He sido parte de una secta destructiva
He sido parte de una secta religiosa destructiva. Pero, por favor no salte usted, amable lector, demasiado rápido a conclusiones. Primero, ¿de cuál secta estoy hablando? Pues del conjunto de varias formas de religión organizada, institucional, y fundamentalista tanto del catolicismo, del protestantismo, como también de movimientos evangélicos, tal y como se pueden conocer hoy día y cuyo origen se debe estudiar en la Historia. Y que, en una perspectiva amplia, no resultan muy diferentes de otros adefesios resultantes del sincretismo religioso, como el gnosticismo, y la cienciología. La secta a la que me refiero, entonces, es la religión dogmatizante, esa en cuyo seno se ha protegido durante siglos —como si fuera algo positivo— diversas manifestaciones del pensamiento dogmático y autoritario, además de la perpetuación intencional del estado de enajenación en el público en general. El siguiente texto contiene un atisbo de los detalles: Introspecciones religiosas – Parte I.
Pero, debo decir, no ha sido la única secta destructiva de la que he sido parte, también he pertenecido a otras sectas destructivas. El sistema escolar, en su manifestación adoctrinante y, ultimadamente, he sido también parte de la sociedad en general, mercantilista y consumista, que ha producido un deterioro —tal vez irreversible— en el ambiente natural de nuestro planeta.
Así que por favor, amable lector, no se haga usted ahora como el que no sabe. He sido parte de una secta destructiva, y usted también. La pregunta es ¿por qué seguimos aquí? Si la respuesta es: para contribuir, entonces le insto a reflexionar si su contribución es parte del problema o parte de una posible solución. Para distinguirlo propongo considerar uno de los rasgos que requiere la potencial solución, aquel rasgo de tomar como premisa que el sistema mundial actual está, en esencia, defectuoso y se requiere apagar dicho sistema actual y encender uno nuevo, en el nivel personal así como en el colectivo.
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