Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Sunday, November 28, 2010

¿La fe ciega es un estado enajenado?

¿Por qué es común que los clérigos o ministros de culto cristiano no digan claramente desde el púlpito a su feligresía que, hoy 2010, no hay justificación para una fe ciega e ignorante, tan sólo basada en la sinceridad, en el entusiasmo y en las emociones? ¿Por qué alientan entre su feligresía la enajenación y la ignorancia basados en el más ingenuo biblicismo —literalismo bíblico— de la Edad Media? ¿Son perversos, estúpidos, o tienen una agenda sadomasoquista por la cual se placen al someterse y someter a otros jerárquicamente?

Para ejercer como un clérigo o ministro de culto de profesión es indispensable el estudio responsable del estado en el que nos llega el cristianismo hasta nuestros días. Estos estudios incluyen el análisis de la amplitud y diversidad de perspectivas por las que es justificable acercarse hoy en día a lo que se pueda llamar cristianismo propiamente, y así evitar fatales errores que se han presentado en el pensamiento religioso durante la Historia. Errores como el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición —antecedente de la actual y vigente Congregación para la Doctrina de la Fe—, la quema de brujas, el fanatismo radical, la misoginia bíblica, el soporte a la esclavitud, etc. El método histórico-crítico, también llamado criticismo alto, es una parte indispensable para el estudio bíblico en tal preparación profesional.

Los estudios profesionales de los clérigos y ministros de culto típicamente son auspiciados por las aportaciones económicas de la misma feligresía a la que posteriormente “servirán”. Por lo cual es sorprendente que, en respuesta, casi nada de esa vasta preparación sea compartida por los clérigos con quienes les financiaron su carrera profesional. ¿Para qué creen que los mandaron a estudiar? ¿Para que al regresar sólo dijeran lo que la feligresía quiere escuchar? A decir de la conducta de muchos en tales feligresías, sí, precisamente eso es lo que esperan de sus ministros de culto. Pero no todos los que se acercan al cristianismo opinan así. Muchos al enterarse, por terceros, de los vigentes debates entre eruditos acerca de todas sus creencias, preguntan justificadamente: “¿Por qué no se me ha informado claramente de todo esto?”

Las explicaciones al respecto, por parte de esos clérigos y ministros de culto, típicamente parten de premisas absurdas que sirven principalmente para los intereses de unos pocos y no para la divulgación amplia del conocimiento sostenible acerca del cristianismo. Asumen que sus feligresías no están interesadas en tales temas o que no tienen la capacidad para entenderlos debidamente, pero los clérigos que suponen eso sólo reflejan su favoritismo por sus propias agendas clericales, por sus cruzadas personales, sus prioridades institucionales, su posición de poder e influencia, pero rara vez por el desarrollo integral de las personas en lo individual. A decir de su silencio, o desperdiciaron sus estudios al no entender a cabalidad lo que se les enseñó y, por lo tanto, no tienen la capacidad de explicarlo con claridad a sus feligresías, o tienen un exagerado interés en mantener el control de la información y sólo dar a conocer lo que les convenga a ellos y a su elite o prelado jerárquico.

El tipo de conclusiones a las que se puede llegar por medio del ejercicio teológico no son del mismo tipo de las que se puede llegar con el ejercicio científico. Los resultados en ambos ejercicios tienen un carácter especulativo y, a la vez, buscan ofrecer una perspectiva desde la cual sea posible describir y explicar consistentemente el mayor número posible de casos o conceptos contenidos en la información disponible sobre un tema dado. Los resultados suelen llevar el nombre de teoría —la cual ha sido propuesta por la filosofía de la Ciencia como la unidad epistemológica mínima para formar conocimiento nuevo—. Una de las diferencias principales entre ambos ejercicios consiste en que una teoría científica puede ser contrastada con la Naturaleza mientras que una teoría teológica no puede ser contrastada con nada similar a la Naturaleza. Ahí reside un rasgo de demarcación entre el idealismo y el realismo filosófico; es decir, mientras que las ideas científicas pueden referir algo fuera del pensamiento, las ideas teológicas se quedan necesariamente en el pensamiento. Si una teoría científica describe adecuadamente a la Naturaleza entonces puede llegar a ser conocimiento confiable o, de otro modo, debe descartarse cuando la Naturaleza no se comporte como dice tal teoría. En cambio, una teoría teológica no puede ser contrastada pues no hay una justificación epistemológica para afirmar que se conoce lo que Dios piensa, siente o quiere, y entonces no es posible contrastar tales teorías contra un marco de referencia realista e imparcial (ver: ¿Qué quiere Yahvé?). Por supuesto, hay posiciones gnoseológicas que afirman saber lo que Dios piensa, siente o quiere pero tales posiciones no afirman que sus pronunciamientos tengan referencia en el campo del realismo. De tal manera que el esfuerzo teológico permanece, esencialmente, como una reflexión especulativa en el ámbito de lo sociocultural y de lo psicológico. Lo cual por ningún motivo representa algo trivial o inferior, por el contrario, su ejercicio requiere mucha preparación pues es un ámbito mucho más resbaladizo que el ámbito científico.

De ahí se explica que también hoy en día se mantengan acérrimos debates, entre eruditos de la Biblia, acerca de todo tipo de creencias en el cristianismo, aun acerca de las creencias que algunos consideran más básicas. Esos debates han ocurrido desde los primeros siglos del cristianismo, como lo registra su historia. ¿Crees que la principal oposición proviene del exterior? Por el contrario, los más acérrimos debatientes han sido y son los creyentes, la mayor pugna sucede en el interior del cristianismo. Pero es importante identificar el soporte a su posición que presentan los concienzudos debatientes. Los debates doctrinales llegan a reflejar callejones sin salida pues los contendientes defienden su perspectiva no con trivialidades, sino con muy buenas razones. Por supuesto aquí me refiero a teólogos de profesión, quienes suelen tener acceso a información muy relevante, y no a personas como el resto de nosotros que tan sólo llegamos a saber lo que se deriva del trabajo teológico de otros.

Ni siquiera necesito mencionar, amable lector, que usted mismo podría corroborar lo siguiente: que a lo que se puede llegar con el trabajo teológico es a posiciones basadas en una selección particular de premisas, cuya verdad se asume en diferentes grados, para lograr perspectivas consistentes con ciertos conceptos o dogmas seleccionados con antelación. Pero es extremadamente difícil llegar a posiciones que clamen superioridad absoluta sobre otras posibles posiciones. Un ejemplo de teoría teológica es la que podría proponer una manera de pensar acerca del significado que tendrían los resultados del trabajo arqueológico sobre el Jesús histórico, ya que los datos arqueológicos por sí mismos no ofrecen ninguna conclusión es necesario ejercer la Teología para derivar un entendimiento a partir de esos datos dispersos.

De lo anterior se puede ver que los clérigos y ministros de culto que sólo predican una perspectiva teológica, la que más acomode a sus preconcepciones, en realidad están cometiendo un abuso en contra de su feligresía. Es un abuso pues asumen que sólo tal perspectiva sirve para las necesidades de todos, como si las necesidades personales debiesen ajustarse forzosamente a esa perspectiva teológica. A decir de su conducta, consienten su pereza mental y obstaculizan el ejercicio teológico al no ejercerlo ellos mismos ni tampoco informan con claridad a su feligresía para que los individuos persigan su propia preparación teológica, ya que la riqueza de la Teología da para muchas más necesidades personales y circunstancias particulares. Peor aún, estos clérigos y ministros de culto declaran, frente a adultos e infantes por igual, que llegar a ser un erudito de la Biblia es opcional aun al adoptar y defender los dogmas locales establecidos. Aquí radica otra de las formas de abuso espiritual en contra de las defraudadas feligresías: se les dice que tienen que promover y defender posiciones teológicas a partir de dogmas que ni siquiera entienden y que, en plena confusión, ponen al mismo nivel del conocimiento confiable de la Ciencia.

Un efecto de tal abuso se puede constatar al escuchar a creyentes enajenados que no han sido debidamente informados de todo lo anterior por parte de sus clérigos y ministros de culto. Un ejemplo se puede observar en el inicio, durante los primeros 2:15 minutos, del siguiente video: mujer tal vez entusiasta, pero desinformada — quizá esa mujer del público presente en ese video, quien pasó al micrófono a hacer preguntas sin sentido, cuenta con las ganas de divulgar un mensaje acerca de la teoría teológica que incluye una salvación por medio de Jesucristo, pero ha sido defraudada por sus clérigos y ministros de culto que la han dejado en un estado enajenado y desinformado.

El abuso espiritual sobre los creyentes de determinados grupos religiosos cristianos, de corte ortodoxo, donde se propone una jerarquía en la que los clérigos y ministros de culto sirven como intermediarios entre Dios y el resto de la feligresía, representa un argumento más en contra del teísmo. Los argumentos más fuertes en contra del teísmo no provienen de los ateos sino de la propia historia del cristianismo, el devenir del grueso del cristianismo es el principal argumento en contra del teísmo. Por mucho que las emociones estén involucradas y queramos que no sea ese el caso.

Cuando los creyentes se enfocan en lo mejor del cristianismo: el amor, la compasión, el mantenerse como aprendiz, el perdón, el cambio periódico de mentalidad —también llamado arrepentimiento—, la solidaridad, la libertad, la congruencia entre el discurso y la vida personal, etc., pues no queda más que decir ¡adelante! Pero cuando los creyentes abusan del texto bíblico y derivan conclusiones discriminatorias, misóginas, despóticas, partidistas, xenofóbicas, elitistas, autoritarias, etc., basados en dogmas que ni siquiera entienden, entonces estamos ante lo peor del cristianismo.

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