Ética y el estado de enajenación
Tal vez hemos experimentado, o hemos sido testigos directos, o hemos sabido de algún caso de enajenación, me refiero a ese embeleso que ocurre en una persona por algo o alguien y de cuyo estado la misma persona no logra, por sí misma, estar consciente. Un ejemplo típico es el caso del enamoramiento, el cual, si la persona carece de su sentido crítico desarrollado, puede llevar a consecuencias no elegidas. El caso del enamoramiento ocurre indistintamente sin importar el género sexual, por ejemplo, puede ser el caso de una mujer cuya voluntad está a los pies de un hombre.
Por un lado, ella sufre un trastorno en su percepción por el cual tiende a exagerar desmesuradamente los atributos de él, tal que la sola presencia del sujeto o su recuerdo representan para ella la contemplación de un sol que ilumina su vida y eleva su estado de ánimo, e incluso su estado físico, sin razón aparente. En dicho estado, toda su voluntad y su juicio están gobernados por el incesante deseo de bienestar para el ser idolatrado, todo lo positivo se relaciona con el afán de complacerle, todas las prioridades, incluso las vitales, son reordenadas en función de la voluntad del sujeto de su enajenación.
Tal estado explica por qué las personas enajenadas llegan a cometer descomunales errores de horribles consecuencias para ellas mismas, y también para terceros —ejemplos más adelante.
Por otro lado, y siguiendo con el ejemplo, si el hombre corresponde a tal idolatría con una similar, entonces tan sólo resta esperar que no causen daño a terceros. Por el contrario, cuando no hay correspondencia, la situación es realmente grave cuando, en este ejemplo, el hombre se da clara cuenta del estado de enajenación en el que se encuentra la mujer, en el que puede pedirle cualquier cosa —realmente cualquier cosa— y ella intentará hasta lo imposible para complacerle, sin importarle qué, quién, cómo y cuándo.
En este estado, una persona tiene prácticamente es sus manos la vida de la persona enajenada para hacer de ella lo que le plazca. ¿Se decidirá por el bienestar del enajenado? ¿Tendrá la capacidad de reflexión ética? ¿Qué opinión le merece la conducta de aquel que decide tan sólo sacar ventaja personal de la situación? ¿Qué nos dice dicha conducta acerca de la persona quien en dicha relación únicamente prefiere su bienestar, provecho, y satisfacción, a costa del abuso de su enajenado?
Difícilmente consideraría usted tolerar tan perversa conducta, por supuesto que respetar tal conducta ni siquiera se pensaría. Pues se trataría de un acto criminal y el responsable debería ser procesado como lo que es, un delincuente y perpetrador de tan injustificados actos. Usted exigiría que tal malhechor fuese llevado a dar cuentas ante la justicia. Y lo exigiría pues usted se considera alguien con valores morales y no se considera involucrada en ningún nivel de tal abuso por enajenación. ¿Sí? ¿Está usted segura que así sería su reacción ante tal situación? Veamos algunos ejemplos, estimado lector, con los que podrá recurrir a su propia memoria y contemplar, en realidad, cuál ha sido su reacción.
Empecemos con el caso de la escuela, a la que todos los días los propios padres y tutores envían a sus hijos. Me refiero a esa que está regida por un sistema escolarizante cuyo objetivo principal y último es lograr que los individuos se integren al aparato social establecido en lugar de hacerlos, desde el principio, cuestionadores profesionales de sí mismos y de su entorno. Me refiero a esas escuelas donde difícilmente los estudiantes son estimulados para que ellos mismos se pregunten ¿Qué es la educación? Donde la ausencia de la reflexión filosófica es desmoralizante. Escuelas donde no está claro si los niños llegan todos los días a las manos de sus benefactores o de sus explotadores, donde cabe la duda de si llegan a una penitenciaría o a un recinto donde es creado el futuro de la libertad humana.
El siguiente ejemplo trata del así llamado “trabajo”, ese que corresponde a lo que supuestamente la escuela nos preparó, ese por muchos visto como una carga que nos vemos obligados a soportar durante varios días, durante los cuales se vive anhelando la llegada del día en que no se trabaja. Ese trabajo utilitarista que exige tan sólo “lo práctico” para alcanzar tan sólo el “bien supremo” de la utilidad económica, y no la virtud y destreza humanas. Ese trabajo que no representa para el individuo el escape del analfabetismo sino que sólo representa ser usado como un engranaje reemplazable en la maquinaria de la producción. No es difícil observar, en la Historia, la dinámica social por la que muchos han disputado, incluso hasta las armas, las condiciones de explotación y esclavitud disimulada en que viven todos los días la mayoría de la población mundial. ¿Que dónde está la enajenación aquí? Por ejemplo: ¿Le parece poco el contraste entre lo ofrecido por dicho sistema a un trabajador —por mucho que esto sea— comparado con lo que tiene que abandonar en términos de vida espiritual? Es decir, ¿vale la pena vivir así, si esa vida implica abandonar la oportunidad de vivir no sólo como homo sapiens sino además como homo criticus sapiens?
El último ejemplo en este texto no es algo ajeno a los ejemplos anteriores, de hecho, está íntimamente involucrado con sus factores de causa y de preservación de dichas situaciones. Se trata de la religión, en el sentido amplio como el referido en mi texto: He sido parte de una secta destructiva. No guardo muchas esperanzas en que las personas dominadas por el pensamiento mítico/mágico/religioso entiendan que sus ideas dogmáticas y sus acciones paternalistas, su cosmovisión, su modo de interpretar el mundo, no sólo no es positivo, ni siquiera algo inofensivo, sino que en realidad es algo muy negativo y perjudicial para la mujer y el hombre de hoy y del mañana. ¿No son religiosos enajenados quienes se inmolan en actos suicidas convencidos de estar haciendo algo sublime? ¿No son inermes infantes quienes por años han servido de satisfacción para la pedofilia de quienes tienen posiciones de autoridad e influencia religiosa mismos que, en lugar de ser recluidos, han sido protegidos por su prelado jerárquico para el bienestar y preservación de su institución? ¿No son indefensos infantes mentales quienes son adoctrinados para servir a la causa de partidos confesionales religiosos, bajo el yugo del castigo o premio eternos?
La religión dogmática representa el caso de enajenación más perverso y sutil, pues se fundamenta en un aura de sacralidad y de sapiencia que siempre reside, exclusivamente, en los prelados y ministros de culto quienes sancionan la verdad supuestamente debido a su conexión directa y jerárquica con la divinidad. De dicha aura también proceden muchos disparates a la hora de interpretar sus propios textos sagrados, tal que en lugar de fomentar el estudio histórico-crítico de, por ejemplo, la Biblia, tan sólo promueven la interpretación devocional que les convenga para sus intereses del día. ¿No fue el caso de la Rama de los Davidianos, en Waco, Texas, en donde David Koresh, usando versículos por aquí y por allá de la Biblia, logró justificar que el ungir la cabeza de los gobernantes bíblicos equivale ahora a derramar semen sobre la cabeza del pene de los mismos? Lo trágico fue que sus seguidores, que lo creían un líder divino, estuvieron por tanto muy dispuestos a ofrecer a sus esposas e hijas adolecentes para que éste desquiciado abusara de ellas, por años.
¿No es acaso un derecho de los niños el tener una educación científica? ¿No tienen derecho a que les informen, imparcialmente, de las diversas cosmovisiones en la Historia de la humanidad en lugar de sólo ser adoctrinados en una cosmovisión mítica/mágica/religiosa? ¿Por qué pues el desproporcionado interés de la religión en promover su perspectiva como “la mejor”? Esto se puede corroborar en los textos con los que imparten clases dominicales donde, errando terriblemente, explican a los niños que fenómenos en la Naturaleza tienen origen y causas divinas. ¿Qué justifica al mundo religioso dar explicaciones que no le corresponden? ¿Por qué ignoran la justificación que ofrece la ciencia para dar explicaciones sobre el mundo natural? Justificación basada en un trabajo mucho, mucho mayor y más fundamentado que el subjetivo trabajo especulativo de los diversos tipos de Teología. ¿No se percatan que su conducta avala la misma posición dominante y autoritaria que conlleva tanto a la enajenación como a la pederastia?
El estado de enajenación que hemos mencionado y ejemplificado es uno de los estados de consciencia al que fácilmente puede llegar un infante mental —aquel que no tiene su sentido crítico desarrollado— y es uno de los estados más temidos por aquella madre o padre quien desconoce las rasgos del desarrollo intelectual y quisiera evitar el que abusen de sus hijos. Lamentablemente, debido a dicha ignorancia, lo que logran poner a su alcance es depositar toda su confianza en la escuela escolarizante y adoctrinante o en el regazo de la religión, sin saber que están mandando a sus hijos precisamente a las manos de los peores enajenadores en la Historia.
¿Cuál puede ser el sentido de justicia en la actualidad que no llevamos a todos estos criminales enajenadores a rendir cuentas y enfrentar las consecuencias de sus delitos? Vemos que los poderes económico, militar y eclesiástico buscan conseguir y repartirse la mayor cantidad de enajenados para que estos vivan tan sólo para ser sujeto de abuso en beneficio de los intereses particulares de aquellos poderosos. Quienes terminan justificando todo diciendo simplista e ignorantemente: “es el mundo real”. ¿No hemos aprendido nada de la Historia? ¿Tenemos que repetir el ciclo donde surge un Robespierre, con su Reinado del Terror, y lleva a los miembros de toda burguesía, junto con sus familias, a la guillotina, para luego todo derive de nuevo en la acumulación y corrupción del poder por unos cuantos?
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