eso es, aplicando un concepto del cristianismo, como colar el mosquito pero tragarse el camello. Es decir, el acto de protesta sí representa un agravio para la audiencia que no solicitó la presencia de estas inconformes, pero es moralmente incoherente fijarse tan sólo en ese hecho y no valorar ni preguntarse por el porqué de ese hecho.

Encuentro muy común que ante un acto estridente de protesta alguien lo interprete, en clave descuidada, como algo en relación con el respecto y la paz. Por lo que me pregunto ¿cuáles son sus fuentes para interpretar la realidad social? ¿Valoran realmente más el respecto y la paz o valoran más que su diminuto esquema de la realidad social permanezca inalterado? Si fuese lo primero entonces su esfuerzo estaría enfocado en entender los tipos de solución a los problemas y no sólo a reprimir “el ruido” que molesta a sus delicados oídos.

Tuesday, August 14, 2012

Educación y autoconocimiento



La Educación Prohibida

Si hubiese una voluntad real para hacer cambios en la sociedad entonces hablaríamos más de cambiar los sistemas escolarizados tradicionales, para entonces hablar de educación en un sentido amplio y no sólo quedarnos en la pobreza del adoctrinamiento social imperante. El video referido tiene varios puntos para reflexionar al respecto.

Pero cada uno tiene su propia posición y actitud hacia el cambio, y esa posición y actitud define —parcial o totalmente— si somos parte de los problemas o parte de las soluciones en nuestra flagelada sociedad. Reflexionar sobre la diversidad de esas posiciones y actitudes ante el cambio social permanece siendo un tema de mucho interés para mí: hay quien no quiere saber nada de cambios pues considera que no le corresponde pensar al respecto y que todo eventualmente quedará resuelto por la intervención de algún poder jerárquico, ya sea proveniente de la sociedad establecida o proveniente de algún ámbito sobrenatural. Hay quien, por el contrario, sí piensa y promueve cierto tipo de cambios en la sociedad, pero sólo aquellos cambios que le representen un beneficio personal o un beneficio para “los suyos”. Hay quien considera que pensar ampliamente sobre el asunto no es “práctico”. Hay quien opina que todo cambio para bien es bienvenido, en tanto no implique ningún cambio en su propia manera de pensar. Hay quien asegura su completa impotencia ante el curso de la educación en la sociedad, que no hay absolutamente nada que pueda hacer al respecto. Hay quien afirma y defiende el curso del sistema educativo actual pues espera que los mismos patrones sociales se repitan indefinidamente, pues no existe necesidad alguna de hacer cambios mayores al diseño de la sociedad actual. Hay quien estima que la autoeducación, que implica ciclos de desaprender y de reaprender, es una contribución asequible para el individuo ante el problema. Hay quien opina que la acción individual e independiente es inútil y es una pérdida de tiempo. Hay quien toma como predestinación la encomienda de convertirse en el mejor agente representativo de la sociedad actual, y que intentar cambiar ese destino es una ignominia. Etc.

Estas reflexiones intentan servir para el autoconocimiento, pues varias de esas posiciones y actitudes, en diferentes épocas, han sido las propias.

Actualización diciembre 2012: La siguiente página contiene apostillas a manera de réplica ante algunas otras diatribas al respecto del video referido: ¿Qué NO ES “La Educación Prohibida”?

Actualización agosto 2016: Nueva dirección de la página con las apostillas mencionadas en la actualización de diciembre 2012: ¿Qué NO ES “La Educación Prohibida”?

T.V. y Educación

Me ha interesado pensar sobre el tema general de la televisión y sobre su papel como formadora de opiniones y creencias —a todas las edades, no sólo como niñera electrónica— pues pensar esos temas es un pilar para entender no sólo a la cultura popular sino también a su efecto banalizador sobre la alta cultura [1].

Los contenidos que trivializan temas importantes, como la idea de triunfo, son parte de la sociedad teledirigida en la reflexión crítica de Giovanni Sartori [2]. Por lo que ese tipo de contenidos representa una evidencia más por la cual el análisis cultural, y supracultural, me parece más relevante que nunca. Pues, ¿no es acaso importante entender cuánto de mis propios prototipos de opinión y comportamiento provienen de la teledirección ejercida por quienes definen el minúsculo espectro perceptible en la imagen televisiva, multimedia y digital?

Pues lo minúsculo de ese espectro de percepción, que me informa muy poco y mal sobre lo real, es una de las principales causas de mi pobreza de espíritu y de conciencia.

También recordé la crítica que Karl Popper hizo de los contenidos televisivos de corte banal [3], de la cual remito uno de sus puntos: «“yo también puedo equivocarme, pero creo que mientras no se me pruebe lo contrario, ustedes son quienes no entienden las consecuencias de la televisión porque, inmersos en ese mundo de imágenes, no se dan cuenta de cuán profundamente modifica las bases de la educación”. La televisión cambia radicalmente el ambiente, y de ese ambiente tan brutalmente modificado extraen los niños —de todas las edades— los modelos que van a imitar. Resultado: estamos haciendo crecer un sinnúmero de pequeños criminales. Debemos contener ese mecanismo antes de que sea demasiado tarde...En efecto, si no se actúa, tiende inexorablemente a empeorar por una ley interna propia, la de la ‘audience’, que Popper formulaba más familiarmente como ley de la ‘adición de especias’, que sirven para hacer condimentar alimentos sin sabor que de otra manera nadie querría.» —Y esto era ya desde 1994.

Los sistemas educativos, gubernamentales o privados, además de ser un tema educativo también son un tema político. Ante los cuales hay que preguntar y cuestionar sobre su sentido último de existir [4]. Pero ¿qué hay con el sistema educativo personal?, eso concierne a la ética. Y, por tanto, debe ser el principal sistema educativo sujeto de revisión y cambios. Por ejemplo, en la proporción que guarda la relación entre mis habilidades de lectura, y el cambio de mi mentalidad debido a dicha lectura, y entre la cantidad de tiempo consumiendo contenidos procesados, cual comida chatarra, provenientes de la televisión banal [5].

Referencias

  1. La civilización del espectáculo

  2. La Sociedad Teledirigida

  3. La televisión es mala maestra — Karl Popper

  4. Education For Whom and For What?

  5. Lectura vs televisión - entrevista con Rius

Monday, August 06, 2012

¿Miras de cambio?

El texto Rompiendo el silencio de John M. Ackerman es, claro, para pensarlo a fondo y con amplitud, tanto como podamos. Es decir —en analogía con una organización típica de videocontenidos— aspirando a contemplar no sólo un cuadro estático de la escena nacional, ni siquiera un solo capítulo, ni una sola temporada, sino la serie completa a escala planetaria.

Por ejemplo, el Sr. Ackerman habla de cambios, pero ¿cuáles cambios necesita el país y la sociedad humana global? El cúmulo de problemas es tan abrumador que intimida. La tarea es descomunal y de sólo pensarla amedrenta la acción individual e independiente; quizá por eso es más común nuestra tendencia gregaria. La unión hace la fuerza, dicen. No dudo, entonces, que haya buenas intenciones en los partidos políticos pero el alcance de éstos tan sólo representa un reconocimiento de ese miedo a pensar con amplitud, y parece que debiéramos conformarnos con la sesgada visión de sus “soluciones”. Por tanto, el interés por el cambio necesita ser, también, un interés por la amplitud de miras y no sólo por tomar turno para mamar de la ubre del poder —lo digo por aquellos que promueven el cambio pero tan sólo el cambio que los beneficia en lo personal.

Además, el Sr. Ackerman dice que #YoSoy132 habla por todos al rechazar una imposición presidencial. Pero es evidente que no todos la rechazan pues algunos que la prefieren lo hacen calculando, como Karl Marx, que el beneficio de unos pocos eventualmente se traduciría en el beneficio para muchos. Hipótesis ya por demás refutada por la historia y por la reflexión en ciencia político-económica. Por lo que decir que #YoSoy132 habla por todos es, por decir lo menos, exagerado. ¿Quién habla por quienes calculan que no sólo esa imposición es inaceptable sino toda forma de gobierno que mantenga estructuras formales de comando y control estratificado sobre la sociedad?

El Sr. Ackerman, muy atinadamente, dice:

«No podemos confiar en las instituciones estatales o la clase política para lograr las transformaciones profundas que necesita el país. Todos debemos poner nuestra parte...»

¿Por qué no podemos confiar? Pues (1) porque la confianza requiere, como base, un patrón de conducta y de frutos que sirvan como su justificación, y la simulación de dichos resultados, pregonada como si fuese de proporciones reales, no alcanza más que para enajenar al hombre-masa. Por lo que, desafortunadamente, la práctica actual del concepto de Estado nacional procura más su auto-preservación y la perpetuación de sistemas político-económicos caducos que la construcción de una base participativa real sobre la cual los gobernados pueda sostener su confianza. Y (2) porque la ausencia de poder público —que no de violencia policial, lo cual es muy distinto— es una evidencia de que tal confianza dejó de existir.

¿Cuál es la parte que debo contribuir para las transformaciones profundas de las que habla el Sr. Ackerman? Pues una, por imperante necesidad, es la educación. Pero no me refiero a ese remedo de “educación” que representan los sistemas escolarizados que ayudan más a adoctrinar al individuo que a liberarlo, sino a ese hábito de aprender, desaprender y reaprender de continuo; a esa estrategia pedagógica general del filosofar, al cambio y a la mejora de conciencia por el individuo mismo; en una palabra: autoeducación. Esa es, en sí misma, una muy positiva contribución a la sociedad.

De otro modo, sin autoeducación, es aun más difícil que lleguemos a considerar y a analizar otras formas y procesos de diseño sociocultural. Y estaríamos condenados a permanecer ciegos al no tener nada contra lo cual comparar este sistema sociopolítico y cultural del cual somos todos parte.