Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Saturday, June 30, 2012

Sobre política

Gustavo Sassano, un amigo de nacionalidad argentina, recién preguntó mi opinión sobre si el partido político mexicano conocido por las siglas PRI regresaría al gobierno federal. Las siguientes fueron mis reflexiones al respecto.

Quisiera haber ya completado mis estudios en filosofía política para formarme una opinión adulta sobre un sistema sociopolítico como el mexicano, pero aún no tengo tal opinión. Tan sólo cuento con algunos cálculos ponderados con base en mi sesgada apreciación de la evidencia a mi alcance. Y mi opinión provisional a la fecha, por tanto, no es nada nuevo ni agudo ni exclusivo de México:

La población en general aquí sirve a los propósitos de unos pocos en el poder económico, y los políticos, en su mayoría, son los títeres que bailan al ritmo que les marca ese poder económico. Esto es así pues el sistema sociopolítico y económico está diseñado de origen para tal efecto, aun cuando haya mensajes mesiánicos y propagandísticos de un cambio “verdadero” en realidad mientras el sistema sea el mismo no hay manera de lograr nada distinto. Por lo que calculo que sin importar quien gane esta burla llamada “elecciones democráticas” no tengo base alguna para esperar otra cosa sino más de lo mismo: abuso sistemático.

Con lamentable frecuencia escucho: “Así es el sistema, y no lo vas a cambiar”. ¿Hay bases para creer en tal afirmación? Si quien afirma eso fuese un incansable progresista y luchador social, quien ha intentado por años cambiar el sistema sin lograrlo, entonces quizá haya bases para creerle. Y aun así, tal luchador llegaría a una conclusión distinta y preliminar, una como: “no es posible cambiar el sistema con las estrategias que he intentado hasta ahora”, y no la otra frase derrotista que quizá sólo sea una autojustificación para no mover ni un solo dedo al respecto.

Por otro lado, si quien hace la afirmación lo hace en tono de mucha seguridad es, quizá, debido a que no le conviene ningún cambio en el sistema pues, entre otras muchas razones, quiere evitarse el esfuerzo de pensar y revaluar su cosmovisión. A alguien así no le creo cuando afirma: “así es el sistema, y no lo vas a cambiar”.

El “sistema” —como el conjunto actual de esquemas sociopolíticos y económicos— debe cambiar pues funciona sólo para unos cuantos, como si sólo unos cuantos fuesen herederos del planeta. Pero ¿cómo? Pues cambiando uno mismo, claro; cuestionando mis propias opiniones, cambiándolas o mejorándolas; cambiando o mejorando el proceso por el cual doy forma a mis opiniones. En otras palabras, haciendo uno mismo el intento por salir de mi propio estado de analfabetismo científico y filosófico.

Sospecho que en el sistema hay mucha gente adicta al poder y a tener siempre la razón, como yo, y por tanto somos parte del problema. Lo que pasará el próximo domingo en el asunto electoral me parece irrelevante, pues es asunto de la vida de unos cuantos, principalmente los del poder económico y político; quienes quieren por fuerza incluirnos a los demás pero no por nuestro bien sino debido a que necesitan a las hordas sobre quienes edificar sus egos a punta de liderazgos autoritarios y serviles —que no serviciales—.

¿Es AMLO más de lo mismo?

AMLO es tan sólo un individuo, así como yo, eso implica que la posibilidad de un cambio no está en él sino en mí —claro que quien considera a la manipulación emocional como una opción viable para lograr cambios en los demás no estará de acuerdo con esa frase, pero ese es otro asunto.

He pensado en el típico discurso de algunos seguidores de AMLO, aun en el de los así llamados “intelectuales”. Ejemplos de las frases que abundan: “la única persona en México que se ha dado cuenta...”, “porque es la única, y real opción que tenemos los mexicanos...”, “intachable, incuestionable...”, “si no apoyamos a AMLO está muy difícil la cosa...”, “despertar es apoyar a AMLO, la única opción viable para salvar o rescatar a este país”, “la última llamada para el pueblo...”, “conoce más que nadie este país”, “la única posibilidad real que tenemos ahorita”, ...y muchas más por el estilo.

¿Por qué la insistencia en esperar a un tlatoani para que “ahora sí” ocurra el cambio? ¿Por qué el constante tropezón al arrobarse en la idea de que lo bueno sólo está asociado con una figura mesiánica? ¿Por qué la manipulación propagandística partidista? ¿Por qué aceptar la vulgaridad donde «lo menos peor» se convierte en «la única opción»?

Vemos al enemigo, y es nosotros mismos.

La vulgaridad que referí es aquella cualidad de expresión que en cada materia no remite más que la parte superficial. Y cuando eso superficial se entroniza como “lo más práctico” y “lo más real” es debido a que, quizá, o se tiene una agenda propagandística —a la Goebbels— o es honesta y es realmente lo mejor que se tiene por ofrecer, no se tiene nada más ni nada mejor; en cuyo caso somos un pueblo paupérrimo, esclavo en una celda para la mente: sin futuro ni intelectual ni espiritual.

Sospecho que el grupo de “intelectuales” que apoyan a AMLO son parte de esas pequeñas elites culturales y artísticas, cuyo estilo de vida no es representativo de las condiciones de vida de la gran mayoría de mexicanos; y, por muchos que sean esos así llamados “intelectuales”, no parece que su influencia “intelectual” sea mucha que digamos. La evidencia que tengo para eso es la actitud sectaria y fanática de parte de quienes dicen seguir tanto a AMLO como a esos “intelectuales”: cada vez que he expresado mis perspectivas apartidistas y no acepto sus exageradas afirmaciones del cambio “verdadero” entonces soy excluido y mis perspectivas son reprimidas pues yo no he “abierto mis ojos a la verdad”.

La libre investigación, la reflexión crítica, la indagación con miras a la amplitud y a la profundidad, el escepticismo reflexivo, son ejemplos de facultades relevantes en política, propiamente dicha. Desde mi profundo estado de ignorancia actual observo en el horizonte, en la distancia, esas facultades que ahora admiro y que algún día quisiera ejercer plenamente.

Por otro lado, el remedo de política tan común entre las así llamadas “autoridades” de hoy, evidentemente, no demuestra ser un ejemplo de esas facultades. Por el contrario, a lo que llaman “política” resulta ser, en los hechos, un juego amañado donde ganan los que mejor se ajustan al sistema y mejor doblan la rodilla ante su majestad el dinero. Pero ninguna medida de buena salud puede significar el estar ajustado a un sistema profundamente enfermo; enfermo de poder, de egolatría y de un desenfrenado apetito por tener la razón.

Ya lo hemos escuchado en el pasado, y lo escucharemos de nuevo el domingo, ¡aclamarán que han ganado! Pero...¿qué han ganado si siguen siendo los mismos? Los mismos agentes activos de un sistema enfermo en el cual reina supremo —entre otros fetiches— el culto más exitoso: el culto que adora e idolatra al Señor Dios Todopoderoso Dinero.

La contemplación de una brutal violación quizá nos marcaría de por vida, no podríamos fácilmente olvidar eso para volver a ser los mismos. Así nos debe marcar la contemplación de lo que sucede en el sistema sociopolítico y económico del cual somos una parte. No es difícil darse cuenta, si analizamos con atención, lo que sucede a nuestro alrededor y los criterios por los cuales sucede; por ejemplo, al ver que no pocos niños aprenden las mismas opiniones políticas de los adultos a su alrededor y no son enseñados a cuestionar dichas opiniones.

Cada uno ponderaría la evidencia a su alcance para estimar la real estatura moral de esa minoría que pretende gobernar a los millones en la población general. Por ejemplo, la periodista Jesusa Cervantes tendrá su propia evidencia para publicar un análisis como el siguiente:

¿Una elección comprada? - un análisis de Jesusa Cervantes

Tuesday, June 26, 2012

Lectura como ascenso




«Ensayo sobre la dificultad de decir no» por Klaus Heinrich.

Algo que en los últimos años me atrae mucho de un libro es el desafío que representa su lectura para mí. De joven solía ascender a la cima del Popocatépetl o del Iztaccíhuatl y ahora, en analogía, una lectura para entendimiento —a diferencia de una lectura para información, como la distingue, entre otros, Mortimer J. Adler en «How to Read a Book»— representa también un desafío de esfuerzo nada trivial, como lo es el alpinismo.

Este libro es para mí un ejemplo de ese desafío, pues para abrirme paso ante el texto ha sido necesario tomarlo, dejarlo para luego retomarlo, con un paso vacilante y luego uno lento, pero que con constancia su densidad cede poco a poco. Con todo, la contemplación de lo que voy consiguiendo en el camino es muy gratificante. Así como en cada uno de mis ascensos en el alpinismo.


Saturday, June 23, 2012

Invitación a la filosofía

Fragmento del prólogo en «Invitación a la filosofía» de André Comte-Sponville:

Invitación a la filosofía 1/3

Invitación a la filosofía 2/3

Invitación a la filosofía 3/3




¿Cambiar el sistema?

El artículo Las cumbres y los derechos humanos de Miguel Concha, un par de pláticas con algunos notables mexicanos, y unas cavilaciones recientes, me provocaron la presente reflexión.

El “sistema” —como el conjunto actual de esquemas sociopolíticos y económicos— debe cambiar pues funciona sólo para unos cuantos, como si sólo unos cuantos fuesen herederos del planeta. Pero ¿cómo? Pues cambiando uno mismo, claro; cuestionando mis propias opiniones, cambiándolas o mejorándolas; cambiando o mejorando el proceso por el cual doy forma a mis opiniones. En otras palabras, haciendo uno mismo el intento por salir de mi propio estado de analfabetismo científico y filosófico.

Con lamentable frecuencia escucho: “Así es el sistema, y no lo vas a cambiar”.

¿Hay bases para creer en tal afirmación?

Si quien afirma eso fuese un incansable progresista y luchador social, quien ha intentado por años cambiar el sistema sin lograrlo, entonces quizá haya bases para creerle. Y aun así, tal luchador llegaría a una conclusión distinta y preliminar, una como: “no es posible cambiar el sistema con las estrategias que he intentado hasta ahora”, y no la otra frase derrotista que quizá sólo sea una autojustificación para no mover ni un solo dedo al respecto.

Por otro lado, si quien hace la afirmación lo hace en tono de mucha seguridad es, quizá, debido a que no le conviene ningún cambio en el sistema pues, entre otras muchas razones, quiere evitarse el esfuerzo de pensar y revaluar su cosmovisión. A alguien así no le creo cuando afirma: “así es el sistema, y no lo vas a cambiar”.

Sunday, June 10, 2012

¿Qué significa la Biblia?

¿Cómo podría el acto de interpretación bíblica ser un tema relevante para la cultura occidental? ¿Cómo ese tema puede tener alguna relación con los grandes problemas políticos y sociales del presente? La relevancia y una posible relación estarían basadas en aquella idea de la Grecia clásica, la idea en el dintel del oráculo de Delfos: «conócete a ti mismo»; es decir, para aquellos que buscamos el entendimiento de nuestra situación presente, sea esta social, política o económica, si no hallamos en nosotros mismos las explicaciones entonces tampoco podremos hallarlas afuera de nosotros. La destreza para interpretar nuestra realidad tiene una estrecha relación con la destreza para interpretar algunos textos antiguos que han influido en nuestra cultura.

El amplio y diverso conjunto cultural conocido como «occidente» tiene, también, una marcada y definitoria influencia milenaria de las tradiciones religiosas abrahámicas. Por lo que, para entender nuestros problemas, y la manera en cómo pensamos sobre ellos, así como los alcances de las típicas soluciones occidentales a los mismos, necesitamos, además, conocer a fondo las ideas en esas tradiciones religiosas abrahámicas. Para lo cual debemos reconocer que el campo de investigación al respecto es amplísimo, se requiere una capacidad para mantener la atención durante el desarrollo tanto de los temas históricos como de los temas teológico-filosóficos, de otra manera, sin esa capacidad para sostener la atención, quedaríamos relegados a perspectivas sesgadas y de valor marginal.

Sostener la atención implica contar con un programa propio de investigación con el cual recorramos la diversidad y la amplitud de las provincias intelectuales en ese vasto campo. Para algunos tomaría meses de esfuerzo continuo lograr una vista de conjunto sobre el tema, para otros tomaría años, para otros, como yo, quizá toda la vida y sin esperanza de completar tal concepción. Pero el recorrido tiene preeminencia pues ofrece los frutos intelectuales y espirituales más apreciables; tanto es así que incluso intentar el recorrido es más relevante que alcanzar la —quizá imposible— meta.

Una de las preguntas, para mí, impulsoras en el recorrido es: ¿cuál es el significado de los textos bíblicos? Es decir, ¿cómo llega a mi mente el significado bíblico? ¿Cómo logro la exégesis? Reflexiono al respecto en forma de una ficción literaria, en dos episodios: ¿Cómo lograr la exégesis? — Episodio I: El Espíritu Santo, y Episodio II: ¿El Espíritu Santo?

¿Cómo lograr la exégesis? — Episodio I: El Espíritu Santo

—Agradezco el tiempo que me concede señor obispo, para unas preguntas que me aquejan por las cuales necesito su pastoreo.

—Estoy a tu servicio hijo mío, estoy aquí por Designio de Dios como encargado de sus ovejas y me place asistir a ese designio. ¿Qué me quieres preguntar?

—Es en relación a la lectura de la Biblia, señor obispo: ¿cómo puedo saber lo que significan algunos pasajes difíciles? Por ejemplo, Jesucristo dice en una parte que no vino a traer la paz sino la guerra, en Mateo 10:34, y en otra parte, poco después, dice que es necesario perdonar incluso a quien nos hace mal, en Mateo 18:15-22. Y también, por otro lado, cuando Jesucristo indica, en Marcos 16:14-18, que los cristianos serán reconocidos, además, por agarrar serpientes o por tomar veneno, y no sufrir daño alguno.

—¿Has olvidado mis lecciones cuando leímos esos versículos?

—No me refiero, señor obispo, a sus lecciones, sino a cómo yo sabré, en general, que ya he logrado obtener el significado divinamente inspirado en esos y tantos otros pasajes que quiero entender.

—Comprendo hijo, tu interés es de tipo teológico, en particular de tipo exegético. La exégesis bíblica, hijo mío, es el depósito que Dios hace en la mente de una persona a través de la obra y de la gracia del Espíritu Santo.

—Entonces, ¿cómo se logra la exégesis bíblica? Pues, ahora que lo menciona, recuerdo haber leído algo sobre un término...hermenéutica, me parece, la cual es el estudio de los distintos sistemas de interpretación, y parece toda una disciplina que requiere mucho estudio. Pero no comprendo cómo pueden todos esos estudiosos estar tan errados, pues Dios claramente dice en la Biblia, en 2 Pedro 1:19-21, que Su Santa Palabra no es algo que deba o pueda ser libremente interpretado. Dígame usted señor obispo: ¿es Voluntad de Dios que alguien como yo pueda lograr la exégesis de Su Palabra? ¿Cómo?

—La exégesis es una acción del Espíritu Santo y, por tanto, ocurre por Designio Divino, pero claro que nosotros podemos hacer nuestra parte y si es Su Voluntad entonces podremos ser sujeto de dicha Acción Divina.

—¡Dígamelo de una vez, señor obispo! ¿Cuál es mi parte?

—Pues lo he dicho en muchas ocasiones, hijo mío, constantemente lo repito en las reuniones de la iglesia: la comunión con Jesucristo. Lo que está en tus manos es vivir plenamente todo lo que implica la vida en iglesia, ya sabes: leer tu Biblia todos los días, estar en comunión fraternal y constante con los fieles cristianos, que son tus hermanos espirituales, hacer oración todos los días para estar lejos del pecado, compartir tu fe con los que aún están condenados, hacer ayunos, obras de caridad, el pago puntual y honesto de los diezmos semanales, predicar a los infieles invitándolos a la iglesia para que abandonen su vida pecaminosa, etcétera, etcétera. ¡En fin! Abrazar con amor y esmero todo el pastoreo que tus líderes espirituales tan bondadosamente te ofrecemos con cariño, pues es la misión que Dios nos ha encargado.

—Comprendo ahora señor obispo. Digamos que la exégesis puede ocurrir al crecer espiritualmente, es una manera en la que Dios recompensa a sus hijos más fieles.

—Exactamente, hijo mío, lo has entendido muy bien. Pasemos ahora, aprovechando la ocasión, a platicar de cómo vas con tus deberes en tu vida en iglesia, cuéntame...

¿Cómo lograr la exégesis? — Episodio II: ¿El Espíritu Santo?

—Pues parece que estaré en esta sala de espera por un rato, mi vuelo se retrasó. ¿Es también tu caso?

—Así es, ya hice varias llamadas para avisar que llegaré tarde.

—Veo que lees un libro sobre hermenéutica bíblica. Por un momento me hiciste recordar una plática, hace muchos años, que tuve con un obispo sobre el tema de cómo lograr la exégesis bíblica. Me asombran cuán diferentes son mis conclusiones de ahora, comparadas con las de aquel tiempo de fervor y juvenil devoción.

—De una u otra manera el contacto con el estudio bíblico profundo nos cambia, para bien o para mal.

—Interesante que lo menciones. ¿Cómo podría ser para mal?

—Bueno, quizá fue una exageración expresarlo así. Pero me hiciste recordar el dilema ético que me asalta ahora que regreso desde el seminario hacia mi comunidad natal en mi país, quienes con sus diezmos financiaron toda mi carrera académica durante mis años de estudio en un prestigiado y costoso seminario cristiano.

—¿Dilema? ¿Te refieres, quizá, a cómo retribuirás a su generosidad?

—No exactamente, sino a cuál camino elegir para el contenido de mi consejería eclesial en general y de mis sermones en la escuela dominical. Conozco la mentalidad de mi comunidad natal, pues ellos me enseñaron a dar mis primeros pasos en el cristianismo y a cómo mantenerme fiel a Dios. Por mis visitas ocasionales, y por toda la correspondencia, sé que ellos, principalmente los diáconos y el clero local en general, mantienen esa mentalidad y todos los chicos siguen siendo enseñados con ella.

—Creo entonces inferir el dilema: lo que aprendiste en el seminario no se parece en nada a lo que aprendiste durante tu infancia y, ahora, debes decidir si enseñarás la misma tradición local o si explicarás con claridad que las creencias no son exactamente como se han difundido tradicionalmente, ¿cierto?

—Sí, así es. Lo que no deja de sorprenderme es la facilidad con la que, aparentemente, los otros miembros del clero local han superado este dilema, pues quienes ya han cursado la misma carrera, en el mismo seminario, no hace mucho tiempo, no sólo han continuado con las mismas creencias tradicionales sino que incluso las han reafirmado y llevado a un nivel más intolerante y obcecado. Por ejemplo, las creencias que han sido causa de un aumento en la homofobia en esa mi tan querida comunidad natal.

—Comprendo tu dilema ahora. Para mí, en su momento, no representó ningún dilema. Mi fervor y mi juvenil devoción a Dios, con las que en primer lugar me acerqué a la vida en iglesia, es decir a la comunidad de fieles, formaron parte de lo que luego me orientó para decidir mejorar mis creencias por encima de lo que las jerarquías clericales dictaran, ¡y vaya que tienen por costumbre hacer eso!

—¿Eres un ministro de culto cristiano o sacerdote católico?

—No. Para mí llegó a ser claro que la vida secular y laica es lo mío; y además, que en esta vida puedo consagrarme, aún en un mayor grado, a los valores y principios causa de mi fervor y de mi devoción desde la infancia: lo humano.

—¿Aun en un mayor grado? ¿Me puedes ofrecer un ejemplo?

—Pues ese mayor grado ha significado, por ejemplo, abrir las puertas de mi mente para intentar comprender lo diferente a mí, lo diferente a mi minúscula cultura local. Lo humano es algo muy amplio y para no reducirlo tan sólo a mi sesgada cultura local necesito romper con los esquemas de la religión institucionalizada. La religión, entendida con profundidad antropológica, es para el florecimiento y el disfrute de la persona humana, individual; no al revés, la religión no es para que el individuo se someta ante las religiones institucionalizadas tradicionales y sus jerarquías clericales anquilosadas. Así entendido, para mí fue muy fácil la decisión de mandar a la religión organizada al carajo, por muchas buenas razones, entre ellas, porque esa jerarquía clerical usurpa con facilidad, por ignorancia o por perversión, lo que de otra manera fuese una ayuda para que los individuos quedaran libres de las cadenas de, por ejemplo, la homofobia, la misoginia, o la xenofobia. En general, libres de todo ese miedo a lo aparentemente diferente, a lo percibido como distinto, complejo y diverso.

—¡Caracoles! ¿Cursaste también una carrera teológica en el mismo seminario que yo? Pues comprendo que los sistemas de interpretación bíblica también ofrecen soporte para perspectivas como la que mencionas, y en términos equivalentes al soporte para cualquiera de las perspectivas tradicionales. Hace un momento mencionaste que tiempo atrás platicaste sobre exégesis y hermenéutica con un obispo, ¿me podrías arrojar un poco de luz sobre tu recorrido a la fecha, cómo formaste tu perspectiva actual?

—No estudié en ningún seminario, pero a puro ímpetu de indagación he participado en muchos eventos, debates y comunidades donde los profesores de esos seminarios ofrecen generosamente sus conocimientos y sus métodos de estudio bíblico a quienes estén interesados. Acerca de mi recorrido, recuerdo que seguí fielmente lo que aquel obispo me indicó para hacer mi parte en relación a la exégesis. Mi principal motor era la idea de poder entender la opinión de Dios, aquello que fue divinamente inspirado, y que supuestamente ahora nos llega en forma del texto bíblico.

—Permíteme adivinar: la comunión con Jesucristo, en la vida congregacional de la iglesia.

—Exacto.

—Lo sé pues fue lo mismo que me enseñaron de niña en mi querida comunidad natal, la cual ha hecho un considerable esfuerzo, no sólo económico sino especialmente de apertura histórica en algunas de sus creencias, al financiar la carrera teológica de la primera mujer que envían al seminario.

—Pues, regresando a mi recorrido, te cuento resumidamente que la supuesta comunión con Jesucristo, por lo menos como la enseñan en la religión institucionalizada, resultó inconsistente con la idea de un mensaje coherente proveniente de una sola persona divina. Me explico: si tal comunión es el medio para la exégesis entonces algunos de los miembros con mayor tiempo de vida en iglesia, y mayor jerarquía, habrían sido sujetos de la acción del Espíritu Santo, pues así se explicaría el elevando nivel de exigencia que demandan de la comunidad para que obedezcan todo lo que dictan en sus sermones cotidianos. Después de varios años de observación y reflexión sobre la conducta y sobre el discurso de una variedad de estos supuestamente sujetos de exégesis por obra y gracia del Espíritu Santo, los cuales dictan creencias y exigen conductas no sólo con un elevado grado de subjetividad sino en franca contradicción, reconocí, por honestidad intelectual, que ese no era el medio hacia la exégesis.

—Sí, estoy al tanto que, probablemente más por ignorancia que por perversión, se ha abusado del método devocional de estudio bíblico, y que se ha aplicado para lo que no es. Sin mencionar que, por tanto, los resultados son muy inferiores a los de otros métodos de estudio e interpretación bíblica, como el método histórico-crítico, o también llamado criticismo alto, o alta crítica. Por favor continúa.

—De acuerdo, así que regresé, en esa época, a la alternativa que con anterioridad había escuchado: al estudio hermenéutico de la Biblia como medio para la exégesis. Me enteré de la diversidad de sistemas de interpretación bíblica y de su adecuada aplicación; de que la historiografía bíblica no ofrece bases para afirmaciones absolutistas, pues, por ejemplo, no tenemos acceso a ningún manuscrito autógrafo, es decir original, de los textos bíblicos pues se perdieron y, por tanto, no hay manera de lograr una exégesis directa a partir de las palabras originalmente pronunciadas...

—Quizá en alguna época solías imaginar, así como yo cuando niña, a Jesucristo hablando, o a Pablo o a Poncio Pilatos, y pronunciando de pie palabras en español, como en una escena de película en la cual me imaginaba a mí misma escuchando a pocos centímetros de distancia, las mismas palabras en español que leía en mi primera Biblia, que con tanto cariño me obsequió mi consejero eclesial asignado en turno, sin caer en cuenta que dichas palabras en español tan sólo son una exégesis de alguien más a partir de otro idioma que no es el que usaron para pronunciarlas por primera vez, si es que fueron pronunciadas y no sólo interpretadas y escritas al crearse el texto bíblico. Perdón, continúa.

—Sí, veo que compartimos esa misma vívida imaginación infantil y juvenil. Continúo. Pues así supe que para traducir de un idioma a otro es necesario primero hacer exégesis, es decir hacer una interpretación del significado, para luego poner ese significado en palabras de otro idioma. Por tanto, supe de la larga cadena de exégesis que hay desde la lectura de mi Biblia actual, escrita en español contemporáneo, pasando por toda la historiografía bíblica, por siglos y siglos de ambientes culturales y lingüísticos diversos, hasta la primera exégesis, inalcanzable para nosotros por las razones históricas ya mencionadas, cuando alguien interpretó lo escuchado, no sé si en arameo o en otro idioma, y lo puso por primera vez en palabras del idioma del texto bíblico original, que en el caso del Nuevo Testamento posiblemente se trata del griego antiguo.

—El cual, me refiero al manuscrito original, y como ya mencionaste, nuestra época contemporánea desconoce y, por ende, no hay manera de cotejar para resolver la intrincada red de relaciones entre las discrepantes copias existentes. Pero ¿cómo fue que esto te llevó a concluir en contra de la creencia de un solo Dios como persona coherente?

—Yo no dije eso, permíteme aclararlo: yo dije que la creencia de la comunión con Jesucristo como medio para la exégesis es una creencia cuyas bases no la sostienen, pues si no fuese ese el caso entonces todas las exégesis, tanto las de los traductores como las de los clérigos que exigen obediencia, serían al menos fragmentos de una sola intención coherente, todas formarían en su conjunto la supuesta voluntad de Dios inspirada y revelada a la Humanidad para su salvación.

—Pero, como no hay consistencia o uniformidad entre la diversidad de exégesis, y es evidente que lo menos que hay en las religiones abrahámicas, desde la antigüedad, es uniformidad exegética, entonces no se puede afirmar que hay un solo mensaje coherente que se pueda decretar como “la voluntad divina”, ¿cierto? Pues estoy muy al tanto del grado de validez y de soporte para tal conclusión. Es una de las perspectivas que estudié en el seminario, y durante varios semestres, empezando con mis clases sobre crítica textual.

—Con eso justamente iba a concluir el breve relato de mi recorrido a la fecha. Agregaría que ejercer la hermenéutica y la exégesis es algo común para el desarrollo cultural, no sólo en el ámbito teológico sino también en el ámbito filosófico y otros.

–Claro, de hecho, aparte de la práctica constante de la hermenéutica o interpretación bíblica, también se practica la hermenéutica filosófica, la hermenéutica jurídica, etcétera. Vaya, que hacer exégesis, o llegar al significado de un texto, debe ser para lo que cualquier persona que se cultive a sí misma debe prepararse con esmero.

—Precisamente, de ahí que actualmente estoy preparándome en los requisitos para ejercer con esmero la hermenéutica. Recuerdo mi primera incursión en el tema, me quedó muy claro que para abrirme paso en la hermenéutica necesitaba primero muy buenas bases en otros campos, pues son como antecedentes indispensables; por ejemplo, el ejercicio filosófico amplio, balanceado, y profundo.

—Muy bien, muchas gracias por esta agradable conversación, creo que reflexionar al respecto de todo esto me ayudará con mi dilema ético.

—El placer ha sido todo mío. Parece que podremos, si gustas, seguir platicando sobre otros temas relacionados, como por ejemplo sobre el futuro de la religión...

Político pero apartidista

Un rasgo propuesto para el movimiento #YoSoy132 es el ser político pero, simultáneamente, apartidista, y me parece un rasgo importante pues los excesos debidos al partidismo —al pensamiento sectario— son evidentes y perjudiciales. Uno de los perjuicios del partidismo es la perpetuación del esquema político donde los partidistas buscan su turno para mamar de la ubre del poder para beneficio de sus intereses sectarios a costa de los intereses generales de la sociedad civil. Un prosélito típico afirma en su propaganda que sí busca dicho interés general pero para poder aceptar tal afirmación como cierta, a estas alturas en la historia de la especie humana, sería necesario buscar, paralelamente, un esquema político distinto al imperante, uno donde la susodicha ubre del poder desaparezca.

Dado el esquema político imperante, se comprende que el turno en el poder es la opción por antonomasia para lograr algunos cambios políticos y económicos. Sin embargo, el turno en el poder para una secta política u otra no representa una solución a los problemas del partidismo sino, por el contrario, la perpetuación de dichos problemas. Por tanto, es atinada una posición apartidista, en oposición al partidismo.

Al mismo tiempo, es atinado abrazar la política en general, es decir la reflexión sobre el pensamiento político. Pues así sí se puede vislumbrar un lugar donde una democracia integral pueda desarrollarse, en lugar de sólo perpetuar una democracia pasiva, en donde la ciudadanía se limite a votar de vez en cuando, como la que ofrece la democracia representativa. Pero para lograr una democracia integral primero es necesario entender que las acciones “de arriba hacia abajo” de ya sea un régimen autoritario o autocracia, el «obedézcanme», o de un totalitarismo, el «obedézcannos», o de una dictadura populista, el «síganme», o de una democracia representativa, el «elíjannos», no son ni las más importantes ni las únicas posibles de relevancia política. Por otro lado, el «gobernemos» de la democracia participativa ofrece la posibilidad de alejarse del partidismo y sus nocivos efectos. Un ejemplo de los efectos del partidismo —o de la desesperación ante la falta de opciones— es el tipo de afirmaciones que algunas personas se ven en la extrema necesidad de pronunciar, aquí algunos ejemplos:

Antonio Velasco Piña: ¿“la única persona en México que se ha dado cuenta...”? Roberto Sosa: ¿”porque es la única, y real, opción que tenemos los mexicanos...”? Beatriz Cecilia: ¿”intachable, incuestionable...”? Cecilia Sotres: ¿“si no apoyamos a AMLO está muy difícil la cosa...”? DJ Vazik: ¿“despertar es apoyar a AMLO, la única opción viable para salvar o rescatar este país”? Missael Oceguera: ¿“la última llamada para el pueblo...”? Fabiana Perzabal: ¿“conoce más que nadie este país”? Marisol Gasé: ¿“la única posibilidad real que tenemos ahorita”? Del siguiente video:


¿De verdad creen tales afirmaciones? ¿Por qué la insistencia en esperar a un tlatoani para que “ahora sí” ocurra el cambio? ¿Por qué el constante tropezón al arrobarse en la idea de que lo bueno sólo está asociado con una figura mesiánica? ¿Por qué la manipulación propagandística partidista? ¿Por qué aceptar la vulgaridad donde «lo menos peor» se convierte en «la única opción»?

Vemos al enemigo, y es nosotros mismos.

La vulgaridad que referí es aquella cualidad de expresión que en cada materia no remite más que la parte superficial. Y cuando eso superficial se entroniza como “lo más práctico” y “lo más real” es debido a que, quizá, o se tiene una agenda propagandística —a la Goebbels— o es honesta y es realmente lo mejor que se tiene por ofrecer, no se tiene nada más ni nada mejor; en cuyo caso somos un pueblo paupérrimo, esclavo en una celda para la mente: sin futuro ni intelectual ni espiritual.

#Debate132

Recién escuché una entrevista que el programa radiofónico argentino Tercer Piso al Fondo hizo a Ana Rolón, quien dijo ser estudiante de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México: Yo soy 132 MX Ana Rolon.

El movimiento #YoSoy132 también propone un espacio abierto para el activismo dentro de la sociedad civil, así como lo hacen movimientos como el movimiento de los Indignados, el movimiento Ocupa, y otros movimientos que tienen una notable participación juvenil o estudiantil. La acción de disentir es ya, en sí misma, algo muy importante, y cualquiera hace muy bien en levantar la voz dejando atrás la aceptación pasiva de la conducta de las “autoridades” del presente Establishment.

En el camino para formarme una opinión sobre el contenido del discurso del movimiento juvenil detrás de #YoSoy132, para mí la edad o situación académica no es relevante, sean jóvenes o universitarios me da lo mismo, lo que busco es sopesar el valor de las ideas y del discurso en sí.

Ahora, y con base en lo que he analizado a la fecha, me complace darme cuenta de que algunos de ellos no son sólo personas llenas de entusiasmo y buenas intenciones, sino que, calculo, han tenido buenas compañías o muy buenos maestros que han procurado que sus amigos o alumnos piensen por ellos mismos. En ese sentido estos jóvenes son muy afortunados y felicito a esos maestros por los ingredientes que agregaron y que han producido a personas con un sentido crítico en desarrollo. En esas condiciones sí hay bases para creer que posibles cambios relevantes puedan gestarse. El tiempo lo dirá. Personas así sólo merecen mi apoyo, por eso hago un llamado a: Hablar mal de «Yo Soy 132».

En ese tono, y en relación al debate que el movimiento #YoSoy132 está convocando para el 19 de junio próximo a las 8PM (GMT-05), pienso que a lo que llaman “debate” tristemente termine siendo otra «opinadera» típica del partidismo —esa posición donde lo más importante es defender una posición en vez de evaluarla. Por eso reitero la observación que ya he hecho a miembros de, también, este movimiento #YoSoy132, pues me parece que algunos de sus miembros conocen acerca del pensamiento crítico, pero no estoy seguro aún de si conocen acerca del pensamiento crítico débil: ¿Qué es el sentido crítico débil?

#YoSoy132 y el sentido crítico

Busco y analizo información sobre #YoSoy132, en búsqueda de lo que sea confiable. El siguiente sitio es una de las fuentes posibles: http://yosoy132.mx/

Estoy en proceso de formarme una opinión al respecto de este movimiento, me parece que ellos mismos también están en proceso de definir más claramente cuál es su sentido de ser. Hasta donde he visto, una parte que me ha parecido muy atinada es aquella del “132”; es decir, no es que el número 132 represente el número de integrantes de ese movimiento sino que fueron 131 los originales y si alguien más quiere participar en el movimiento, sea quien sea, entonces ese será el número 132. A decir de lo que se dice a la fecha en la página: http://yosoy132.mx/

Esa parte del mensaje, la de hacer partícipe al individuo como parte esencial de un todo, es muy relevante para lograr cambios en la sociedad. Sobre todo cuando se difunde también, en consecuencia, la idea de que el individuo no puede por completo ser reducido a tan sólo una parte del sistema sino que el individuo debe ser más grande que cualquier sistema; pues los individuos trascienden a los sistemas políticos, estos existen para servir a los individuos, no al revés.

Sin embargo, hay una tendencia en algunos mexicanos jóvenes que observo a mi alrededor y que se involucran en política: se hacen títeres vociferantes, celosos y fanáticos de opiniones que no son suyas —recuerdo mi propia juventud pero en el terreno de la religión. Como en otros movimientos, pienso que la credibilidad y alcance de este movimiento quedará determinado por ellos mismos, en particular por el tipo de su respuesta ante la crítica. Por ejemplo, a continuación presento literalmente una breve conversación con alguien que, en apariencia, “defendía” al movimiento juvenil detrás de #YoSoy132. Dicha conversación ocurrió en los comentarios sobre el siguiente artículo del periódico El Universal: Jóvenes alistan lineamientos y estatutos de su movimiento:

Marco Dorantes: Muy bien por la acción juvenil y estudiantil, aun mejor si dicha acción proviene del pensamiento autónomo. Sin embargo, dado que la tasa de equivocaciones por unidad de tiempo tiende a ser mucho mayor en la juventud que en la madurez y el ejercicio del pensamiento crítico débil es más común durante la juventud, cabe la duda de si esta acción juvenil realmente proviene de un pensamiento autónomo.

Interlocutor: Considero que sus comentarios están llenos de falacias ad hominem. Por otro lado, puedo afirmarles que pueden dejar de preocuparse por la redacción y por el conocimiento de la teoría política, si es que también les preocupa, porque esos campos de conocimiento están bien representados en las discusiones. Por lo demás, la secuencia lógica de la que algunos de estos comentaristas han sacado su maravillosa conclusión de que hay un partido detrás, verdad como un templo al parecer, es absolutamente discutible. No, señores, desafortunadamente para la validez de sus planteamientos, no hay ningún partido ni candidato detrás. Finalmente, señor Dorantes, no sé a qué se refiere con "pensamiento crítico débil" [sic], aunque debo decirle que entonces subestima usted no ya a los estudiantes, si no a las propias universidades, algunas de las cuales no tienen otro objetivo que desarrollar un pensamiento reflexivo y crítico en sus educandos.

Marco Dorantes: Por favor, Interlocutor, te pido te regales unos momentos para considerar lo siguiente. Me dirijo a ti como conciudadano, sin importar ni tu edad, ni actividad académica o laboral, ni clase social, sino tan sólo como ser humano pensante —como lo intento ser yo, pero que considero no es algo ni popular ni fácil de lograr.

Por tu comentario asumo que apoyas al movimiento Yo soy #132. Enfatizo que, como creí haber indicado en mi comentario, yo también apoyo a la acción juvenil y estudiantil. En particular apoyo al derecho a disentir, especialmente si se disiente de los aspectos caducos de cualquier ideología establecida que favorezca el pensamiento sectario. Entonces, quizá, tenemos eso en común.

Pero apoyo también muchas otras perspectivas progresistas interculturales y supraculturales que rompen con las fronteras pues, histórica y filosóficamente, el nacionalismo también es, ultimadamente, otra forma de pensamiento sectario. Aquí, quizá, ya no estaríamos en un terreno común; aunque, claro, eso no lo sé pues no te conozco. Tan sólo cuento con tu respuesta ante los comentarios de los demás sobre esta nota del periódico El Universal, y quiero ofrecerte lo que me merece tu respuesta.

Asumo intuyes que no sólo los integrantes de Yo soy #132 están buscando cambios relevantes en la sociedad, que no son ellos ni los primeros ni serán los últimos. Pero, a decir de tu respuesta, no puedo asumir que tienes un mínimo de conciencia sobre el registro histórico de movimientos estudiantiles en el mundo, tanto movimientos sociopolíticos como económicos y también culturales.

Tu respuesta me hace recordar mi propia juventud, me hace recordar de dónde vengo. En mi juventud también participé en un movimiento con grandes expectativas para transformar a nuestra sociedad una persona a la vez, empezando por mí. Las intenciones no podrían haber sido más inmaculadas, tan sólo comparables con el elevado nivel de compromiso personal en dicho movimiento social. Ni caso tiene mencionar el nombre del movimiento pues su impacto en la sociedad resultó marginal y ahora he comprobado que siempre fue parte de los problemas de este mundo, y no de las posibles soluciones. Sin mencionar que ya no soy parte de ese movimiento y ahora lo considero obstaculizador para el progreso de la sociedad.

¿No eres capaz de conceder que los integrantes de Yo soy #132 podrían mejorar en su capacidad de redacción y en su entendimiento de las teorías políticas? ¿Eres tú mismo incapaz de ver lo pésimo de su dominio del lenguaje, oral y escrito? ¿Qué tipo de credibilidad puede tener alguien que ni siquiera tiene esmero en la expresión de sus ideas? ¿Cuánta coherencia puede haber entre ese constante descuido y el ufanarse porque algunas “universidades...no tienen otro objetivo que desarrollar un pensamiento reflexivo y crítico en sus educandos.”? ¿De verdad crees que tienen ese objetivo? Si tú eres un ejemplo de esos educandos entonces no hay evidencia de que lo estén logrando o de que les importe en los hechos. O quizá debieras demandarlos pues no están haciendo un buen trabajo contigo.

Tu respuesta, precisamente, da pauta para la duda que planteo en mi comentario original. Tu respuesta es evidencia de, exactamente, el pensamiento crítico débil [1]. Tu respuesta tiene ese tufo de la arrogancia que proviene de la adicción, tan pertinaz, a tener siempre la razón, a defender por todos los medios posibles la validez de tu posición. Como sí tu posición fuese inmejorable, inmutable e incorregible. ¿No eres capaz de reconocer el dogmatismo y el fanatismo detrás de tu respuesta? Para mí es como si dijeras: “Todos están mal, menos yo” ¿Y aun así quieres que no aloje la duda de que alguien, que sí piensa, está detrás de ti, actuando como el ventrílocuo, pero en busca de sus propios intereses y no de los tuyos?

Ahora, por supuesto, puede ser que en realidad no hay nadie detrás de ti y tú, por tu cuenta, formaste el esquema conceptual por el cual sostienes el tipo de posición que refleja tu respuesta. En ese caso, el cual es aún peor, tú posición no es algo diferente al remedo de política que vemos todos los días en el amañado sistema sociopolítico mexicano. Por lo tanto, y si ese fuese el caso, tu posición es parte de los problemas que nos aquejan y no de las posibles soluciones.

¿Qué piensas de lo que te replico?

Referencias:

[1] ¿Qué es el sentido crítico débil?

Interlocutor: Señor Dorantes, yo no respondo más que por mí. Y resulta que yo estudio en un centro de investigación público, en donde sí me han enseñado a tener un pensamiento crítico, sí me han enseñado teoría política y sí me han enseñado a escribir. Y no, yo no pretendo tener la razón, simplemente considero que con falacias ad hominem no se sostiene ninguna conclusión que se precie de serlo. Resulta, además, que eso no lo aprendí en la universidad, sino en el bachillerato.

Marco Dorantes: Hola Interlocutor, el pensamiento crítico es algo muy importante para alcanzar una madurez intelectual. De verdad felicito a quienes, en tu caso, en el bachillerato apuntaron su dedo hacia ese firmamento en favor tuyo. Pero sabrás entonces que un pilar del pensamiento crítico es el empirismo. Ese pilar que ayuda a formar debidamente el soporte a las opiniones y que está hecho de la evidencia experimental. La evidencia que tengo y que habla de tu esquema conceptual son tus respuestas en este espacio. ¿Qué podría dar el soporte a tu afirmación: “sí me han enseñado a tener un pensamiento crítico”? ¿Tan sólo tus palabras? Entonces, lo siento, pero estoy obligado críticamente a no creerte.

Quizá tengas entusiasmo, bien. Quizá hayas tenido buenos maestros, aún mejor. Pero para aportar positivamente a la sociedad se requiere mucho más que eso. Reflexioné al respecto de esto último en la siguiente página. Estoy muy interesado en recibir de tu parte una valoración crítica acerca de ese o de cualquiera de mis textos en mi blog personal —el cual encontrarás referido en la misma página:

¿Cómo contribuir a la sociedad?

Mando saludos.



Actualización a finales de junio 2012: Antes de publicar este texto dudé por un momento si era adecuado incluir el nombre de mi interlocutor sin su consentimiento, pero a pesar de mi duda procedí a publicarlo. Esto es un pequeño ejemplo de no aplicar el pensamiento crítico, es decir, de no pensar en suficientes perspectivas relevantes al caso antes de actuar. Poco después toda referencia desde Facebook hacia este blog fue bloqueada pues alguien reporto, de manera anónima, la dirección como abusiva. No he tenido oportunidad de comprobarlo pero sospecho que se debió a esta publicación. Fue un error de mi parte y ofrezco una disculpa a mi interlocutor, a quien he intentado contactar pero sin lograrlo. He modificado el texto y el nombre de mi interlocutor ya no aparece.