Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Sunday, November 27, 2016

Sobre «Dios» — Estudiar la Biblia


Los años pasan y mi interés por el estudio de la Biblia y por la persona histórica de Jesús, el Cristo, no disminuye. Una especie de asombro, interés o curiosidad simplemente está ahí y no se va a ningún lado sino que, por el contrario, aumenta cada vez más. Sin embargo, habría que estar muy perturbado para esperar que dicho empeño se mantuviera exactamente igual, con las mismas miras, que en mi adolescencia y juventud temprana.

Una diferencia notable con esa época es que ahora no tengo perspectivas devocionales o confesionales en el asunto. Ya no estoy interesado en un sistema de creencias o una fe doctrinaria en particular, mucho menos me importa ninguna membresía dentro de partido o secta judeocristiana alguna. Tampoco me atañe la adopción de ninguno de los distintos sistemas morales judeocristianos; más bien me interesa evaluar tales esquemas morales dentro de un análisis de dichos fenómenos socioculturales —los judeocristianismos— como parte de una extensa reflexión ética.

Para mí, “estudiar la Biblia” ahora significa hacer indagaciones en el material histórico disponible, reflexionar sobre las perspectivas y examinar las pruebas, demostraciones, argumentos y conclusiones de los eruditos que dedican su vida profesional al estudio del Nuevo Testamento y a la historia de los judeocristianismos primitivos. Entre tantos posibles ejemplos de dicho material, menciono dos obras más o menos recientes.

The Historical Jesus of the Gospels.

Biographies and Jesus: What Does It Mean for the Gospels to Be Biographies?

Thursday, November 24, 2016

Sobre «Dios» — Hacer teología – Parte III


Al hacer teología (Ver: Generalizar la teología) será muy prudente no olvidar los delirios megalómanos del fanatismo:

«La actitud de quienes persiguen la afirmación de los propios principios morales dejando que éstos prevalezcan sobre los intereses reales de las personas de carne y hueso.» —Richard Hare.

Uno de esos delirios proviene de aceptar la idea de que lo divino es antropomórfico y sobrenatural y que esto toma algún partido; por ejemplo, que lo divino pertenece, de manera exclusiva, a un sector jerárquico socioeconómico, moral, racial, nacional o político particular.

Ahora que está de moda el eufemismo “supremacista” –en referencia a fanáticos racistas partidarios de una supuesta “supremacía blanca”–, diré que ese tipo de fanatismo es similar –en estructura ideológica– a la posición que defendí en una época pasada de ardiente fervor judeocristiano. La insulsa idea de un “cristianismo puro” me impulsó a intentar imponer a los demás una torpe moralina por encima de las necesidades reales de las personas. Eso fue propio de un joven menso: inconsciente de su colosal analfabetismo científico-filosófico.

Otra quimera del fanatismo –relacionada con la anterior– resulta de aceptar la idea de que es posible una “pureza moral” y que un prelado jerárquico de sacerdotes o ministros de culto religioso son los encargados de medir la “pureza moral” de los demás. Ver: ¿Pureza moral?

Otro espejismo del fanatismo proviene de aceptar la idea de que lo divino tiene voluntad y que tal voluntad se puede conocer de manera clara y precisa. Y que, además, ese “conocer” serviría como base para justificar alguna moral general y atemporal, sin tomar en cuenta contexto histórico local alguno.

He escuchado a no pocos esbirros adoctrinados en ideas como esas expresarse con la siguiente lógica:

“Si he llegado a esta alta posición socioeconómica –o de jerarquía eclesial– es por alguna razón, y esa razón es la voluntad de Dios. Para que yo cumpla su misión divina: hacer que predomine la verdad por encima de los mentirosos que están en contra de nuestra sana enseñanza.”

De tal manera justifican la búsqueda de una supremacía de un supuesto mundo sobrenatural sobre los asuntos de las sociedades aquí y ahora.

El fanatismo produce complejos sistemas de desvaríos tan entrelazados entre sí que no son fácilmente identificables, a menos que los individuos desarrollen su sentido crítico por cuenta propia. Y aun así, no se puede estar por completo seguro de que se han identificado todos.

Monday, November 21, 2016

Sobre «Dios» — ¿De quién es la Biblia?


¿De quién es la Biblia? Es decir, ¿alguien tiene la potestad sobre la Biblia? ¿Alguien es dueño de los derechos de autor sobre los textos bíblicos?

Hasta donde he indagado, los textos antiguos que forman la Biblia, por fortuna, están en el dominio público. No tienen dueño y pueden ser usados, copiados, editados y publicados sin considerar prerrogativas de ninguna clase, excepto la prerrogativa de la conciencia propia.

La historia de las varias formas de judaísmo, incluidas las formas de judaísmo derivadas del judío llamado Jesús, el Cristo, es la historia de la interpretación bíblica a través de los milenios hasta el día de hoy. El teólogo o el aprendiz de creyente mesiánico –judío o judeocristiano– indaga un tema central: “la Biblia, toda la Biblia y nada más que la Biblia”. Sin embargo, tal tema varía de manera considerable en función de la afiliación particular del interesado. La Biblia judía, Tanaj, no contiene el Nuevo Testamento judeocristiano. El Antiguo Testamento de los judeocristianos protestantes no contiene los libros de los judeocristianos católicos; éstos, a su vez, no incluyen en su Antiguo Testamento los libros de los judeocristianos griegos ortodoxos.

Por otro lado, el historiador crítico, o aquel interesado en entender y reflexionar sobre dicha historia de manera amplia –es decir, con cualquier afiliación particular al margen–, evalúan las diversas interpretaciones a la luz no de los sistemas de creencias devocionales, sino con base en lo que pueda demostrarse de manera histórica. Por ejemplo, una teoría histórico-crítica no puede admitir premisas sobrenaturales como explicación de ningún evento. La razón es que una teoría histórica busca una aproximación a los sucesos más probables y las premisas sobrenaturales son las más improbables.

Saturday, November 12, 2016

Sobre «Dios» — Hacer teología – Parte II


Un judío central en la historia del judaísmo es Jesucristo y, como decía en la Parte I, al parecer, no dejó por escrito ni una sola de sus ideas —a diferencia de otros judíos famosos que sí dejaron obras escritas propias. Todas las preguntas básicas acerca de Jesucristo y sus ideas han sido motivo de esfuerzos teóricos especulativos, ya sea de tipo histórico, filológico, teológico, etc., por parte de quienes se han interesado en contestar esas preguntas básicas: ¿qué hizo?, ¿qué dijo?, ¿qué enseño?, ¿cómo vivió en aquella provincia rural en la Palestina antigua?, ¿por qué murió?, ¿qué indicaciones dejó para después de su muerte?, etc.

Dado que no dejó nada escrito, aquellos que se hacen esas preguntas básicas tendrán que hacer esfuerzos para teorizar posibles respuestas. Así ha ocurrido desde su muerte y desde hace más de dos milenios que los interesados han estado teorizando sobre él, cada uno con su agenda propia. Y quizá sea inevitable que muchos sigan teorizando sobre él en el futuro pues las agendas del pasado podrían no satisfacer las agendas del ahora. Por lo cual se requiere seguir teorizando sobre Jesucristo y analizando las agendas que imperan en el presente. La historia del tema está repleta de casos en que muchas agendas quedaron silenciadas durante siglos debido a que los interesados en dichas agendas no hicieron un mejor esfuerzo para explicarse; por mencionar tan sólo unos ejemplos están los ebionitas y los marcionitas de los primeros siglos de la Era Común, o los albigenses y los patarines de hace un milenio.

La destreza para lograr una buena teorización teológica-cristológica, que sea coherente y fiable, resulta muy importante pues de otro modo el proyecto de poner palabras propias en la boca de Jesucristo corre el riesgo de no resultar una obra convincente. Ejemplos de obras teóricas que sí resultaron convincentes para su propia época son muchos textos en el canon neo-testamentario, pero son necesarias otras obras para la época actual. Tal necesidad se puede demostrar, por ejemplo, con la pregunta: ¿en qué medida una agenda judeocristiana ultraconservadora —la cual afirme que “una mujer no puede estar a la cabeza de un país”— está detrás de los resultados de la reciente elección política en cierto país del norte?

Mi interés personal no está en defender ninguna teoría particular acerca de Jesucristo, ni tengo interés en alguna forma particular de judaísmo. Mi interés personal está en la destreza requerida para un buen ejercicio teórico per se. Hay muchos ejemplos de obras teóricas que son muy convincentes; las hay de tipo histórico-filológico, así como de tipo teológico-cristológico. La destreza para lograr dichas obras tiene cierta interacción con la destreza para lograr una buena obra de tipo literario, y mi interés está en lograr alguna obrilla en el género literario-filosófico.

Friday, November 11, 2016

Sobre «Dios» — Hacer teología – Parte I


A ver, ya en serio, ¿cómo que la Biblia es la “Palabra de Dios”? ¿Qué significa decir eso? No todos los judeocristianos verdaderos piensan de la misma manera: algunos difieren y demuestran con sus teologías que la “Palabra de Dios” es la persona de Jesucristo, no el conjunto de libros conocido como la Biblia.

Pero, al decir “Palabra de Dios”, ¿se debe entender como una referencia a la persona de Jesucristo en todos los casos? Para algunos judeocristianos verdaderos la respuesta es un rotundo sí, con base en sus propias teologías. Para otros la respuesta es un sí matizado pues sus cristologías admiten la moderación y más recato ante los fanatismos. En definitiva, es una afirmación que sólo se puede entender dentro de un esquema teológico particular.

Otros judeocristianos verdaderos contestan un rotundo no. Y aclaran de inmediato que Jesucristo, dicen, no es la Palabra de Dios, sino el Hijo de Dios. Todos ellos, por supuesto, justifican sus teologías y cristologías en las partes de la Biblia que más les acomoda para lo que de antemano han decretado como su verdad propia.

El hecho histórico es que Jesucristo fue un ferviente judío que vivió en la Palestina antigua. Por lo que es correcto denominar a sus seguidores como ‘judeocristianos’.

Todo este asunto acerca de la diversidad de judeocristianismos a lo largo de la historia, desde sus antecedentes en el devenir histórico del judaísmo como parte de las religiones abrahámicas, hasta nuestros días, es un fascinante entramado de temas para analizar.

Mi interés es entender más el asunto desde una perspectiva histórico-crítica, no devocional, ni mucho menos moral. Desde hace ya casi ocho años que tomé conciencia del tropiezo al intentar tomar estas tradiciones religiosas judeocristianas como base para un sistema moral personal. Para un sistema moral personal hay otras bases que son diferentes y mucho más amplias y de mucho mayor alcance e impacto personal.

Ahora mencionaré algo sobre el tipo de ejercicio teórico del cual ha surgido la diversidad de teológicas y cristologías en la historia de los judeocristianismos. Me refiero al ejercicio teológico.

No hablo de ser un receptor pasivo de la teología de otros, sino de ejercer las facultades propias para desarrollar —a lo largo de muchos años, después de muchas vivencias y de muchas lecturas— una teoría teológica personal. Si la indagación teológica es importante para alguien, entonces ese es el camino que le recomiendo tomar. Por otro lado, si alguien no le parece que el tema amerite ese gran esfuerzo implicado, entonces quizá aceptaría que el tema no le resulta, en los hechos, algo realmente importante de manera personal.

Los sistemas judeocristianos de creencias —es decir, las teorías teológicas judeocristianas— están registrados en los textos de sus autores. Los primeros textos empezaron a ser escritos, al parecer, entre 30 y 65 años después de la muerte de Jesucristo. Esos textos exponen las primeras teorías teológicas de los judeocristianismos. Por ejemplo, las cartas de Pablo de Tarso son los primeros textos de esas formas nacientes de judaísmo, seguidas de los textos anónimos de los cuatro evangelios canónicos. Todos esos textos fueron escritos en griego koiné y exponen teologías diferentes pues responden de manera diferente a preguntas básicas como: ¿quién fue Jesús?, ¿qué hizo y qué dijo, por qué y para qué?, ¿a quién dirigió sus palabras?, etc.

Dado que no hay registros de ningún texto escrito por la mano de Jesús —quien, como la mayoría en la Palestina antigua, quizá no tenía la capacidad de realizar una composición escrita más allá de palabras sueltas en lengua aramea—, entonces no hay realmente una teología que proceda directamente de Jesús. Lo que hay son teologías judeocristianas indirectas, de segunda mano —digamos—, las cuales empezaron a ser escritas aproximadamente 30 años después de la muerte de Jesús para el caso de las primeras cartas de Pablo. El texto anónimo del cuarto evangelio canónico se escribió aproximadamente 65 años después de haber muerto Jesús.

Algunas teorías teológicas en la historia han sido más conocidas pues sus textos se incluyeron en el canon neo-testamentario, pero ya existían numerosas y diversas teologías que también intentaban responder a aquellas preguntas básicas sobre los movimientos en el interior del judaísmo a partir de la muerte de Jesús —quien es uno de los judíos más famosos en la historia de la humanidad desde entonces (otro judío muy famoso sería, por ejemplo, y en la época moderna, Albert Einstein).

En un siguiente comentario continuaré reflexionando sobre el ejercicio teológico como un ejercicio principalmente teórico y sobre su importancia para un adulto. Entre tanto remito una nota al respecto: Sobre «Dios» — La teología libera.