La realidad y el dogmatismo
A lo largo de un seminario de introducción a la filosofía, he contemplado la posibilidad de que ideas como verdad o realidad, no sean ideas simples, cuyo contenido pueda entenderse en su totalidad sin complicaciones ni dificultades. Pues son ideas muy “grandes”, que tienen un aspecto emergente por el cual se puede decir que se requiere toda una vida para siquiera empezar a entenderlas.
Pensando en analogías, no podemos decir que ese tipo de ideas sean como lugares, con una extensión y localidad estáticas, fijas, inamovibles. Hay otra ilustración que nos evoca más rasgos y arroja más luz sobre lo que trata ese tipo de ideas: larguísimos caminos aún no recorridos, donde siempre habrá una perplejidad por lo que viene a continuación, después de la siguiente curva, sobre dicho camino.
La ilustración del camino también arroja luz sobre el significado de estar en contacto con la realidad y la verdad: la actitud por emprender la marcha, constantemente, sobre dicho camino. Ir de un lugar a otro sin establecer una residencia fija, en cada mudanza llevando consigo tan sólo lo necesario, es decir, nuestro ser resultado del recorrido hasta ese punto. Si crees que esto significa cambiar de opinión a cada rato, pues sí, justamente eso significa. Pero aquí estamos hablando de una mejora de la mentalidad, no de inestabilidad o indecisión. Estamos hablando de cambios en el estado de conciencia que son justificados por lo que vamos encontrando en el camino, no del cambio por el cambio mismo.
Para ilustrar la idea podemos contrastarla con una posición opuesta: el dogmatismo a ultranza, y en particular el dogmatismo religioso, donde no se espera y es muy mal visto que se cuestionen las ideas establecidas. El dogmatismo —así como su hermano gemelo, el paternalismo— no es algo de lo que los seres humanos podamos ufanarnos, por el contrario, si consideramos sus consecuencias entonces podemos clasificarlo entre las peores atrocidades perpetradas en contra del prójimo cuando impide su desarrollo como persona.
Una manifestación del dogmatismo es establecerse con una residencia fija en nuestro recorrido por la realidad. Es decir, cimentar la mentalidad sobre un conjunto fijo e inamovible de creencias. Esto se puede observar muy frecuentemente en círculos religiosos, más acentuadamente en los círculos religiosos del monoteísmo —a saber, cristianismo, islamismo y judaísmo—. Cabe la pregunta y considerando el patrón de aciertos en el historial humano: ¿qué es más probable, que Dios evoque un carácter psicótico y perverso o que el ser humano simplemente ha entendido todo al revés y, por tanto, la existencia de grupos religiosos no se justifica?
Por mi parte, veo que tratar de ser un nómada mental es lo más sensato y cuerdo por hacer si quiero estar en contacto con la realidad.
Estoy preparando una breve nota donde reflexiono sobre los hitos generales de mi recorrido en tanto mi vida interior, y ha sido interesante ubicarme en mis diferentes moradas mentales a lo largo de mi caminar y observar desde ahí la evolución de mis opiniones. Hubo una etapa donde fui un inquisidor moderno militante, y ahora veo, con una mezcla de compasión y vergüenza, al yo mismo de entonces y la opinión que sostenía contra mis ideas y perspectivas de ahora. La razón del sentimiento mezclado es que en mi mundo actual sí hay espacio, sí hay cabida para el yo de antaño, como ser humano; pero también sé que en el mundo de ese yo de antaño no hay espacio para mi yo de ahora. Cabe preguntar ¿cuál posición evoca más a Jesús, El Cristo? ¿Cuál representa una mayor aportación a la búsqueda por la verdad: el dogmatismo o el pensamiento crítico?
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