Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Sunday, November 18, 2012

Ser, conocer y madurar


¡Filosofía! — un fragmento de «Una breve introducción a la metafísica y a la epistemología» de Stephen Hetherington.

«...Por ejemplo, es signo de inmadurez el creer que uno siempre tiene la razón; y esto último pudiera obedecer a una concepción errónea sobre la naturaleza de la verdad. De manera similar, resulta inmaduro –además de filosóficamente ingenuo– considerar que todas nuestras opiniones constituyen conocimiento o están sólidamente sustentadas.

...Tomarse tales interrogantes en serio infunde a veces un poco de temor. Puede aparejar el reconocimiento de que acaso estemos profundamente equivocados al sostener las opiniones que sostenemos, o incluso que pocas de nuestras creencias, si es que alguna de ellas lo es, son verdaderas, constituyen conocimiento o están sustentadas en evidencia sólida. Pero si nunca te planteas esas posibilidades, te enfrentarás al mundo como una persona mucho menos desarrollada.

...Pero el pensamiento filosófico, usado con tacto, cautela y honestidad, te puede ayudar a superarte a ti mismo. Imagina que lograses progresivamente entender y preocuparte por asuntos tales como la verdad, la evidencia, la razón, la falibilidad, la responsabilidad moral, el significado de la vida y la muerte, etc. Para tratar a los demás de manera más justa y considerada sería de mucha utilidad estar al corriente, en tus relaciones con ellos, de aspectos tales como: ‘¿Dónde se puede hallar la verdad sobre la cuestión que nos ocupa? ¿Cuál es la mejor manera de alcanzarla? ¿No podría estar yo equivocado? ¿Soy el responsable de lo ocurrido?’»

Sunday, November 11, 2012

¿La conciencia falsa?

Si alguien tiene algún interés en el conocimiento, por ejemplo si su trabajo está relacionado con algún tipo de esfuerzo intelectual —podría ser el diseño de alguna campaña de mercadeo donde se necesite conocer sobre el comportamiento humano, o podría ser el diseño de sistemas informáticos que deban comportarse de manera correcta y robusta— y también tiene especial interés en que dicho conocimiento sea confiable, y no sólo una mera opinión, entonces definitivamente necesita enterarse de lo que dicen al respecto del conocimiento personajes con apellidos como Kepler, Galilei, Copérnico, Lovelace, Newton, Einstein, Curie, Feynman, o Sagan, por mencionar algunos. Estas personas practicaron una serie de estrategias intelectuales con las que lograban respaldar una confianza nada despreciable en lo que opinaban.

Está claro que dichos personales propusieron las bases sobre las cuales está cimentada la ciencia moderna y la tecnología que hace posible que yo escriba y usted, amable lector, lea estas líneas. También está claro que ellos en particular se dedicaron al conocimiento del mundo natural, pero sus estrategias ante el conocimiento también han sido aplicadas a los campos del conocimiento de la sociedad, aplicadas por otros personajes igualmente dedicados a formarse opiniones confiables. Así que incluso al formarnos una opinión confiable sobre lo que dijeron otros, por ejemplo, Lao Tzu, Buda, Jesús, Mahoma, Gandhi, Luther King Jr., también vale la pena tomar en cuentas esas mismas estrategias pues no son exclusivas de las ciencias fácticas. Ya que los científicos, a su vez, aprendieron esas estrategias de las tradiciones intelectuales que dieron origen a la ciencia tal y como es hoy. Estrategias que se consideran en el estudio de la epistemología, para el caso del conocimiento científico, y de la gnoseología, también conocida como teoría del conocimiento, para el conocimiento en general.

¿Por qué esto es relevante? Porque tener una opinión no es lo importante sino respaldarla con conocimiento confiable. Cualquiera puede tener una mera opinión sobre asuntos importantes pero pocos han dedicado el esfuerzo para cuestionar dicha opinión, investigarla a fondo y con amplitud, y cultivar la duda sobre sus conclusiones. Además, porque de otra manera nuestra contribución se restringiría a los desenfrenos de la conciencia falsa —la que con ignorancia juzga lo verdadero por falso, o lo falso por verdadero, teniendo lo bueno por malo o lo malo por bueno.

Aquí el riesgo, por supuesto, es interpretar tal idea de la «conciencia falsa» de manera descuidada, como un asunto de sólo dos posibilidades: blanco y negro. Mientras que es un espectro continuo de múltiples tonos de gris.

El color no existe

No sabemos cómo es la realidad exterior a la vida cerebral humana, del exterior tan sólo sabemos lo que nuestra percepción presenta a nuestra consciencia. Esto podrá ser una verdad de Perogrullo para algunos neurocientíficos o para el sentido “común” de alguien que se haya expuesto al nivel más básico en filosofía, pero para quienes no tenemos ese tipo de formación quizá cause sorpresa saberlo. Por lo cual me parece pertinente mantener la pregunta: ¿cuán confiable es nuestra percepción de la realidad?

Por ejemplo, algunos científicos profesionales tienen muy claro que los colores no existen en la realidad afuera de nuestra vida cerebral, o por lo menos no contamos con una justificación para afirmar que lo sabemos pues ningún humano puede saber cómo es la realidad afuera de la vida cerebral humana. Podemos saber mucho acerca de, por ejemplo, las hormigas pero no sabemos cómo percibe la realidad una hormiga, o de qué color. Desde luego, por los métodos de la ciencia podemos llegar a una creencia cierta justificada, es decir podemos llegar a un conocimiento confiable del asunto pero no a una opinión absoluta, inmutable e incorregible.

Pero quienes no somos científicos profesionales quizá no tenemos claro el porqué de la frase «los colores no existen», siendo tan obvio que nuestro sentido de la vista presenta la realidad tal cual es, ¿o no?

En esa última pregunta radica, para mí, lo relevante del asunto; y me parece relevante por su relación con el aprendizaje, es decir con la mejora o el cambio de nuestras opiniones y nuestra conducta. Si no hay pregunta o cuestionamiento, aun ante las cosas más obvias, entonces se cierra un gran número de posibilidades de ser, de conocer, y de actuar. Sin pregunta o sin cuestionamiento estamos confinados a las estrechas interpretaciones que provienen del realismo ingenuo; el cual afirma: «la realidad es tal cual yo la percibo» —pero, con demasiada frecuencia por desgracia, eso termina aceptando a la mera apariencia como la realidad total.

La demostración de la inexistencia externa de los colores podría provocar todo tipo de reacciones: podría tomarse como una mera curiosidad o juego psicológico sin importancia, o podría tomarse como algo que provoca una disonancia cognitiva considerable; ante la cual el cerebro se defienda con otro mecanismo de autoprotección: la negación. “¡No puede ser! Simplemente no puede ser que todo este tiempo haya estado equivocado o ignorante de la realidad. Por fuerza entonces, la realidad es como siempre la he creído y los equivocados son otros, no yo.

Por otro lado, la reflexión acerca de los límites neurobiológicos para interpretar la realidad podría conducir a niveles más adecuados de sobriedad ante nuestras propias opiniones, y ante el respaldo de las mismas, no sólo en el tema de los colores sino ante lo que creemos conocer, aun si lo tenemos por muy cierto, y que tenga mucha importancia personal. Sobre todo porque lo que parece muy intuitivo con frecuencia se confirma como lo contrario pues la realidad, en ocasiones, es contra-intuitiva. Por muchos siglos, y para mucha gente, pareció bastante intuitivo que la Tierra era plana.

Otra reacción posible es descartar de un plumazo el asunto espetando algo como: “¡Tonterías, no podemos ir en la vida dudándolo o cuestionándolo todo!”; que en otras palabras es decir que el extremo representado por el escepticismo radical es falso. Pero aquí tendríamos, de nuevo, un problema de malinterpretación. Los “problemas” de la percepción humana, o simplemente los rasgos de su naturaleza, no implican que el escepticismo radical sea cierto. Por el contrario, para todo efecto práctico, que pueda darse por sentado sin consecuencias, el escepticismo radical es falso y no se justifica cuestionar lo obvio. Sin embargo, las implicaciones aquí están relacionadas con la destreza para gobernar nuestra propia atención, y no dudar de todo sino sólo de aquello que sea muy importante para nosotros, de lo que más nos interese aprender e indagar sobre su realidad subyacente. Es decir, la duda es una actitud intelectual poderosa, no la malgastemos en algo que, por el momento, no sea objeto de nuestra atención.

Y a todo esto: si la vista no es del todo confiable, ¿ocurre lo mismo con los otros sentidos? Veamos qué tienen por decir otros en este video:

Test Your Brain Episode 2 - Perception


National Geographic: Test Your Brain Episode 2 -... por procrastinator87

Como un pequeño apoyo para presentar el asunto preparé este archivo.