Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Monday, November 15, 2010

Criterios de membresía

Reproduzco de forma íntegra un texto que recién aporté en el foro de una red social en Internet. El tema de la discusión giraba alrededor de una pregunta abierta que alguien hizo y que buscaba comentarios acerca de cuál debería ser la definición de dicha red social, la cual está asociada al grupo conocido por sus siglas ICOC (International Churches Of Christ):

Si me permiten, me gustaría participar con unos comentarios. Primero quiero decir que coincido mucho, pues me parece muy cierto, con la observación de que las personas, como yo, que nos acercamos al cristianismo hemos reconocido que somos de lo peor de la sociedad, personas de la peor calaña no por nada externo sino por nuestro estado interior (El Evangelio y lo peor de la sociedad). La evidencia de tal oscuridad la conserva cada uno en su propia memoria. Hablando de mi persona creo que tal situación básicamente permanecerá siendo cierta por el resto de mi vida. El cristianismo serviría no para olvidarme de eso, por el contrario, sino para ahondar en esa realidad y tomar cada vez mayor conciencia del grado de mi garrafal pequeñez interna.

De ahí me puedo explicar el porqué persisto en seguir participando en esta red social, la cual es una entre varias que existen o han existido anteriormente entre miembros de la ICOC —¿alguien recuerda lo que fue upcyberdown.com?—. Soy necio, arrogante, y muchas otras cosas similares, de las cuales por mucho tiempo fui el primero en ser el más severo e inclemente flagelador de mí mismo. Pero la flagelación moral no me sirvió de nada. En mi caso, otras cosas han sido lo que me ha ayudado a tomar conciencia de mi situación y lograr cambios, muy marginales, pero finalmente cambios de los cuales no hay regreso, como lo exige el arrepentimiento cristiano. La mayor parte del camino es lo que aún me resta por recorrer.

Entonces, no es de sorprenderse que al juntar a la calaña de la sociedad, como yo, resulten todo tipo de atrocidades. Tan sólo hacemos lo mejor que sabemos hacer: pecar —es decir, desatinamos el blanco u objetivo, el cual es Jesús, El Cristo.

Ahora, sea de forma física o electrónica, una red o grupo social de lacras indeseables muy probablemente llegará a la conclusión de que poner reglas y estatutos para discriminar a unas lacras de otras es una buena idea. Tal vez el criterio principal fuese quién se reconoce como tal y quién no. Pero cualquiera que sea el criterio para discriminar, automáticamente excluirá a todos aquellos que no cumplan con los rasgos determinados de manera intransigente. ¿Quién será aquel cobarde, aquel “ario”, quien se atreverá a determinar quién cumple con los criterios y quién no? ¿No le parece que quedarían muy poquitos dentro de un cerrado e irrelevante círculo elitista? ¿Quién será el intransigente que decidirá excluir a quien piense y sea diferente? Para aquel que dé un paso al frente le recuerdo que la frase: “Lo que se pone en Internet, se queda para siempre”, no ha resultado ser una frase ociosa. Prudencia es la palabra que cruza en mi mente.

Lo macabro de marcar líneas entre personas es que con facilidad se llega a conclusiones como la siguiente:

"Que los santos puedan disfrutar su bienaventuranza y la gracia de Dios más abundantemente, permitiéndoseles ver el castigo de los condenados en el infierno" —santo” Tomás de Aquino

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