El pensador crítico y la locura
¡¡Disfruto todo tipo de preguntas y celebro, mucho más, la actitud de planteárselas uno mismo‼ Las preguntas son para mí como ricas frutas de las cuales se puede obtener mucho jugo y alimento para el espíritu. Por favor nota que me refiero a las preguntas, no a las respuestas. Las respuestas tan sólo sirven como andamios, como herramientas, siempre provisionales, siempre al servicio de obtener y formular cada vez más y mejores preguntas. ¡Y así perpetuar el goce y alegría racional del ser pensante! Entiendo claramente el porqué de la soñada escuela de Karl R. Popper —filósofo que hizo enormes aportaciones a la filosofía de la ciencia.
También las preguntas de cualquier tipo son como semillas que cuando las nutrimos pueden crecer y llegar a darnos muchos frutos, en forma de hallazgos, con los cuales podemos mejorar nuestras creencias y nuestro estado de conciencia en general —y en consecuencia, nuestra conducta—. El énfasis lo quiero poner en la actitud de preguntar, y más importante, en el hábito de cuestionar. Mantener esa actitud es importante si de buscar la verdad se trata. El tropezón intelectual y la desnutrición del espíritu ocurren cuando dejamos de preguntar, cuando renunciamos al cuestionamiento y a la indagación crítica, y nos quedamos estáticos con una sola respuesta.
En un seminario de introducción a la Filosofía donde estoy participando vimos el tema Lógica y argumentación. Durante la segunda de tres partes aprendimos que ir al diccionario es un buen punto de partida —aunque no de llegada— para ir formando la definición de los conceptos que nos interesan. Entonces para empezar: ¿Qué es preguntar? ¿Qué es cuestionar? ¿Qué es locura?
¿Todas las preguntas son iguales? Con base en su función, hay varios tipos de preguntas, y a cada tipo le corresponde un tipo de respuesta. Aun si se expresa con las mismas palabras —lo cual sería el caso del enunciado que expresa más de una sola proposición, como se planteó en la sección Lógica y lenguaje de la ya mencionada segunda parte de Lógica y argumentación—. Por ejemplo, “¿Qué hora es?” Dice tanto aquel que se le hace tarde para llegar a su destino, como aquel que busca evocar la inminencia de la hora ineludible cuando deba enfrentar una decisión trascendental. La primera es una pregunta pragmática, es decir, aquella que sirve para hacer algo con la respuesta; mientras que la segunda es una pregunta retórica o poética, aquella que sirve para conmovernos y hacernos sentir algo. Además, hay preguntas conceptuales, aquellas cuya respuesta nos ayuda a entender un asunto considerando todos sus ángulos posibles, y para que nos elevemos de simples preguntas a concienzudos cuestionamientos. Si con las preguntas conceptuales, además, queremos llegar a entender el sentido último de un asunto, su idea central de fondo, entonces estamos en presencia de preguntas filosóficas.
Ahora, pasemos a la pregunta que inspiró el presente texto:
¿Cuál es la diferencia entre un pensador crítico y un loco, si ambos se oponen a lo establecido?
Esta pregunta nos invita primero a poner en claro qué es un pensador crítico. Luego nos invita a asomarnos al concepto de locura y a preguntarnos por las condiciones en las cuáles aplica como adjetivo en relación a una persona. Finalmente, a contrastar ambas ideas para identificar dónde se traslapan —si es que lo hacen— y cuáles son los límites de una posible intersección de significados.
Para distinguir a un pensador crítico contamos con varios rasgos que, cual ingredientes, tienen que estar presentes en una persona para que huela y sepa a pensador crítico. De otro modo, si una persona no cuenta con esos rasgos, entonces el término no aplica para ella. Debo al Dr. Steven D. Schafersman una de las mejores explicaciones del pensamiento crítico que me haya encontrado en Internet, pues incluye una lista de características necesarias para reconocer a un pensador crítico: Una introducción a la ciencia - Pensamiento científico y el método científico.
También, por supuesto, aprendemos a identificar un pensador crítico al ver uno en acción, es el caso de Denise Dresser, de quien se ha dicho “una princesa hecha mujer muy crítica”. Juzga por ti misma a través de la siguiente nota: Una mexicana notable.
La pregunta parece asumir que tanto el pensador crítico como el loco siempre se oponen a lo establecido. Para el caso del pensador crítico, probablemente el supuesto se base en el hecho que los pensadores críticos suelen pronunciarse en directa oposición al error, a lo falso, a lo que no está conectado con los hechos ni con la razón. Como a menudo eso describe lo proveniente del Establishment, es decir, de la clase dirigente o del orden establecido, se entiende entonces la suposición que el pensador crítico siempre se le oponga. Pero hay que recordar que un rasgo indispensable del pensador crítico es la búsqueda de un juicio proporcionado, aplicando los principios de la Lógica material tal que incluso sus propias tendencias, influencias, emociones, y demás perturbaciones intelectuales queden debidamente identificadas y puestas en su debido contexto. Evitando que sus prejuicios lo hagan cargar su juicio hacia un lado o hacia el otro injustificadamente. Un pensador crítico no solamente busca ser íntegro en su pensar evitando la falsedad, sino que elige un nivel más elevado de integridad: la integridad científica. Una ilustración de este concepto lo puedes encontrar en el texto: Lobos, pastores e integridad científica.
El pensador crítico defiende cada día sus creencias y lo hace con toda su capacidad, en tanto dichas creencias cuenten con el fundamento que las justifique. El día que dicho fundamento no se mantenga, ese día el pensador crítico es el primero en estar ávido por cambiar de opinión; es el rasgo del escepticismo reflexivo. Lo contrario es el rasgo que distingue al dogmatismo, en el cual no hay posibilidad alguna de cambiar de opinión, sin importar qué, quién, cómo o cuándo.
Por otro lado, la palabra loco se usa de formas muy diversas y no parece contar con rasgos tan definidos como los del pensador crítico. Oponerse a lo que se establece irreflexivamente, por tradición, ciertamente puede llegar a ser considerado una locura, dadas tanto las perennes condiciones del prejuicio como los niveles de analfabetismo en la sociedad. Por otro lado, la locura debida a la estupidez o a la imprudencia en realidad resulta una especie de antítesis del pensamiento crítico. Pues, por ejemplo, el pensamiento crítico es, como mínimo, lo que nos detiene antes de dar clic en una liga que nos llegó en un correo electrónico del cual no estamos seguros de su procedencia, o simplemente no tenemos certeza del funcionamiento de la página hacia la cual apunta.
Me parece, pues, que la relación entre un loco y un pensador crítico es un tanto tenue y circunstancial, y no una intersección de significados por la cual un término nos remita automáticamente al otro.
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