Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Wednesday, July 18, 2012

¿Significado bíblico absoluto?

Un punto clave de mi texto ¿Qué significa la Biblia? consiste en la importancia de tomar conciencia de que los textos antiguos no deben interpretarse a la ligera pues las consecuencias son graves; como las provocadas por el literalismo devocional. Además, si alguien elige aproximarse a esos textos desde perspectivas históricas o perspectivas teológicas entonces necesita, por ende, entender primero qué es una interpretación histórica y cómo se formula una teoría teológica. Además de entender que tales teorías tienen ámbitos completamente diferentes y no pueden combinarse sin incurrir en problemas cuyas soluciones son muy endebles y muy difíciles de justificar debido a su poca plausibilidad.

Tomar conciencia de la preparación requerida para interpretar esos textos antiguos me lleva a sospechar que muy pocos eruditos han podido interpretarlos debidamente sin caer en los excesos típicos; como el tropiezo de presentar una teoría teológica como si fuese una teoría histórica plausible. Ante un escenario como el que implica esta toma de conciencia no ha faltado quien intente justificar todo aparato clerical con base en la idea de que el papel de los clérigos es interpretar y el papel del individuo es acatar, pues los clérigos tienen la preparación para interpretar, y el individuo no. Y que si dejáramos que el individuo los interpretara libremente entonces la religión sería un caos total. Pero pregunto, ¿no es acaso ya un caos? Ante lo cual se me ha respondido que el caos sería aun peor. Y ahí es donde difiero: eso último no lo sabemos de hecho.

Me explico: sí sabemos que interpretaciones torpes han causado lo negativo del cristianismo o del judaísmo o del islamismo —las tradiciones religiosas abrahámicas—, pero de hecho no sabemos qué sucedería si al individuo común, e interesado en religión, se le informa debidamente de los peligros al interpretar y se le prepara para hacerlo. Si la premisa es que el individuo común es “flojo, lerdo y malo por naturaleza” pues ni siquiera hay que intentarlo. Pero esa premisa es tramposa pues no es causa sino un efecto de, precisamente, los sistemas religiosos adoctrinantes; por lo que tal premisa es inválida.

Un individuo preparado para interpretar textos antiguos es un individuo que no caería fácilmente en los excesos de la religión vulgar —es decir, descuidada— pues dicha preparación conlleva haberse formado la conciencia de lo poco que realmente podemos saber sobre el significado absoluto de dichos textos. Ese individuo abrazaría a la diversidad y, por ejemplo, valoraría más al amor o la compasión por encima de “La Verdad” y el pensamiento sectario de “ellos” y “nosotros”, pues dicha conciencia no le aportaría bases para esos excesos.

Un peligro es caer en esas perspectivas cortoplacistas que rechazan todo aquello que no es “práctico” simplemente porque no se ajusta a sus agendas institucionales. Y se entiende su posición pues lo que les importa es la preservación de sus instituciones, y no realmente el bien del individuo.

Calculo que muchos individuos preparados estimarían que las interpretaciones en clave poética de los textos antiguos son de las que pueden arrojan más frutos espirituales y, por lo tanto, lo negativo de la religión disminuiría considerablemente pues ese tipo de interpretaciones satisface de mejor manera el desarrollo del sujeto —es decir de su subjetividad— y, además, el individuo se liberaría del peso de “La Verdad”. Claro, esto si partimos de la premisa donde la religión no es para las instituciones o corporaciones religiosas sino para el individuo.

Wednesday, July 11, 2012

Homofobia

¿Por qué es pertinente el hábito de mejorar o cambiar nuestras opiniones por medio de la libre indagación? Pues porque, al menos, nuestra propensión al error es un hecho consumado y también es ubicua. Por ejemplo, durante mi adolescencia adquirí acríticamente una opinión acerca de la homosexualidad, misma opinión que hace algún tiempo le llegó el turno de ser sometida bajo examen crítico. Tan sólo para mencionar un rasgo del resultado de tal examen diré que, a la fecha, mi opinión al respecto incluye la estimación de que si hay algo más cercano a un trastorno entonces éste se llama homofobia.

Yo era homofóbico y yo era parte del problema en ese renglón de nuestra vida en sociedad.

Esto recién lo recordé pues parte del examen crítico al que sometí mi adolescente opinión incluyó algunos hechos como los presentados en el siguiente video:

"For The BIBLE Tells Me So" Documentary Film Full



Monday, July 09, 2012

El bosón de Higgs


¿La importancia de la 'partícula de Dios'?

Un tema como la física de partículas elementales me parece fascinante no sólo como conocimiento confiable sobre el universo sino, además, como materia de reflexión filosófica. Pero no me refiero al sensacionalismo vulgar de las charlatanerías astrológicas del New Age sino a cómo se logra una creencia cierta justificada; en otras palabras, me refiero a los temas de la epistemología o filosofía de las ciencias. Esos temas juegan un papel muy relevante para la madurez intelectual, una madurez con la cual se reconocen los límites de nuestro conocimiento y también con la cual se identifica tanto lo descuidado del periodismo sensacionalista —e.g., “la partícula de Dios”— como lo falaz de las posiciones dogmáticas exageradas debidas a la tergiversación de los avances científicos —e.g., la película “What the Bleep Do We Know!?” y su trastocada interpretación de la física cuántica, más todo aquel fraude sobre “Ramtha”—.

Enfatizo el plural en «filosofía de la ciencias» pues la filosofía de la física no es en su totalidad aplicable a otras ciencias, por ejemplo a la filosofía de la biología, como el reduccionismo exagerado pretende afirmar.

Definitivamente la imaginación humana puede ser algo muy vasto, puede haber mucho “espacio” en el fenómeno interior de la vida humana, y no ha faltado quien busque sobre-simplificarlo y caracterizarlo con falsas dicotomías, como por ejemplo la dicotomía mente-cuerpo, tan sólo porque presenta aspectos aún misteriosos por los cuales buscan dar “explicaciones” que no explican nada. Pero ese “espacio” no tiene por qué ser llenado con mentiras o medias verdades, quizá está ahí como un rasgo de cómo nosotros, como especie biológica, evolucionamos; es decir, como legitimización biológica de la búsqueda por entender más para temer menos.

Por otro lado, para comprender lo relevante del esfuerzo en física actual, como lo recientemente escuchado en las noticias sobre el bosón de Higgs, también es necesario contemplar la enorme presión que desde hace varias décadas tiene la comunidad de físicos teóricos. Pues la física teórica muestra cierto estancamiento e incluso notables niveles de sesgos de confirmación (confirmation bias). Como los que discute Lee Smolin en su libro: The trouble with physics.

La filosofía para qué

Qué gusto fue haber leído este artículo de Juan Rodes: La filosofía para qué. La filosofía, en particular el filosofar, como estrategia general para la autoeducación, no parece ser muy popular —me parece— y, sin embargo, tan necesaria para la madurez que se requiere ante los agudos problemas de hoy.

“¿Problemas?, ¿cuáles problemas? ¡El problema más importante es la falta de dinero! Pues con dinero puedes hacer lo que quieras, inclusive resolver todos esos problemas que hablas.”

Así, palabras más o palabras menos, va la lógica con la que parecen estar orientadas algunas de nuestras sociedades donde el dinero ya no representa un instrumento sino el valor en sí. En cuyo caso ya no es acerca de una esencial sobrevivencia sino de un desenfreno —una hubris— que nos empuja, como sociedad, hacia inevitables encuentros con las consecuencias —la correspondiente némesis—.

Por tanto, todo aquello que ayude al individuo a practicar la reflexión, a tener más destreza para detenerse y pensar más de dos veces sobre su proceder, es muy pertinente hoy más que nunca. Por eso filosofar, y la libre investigación, es algo tan relevante. Esto me recordó mi brevísima nota: ¿Qué es la educación?, y también me hizo recordar mi texto: La reflexión filosófica es sólo para adultos - 2a edición.

Cartas a la juventud

¿Algún joven está a tu alrededor? Es muy probable entonces —seas consciente de ello o no— que formes ya parte de los ejemplos en su vida que, para bien o para mal, lo han marcado para siempre. La marca es inevitable, y es muy poco lo que tus palabras puedan borrar de lo que ha sido escrito firmemente con tu conducta.

¿Qué podría yo decir, en general y brevemente, si un adolescente me preguntara por algunas reflexiones mías sobre la adolescencia? Pues aquí hay algunas de esas reflexiones, en el orden que quizá sea más atinado para un joven:

1. Estimado joven - Parte II

2. Estimado joven - Parte I

Estimado joven - Parte II

Estimado joven,

Al meditar sobre mi carta anterior reconozco que podría ser una que a mí me hubiera gustado recibir más temprano en mi vida, quizá en la etapa en la que tú estás ahora, en la adolescencia. Pero de haberla recibido en esa etapa no estoy del todo seguro que hubiese tenido algún efecto relevante, pues en esa etapa mi interés estaba invertido en otras cosas. Permíteme platicarte. Cuando niño tuve muy buen apetito y, a pesar de mi gusto por practicar baloncesto, era notable mi sobrepeso. El sobrepeso significó algunas burlas pero lo peor fue la frustración de no usar la ropa con la que me sintiera a gusto. Así que en la adolescencia estaba más interesado en hacer ejercicio, para cambiar esa grasa en músculo, que en la reflexión filosófica. Sin embargo, aunque no recuerdo haber escuchado en esa etapa el concepto de «reflexión filosófica», sí recuerdo largos ratos en los que disfrutaba abandonarme en mis pensamientos y divagaciones. Por lo que quizá esas divagaciones hubiesen resultado en algo más enfocado y constructivo si hubiese contando con más ayuda para saber cómo pensar mejor, y para reconocer más fácilmente mis equivocaciones —para eso también sirve la reflexión filosófica.

Las computadoras fueron otro gran tema que absorbió mi interés en aquella etapa; la emoción de entender qué cosa eran, cómo funcionaban y qué podía yo hacer con ellas me hacía buscar oportunidades para aprender a programarlas. Para mí las computadoras y su programación eran pura diversión —y lo siguen siendo—, los juegos de video me fascinaban tanto que no sólo quería seguir jugándolos sino también diseñar y programar algunos por mi cuenta.

Así, el gimnasio, el bosque para correr por las mañanas, y algún centro de cómputo, fueron lugares donde pasaba mucho tiempo en esos años. Pero también estaban mis amigos, con quienes pasaba buena parte del resto de mí tiempo. Junto con ellos enfrenté muchas de las agudas cuestiones de la adolescencia y juntos enfrentamos las presiones culturales para tomar tal o cual posición al respecto de, por ejemplo, el alcohol, las drogas, las mujeres, o eso tan vagamente llamado «sexo». La verdad no recuerdo haber tenido alguna conversación trascendental con los adultos al respecto, ya sea en mi casa, en la de mis amigos, o en la escuela, que hubiese resultado de mucha ayuda para mí en esa etapa; lo que sí recuerdo muy bien es la conducta de esos adultos y, en el caso, su ejemplo de esmerada dedicación y esfuerzo en la vida, eso sí me marcó para siempre. Y permanezco muy agradecido por ello.

Regreso al asunto de mis amigos, con quienes compartía la misma edad y, por tanto, preocupaciones similares. En nuestro caso todos veníamos de haber compartido la misma escuela de sólo varones, primaria y secundaria, así que las mujeres, y en particular sus cuerpos, para ser honesto, seguían representando para todos un tema de gran interés. Estaba claro que quizá los cambios hormonales en nuestros cuerpos ya no eran motivo de tanto desconcierto, pero tampoco éramos ya los hombres que creíamos o pretendíamos ser. Esa desmesurada presunción, por querer ya ser el adulto que aún no era, fue compartida por muchos de mis amigos y compañeros, tal que un rasgo de nuestra juventud fue querer ir con demasiada prisa en esa etapa. No lo sé, si entonces hubiese contado con una mayor habilidad para pensar por mí mismo quizá hubiese tomado las cosas con más calma y, así, evitado adoptar o repetir ciertos patrones de conducta y de pensamiento que no correspondían realmente con mi ser.

Y ahí, me parece, está la cuestión: ¿cuáles patrones de conducta y de pensamiento corresponden con tu ser?, ¿te los dicta la familia, la televisión, los amigos, lo establecido como “normal”? En resumidas cuentas: ¿quién eres tú, y cuál es la esencia de tu ser? Para eso bien puede ayudarte la reflexión filosófica.

Estimado joven - Parte I

Estimado joven,

Al pensar en los pasos de un joven como tú hacia la vida adulta llega a mi atención mi propio recorrido a la fecha y también, sobre todo, la pertinencia de la pregunta: ¿qué es la vida adulta? Debido a que encuentro mucha mayor relevancia en la pregunta por encima de posibles respuestas particulares yo, por supuesto, no pretendo ofrecerte aquí respuestas a dicha pregunta. ¿Por qué? Pues, primero, porque no deseo estropear tu propia búsqueda; y, segundo, porque yo mismo aún sigo buscando y sopesando la variedad de respuestas a esa y otras muy punzantes preguntas de la vida. Pero aquí sí pretendo avivar tu ánimo para que persigas, ahora y siempre, tanto la búsqueda de las preguntas desde tu curiosidad así como la reflexión acerca de la diversidad y amplitud de sus posibles respuestas.

Sólo tú sabrás cuáles preguntas de la vida exigen ahora de tu atención, y digo que sólo tú sabrás pues sólo tú estás presente en ese espacio íntimo de tu vida interior. ¿Qué es la educación, y la sabiduría? ¿Qué es la libertad, y cómo se relaciona con la capacidad de responder por lo mucho o poco que tengamos de ella? ¿Qué es la verdad, y la realidad? ¿Qué es una mujer, y un hombre? ¿Y la muerte, y la vida? ¿Cómo reconozco al amor?...El etcétera puede ser tan largo o tan corto como tú decidas. ¿Te confieso algo? Ya lo supe, y lo aprendí de muchos por sus frutos en palabras y obras, que entre más te esmeres en curiosear e indagar a fondo tus propias preguntas, cada vez más grande y vasto se tornará ese espacio íntimo de tu vida interior. Espacio donde habitas y donde podrás recorrer y disfrutar de provincias cada vez más extensas, en la medida en que ejerzas algo muy peculiar del ser humano: la lectoescritura.

Parece ya un lugar común decir que la lectura es indispensable para el desarrollo intelectual y espiritual de una persona, pero, como suele pasar con los lugares comunes, eso tan sólo captura la parte superficial del asunto cuando se repite sin reflexionar. Pues no sólo es necesario leer sino, y aun más pertinente, es necesario aprender a cuestionar lo que se lee.

En la oportunidad, podremos comparar notas sobre nuestros hallazgos en algún tema donde compartamos el mismo interés. Quizá sea, por ejemplo, los esquemas de algún sistema sociopolítico, o quizá el papel del acto de diseñar y de crear en la ingeniería de alguna tecnología de software. O quizá reflexionemos juntos sobre los patrones culturales a nuestro alrededor y sus efectos; por ejemplo, la cultura unidimensional de la cual reflexionó y escribió un señor llamado Herbert Marcuse hace no mucho tiempo, pero tan popular y prevaleciente en nuestra sociedad hoy.

La ignorancia, por sí misma, no es denigrante; lo es tan sólo cuando está acompañada de la riqueza, ya lo remarcó hace unos siglos otro señor llamado Arthur Schopenhauer. Por eso, quien cuenta con la oportunidad de mejorar su estado de conciencia no tiene excusa válida para no hacerlo. Sor Juana Inés de la Cruz lo dejó escrito: «No estudio para saber más, sino para ignorar menos.» Es típico recordarle a un joven que aproveche todo aquello que en términos de escolarización le ofrezcan sus padres y su ambiente cultural, pero quizá no es tan típico dejarle en claro que toda esa oferta, por muy grande y bien intencionada que sea, no es suficiente en el mundo de hoy. Así que quisiera dejarte en claro que —como escribió otro señor llamado Hans-Georg Gadamer— educación es educarse; es decir, tu educación está principalmente en tus manos y eso quiere decir que el desarrollo de tus facultades depende casi exclusivamente de ti. Por ejemplo, desarrollar tu facultad para pensar creativa y críticamente depende tanto de tu decisión como de tu propia búsqueda de la verdad. La verdad nos hará libres —idea atribuida a Jesucristo—, por eso, si una supuesta verdad no te hace más libre entonces es necesario re-examinarla y enfrentar ese miedo del cual escribió Erich Fromm en su obra «El miedo a la libertad» —inclusive el miedo a ser diferente de los demás.

Por lo que no dejaré pasar esta oportunidad para enfatizar el papel tan liberador que para mí ha jugado el indagar qué es el pensamiento crítico y luego intentar pensar críticamente sobre mis miedos y sobre las bases de mis propias opiniones; así el miedo ha comenzado a ceder y así también empecé a mejorar mis opiniones o a desecharlas por falta de sustento. Pensar críticamente comparte las mismas bases con el pensar científicamente, y no pocos en la Historia reportan su utilidad contra el miedo; por ejemplo, lo escrito por la científica Marie Curie: «Nada en la vida deberá ser temido, tan sólo deberá ser comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para que podamos temer menos.»

Por favor, por lo que más quieras, no olvides que al pensar críticamente no buscas «defender» un argumento sino «evaluar» su valor específico, sin importar quien lo diga —inclusive tú mismo—. Por lo que una conciencia crítica no busca seguidores que apoyen un argumento sino pensadores que lo examinen debidamente.

Hay tantas preguntas de la vida por examinar y, sin importar «dónde» o «cuándo», lo que necesitamos es aprender «cómo» examinarlas. Para ese «cómo» hay una diversidad de tradiciones intelectuales y espirituales, entre ellas podemos encontrar una muy básica, y es una que el ser humano tiene a su alcance sin necesidad más que de su propio ser: filosofar. Aquí son pertinentes las palabras escritas por Fernando Savater en su obra «Las preguntas de la vida»: «¿Enseñar a filosofar aún...cuando todo el mundo parece que no quiere más que soluciones inmediatas y prefabricadas, cuando las preguntas que se aventuran hacia lo insoluble resultan tan incómodas? Planteemos de otro modo la cuestión: ¿acaso no es humanizar de forma plena la principal tarea de la educación?, ¿hay otra dimensión más propiamente humana, más necesariamente humana que la inquietud que desde hace siglos lleva a filosofar?, ¿puede la educación prescindir de ella y seguir siendo humanizadora en el sentido libre y antidogmático que necesita la sociedad democrática en la que queremos vivir? De acuerdo, aceptemos que hay que intentar enseñar a los jóvenes filosofía o, mejor dicho, a filosofar. Pero, ¿cómo llevar a cabo esa enseñanza, que no puede ser sino una invitación a que cada cual filosofe por sí mismo? Y ante todo: ¿por dónde empezar?»

Permíteme dejarlo aquí por ahora, no sin antes remitirte a unos fragmentos de la «Invitación a la filosofía» de André Comte-Sponville, de los que hice lectura en la siguiente página en Internet: Invitación a la filosofía

Sunday, July 01, 2012

Julio 1, 2012

A la así llamada clase política:

«Ninguno de ustedes, señores partidistas y de pensamiento sectario, me representa. Ustedes no me representan pues insisten en que sus “soluciones” están dentro del actual sistema político mientras que las soluciones sustentables implican cambiar el sistema por otro distinto, y no preservarlo. ¿Ignoran las alternativas viables o las desdeñan? Ahí tienen otra razón por la cual ustedes no me representan.»