¿Qué quiere Yahvé?
El ejercicio de la filosofía antropológica busca contemplar al fenómeno humano en sus diversas manifestaciones. El conocimiento, el arte, la religión, la libertad, la comunicación, los valores, representan problemas o paradojas dignas de profunda reflexión para conocernos a nosotros mismos y a nuestra diversidad cultural. Para el caso de la cultura occidental no podemos más que reconocer la enorme influencia que ha tenido el cristianismo, a lo largo de los siglos, sobre el devenir de esta cultura. Así que para entender tal cultura es necesario tratar de entender también a la religión cristiana, sus orígenes, su amplitud y diversidad.
Uno de los dogmas del cristianismo ha consistido en afirmar la realidad de un dios con carácter antropomórfico, una persona con determinadas características, a quien la tradición judaica refiere como Yahvé. De tal dogma se desprende gran parte de su sistema teológico, el cual se fundamenta sobre el conocimiento de lo que Yahvé piensa, siente, o quiere. Lo cual llega a la Humanidad, según el cristianismo, por medio de una revelación divina directa, de viva voz o desde la mente de Yahvé hacia la mente de algunos individuos en particular del pueblo hebreo hace muchos siglos, quienes transmitieron tal revelación a su pueblo israelita. Uno de esos individuos fue Jesus, El Cristo, quien representa una de las figuras centrales para el cristianismo pues transmite de primera mano el sentido de lo que Yahvé piensa, siente o quiere. Los receptores de esta transmisión, a su vez, la propagaron en forma de una tradición oral que eventualmente se transformó en una tradición textual. Así, llega a nuestras manos al día de hoy una tradición textual en cuyo contenido, según el cristianismo, se puede conocer lo que Yahvé piensa, siente, o quiere. Tal tradición textual tiene su origen en una serie de textos antiguos provenientes de una diversidad de comunidades a lo largo del Oriente Medio durante los primeros siglos de nuestra era. La historia de estas comunidades y sus textos es de vital importancia para entender la formación de lo que llegó a ser el canon bíblico cristiano —remito una página con un atisbo hacia tal historia: Escogiendo un ejemplo—. Dicho canon incluye sólo determinados textos de aquella época: algunos del canon hebreo más algunos otros textos propiamente cristianos. Estos últimos son textos cuyo contenido, según el cristianismo, también fue inspirado milagrosamente por la mente de Yahvé de forma directa hacia la mente de los escritores para reflejar lo que piensa, siente o quiere. Sin embargo, no se cuenta con ningún original de tales textos, todos los originales se han perdido en la antigüedad y sólo sobreviven copias. Pero las copias más antiguas que se conservan datan de varios siglos posteriores a los sucesos que narran. Dichas copias son el resultado de una larga e intrincada serie de copias a lo largo de varios siglos, cuyo proceso no ocurrió libre de serios problemas de transmisión textual. Al parecer, el acto milagroso de la revelación divina por parte de Yahvé no incluyó el acto milagroso de conservar las palabras originales sobre lo que piensa, siente o quiere. Para solventar tan incongruente situación, según algunas facciones del cristianismo, se afirma que la persona en funciones de determinado cargo papal cuenta con la asistencia divina al dictar ex cátedra doctrinas pertenecientes a la fe y a las costumbres, y que así hoy en día conocemos lo que Yahvé piensa, siente o quiere.
¿Se puede conocer hoy lo que Yahvé piensa, siente o quiere?
El problema del conocimiento humano se hace relevante aquí al intentar cualquier respuesta a semejante pregunta. La antropología filosófica se vale de la Epistemología y de la Gnoseología para reflexionar sobre este tipo de preguntas —remito las siguientes páginas que, aunque precariamente, ofrecen un atisbo sobre Epistemología (Pensamiento crítico y filosofía de la Ciencia) y Gnoseología (Creencia y teoría del conocimiento), respectivamente.
Se podrían llenar bibliotecas enteras con todo lo que no sabemos acerca de un tema dado —de hecho así es—, y si el tema implica lo que no se puede encontrar en el mundo natural entonces no contamos con un punto de referencia consistente e inalterable con el cual corroboremos la plausibilidad de nuestro conocimiento. Es decir, el conocimiento sobre el mundo natural se puede corroborar de forma independiente; por ejemplo, sabemos de la fuerza de gravedad no sólo porque un tercero nos lo dijo sino además porque tenemos la teoría que la explica y nuestra propia experiencia sensible. El punto de referencia en este caso es la Naturaleza y permite descartar las teorías que no la expliquen apropiadamente. Por el contrario, para ostentar conocimiento acerca del mundo sobrenatural no contamos con un punto de referencia consistente e inalterable de acceso independiente, tan sólo lo que nos dice un tercero o el producto de nuestra propia imaginación. Pero en ambos casos no hay manera de corroborar la correspondencia con la realidad allá afuera, afuera de lo que se dice o de lo que se imagina.
Por lo tanto, el conocimiento que sostiene las respuestas a preguntas importantes —inclusive las preguntas del mundo natural— no tiene un carácter absoluto, nunca lo tendrá pues no están dadas las condiciones para obtener respuestas absolutas.
En el ámbito de la teología cristiana algunos han dicho que lo absoluto es lo que Yahvé piensa y que eso lo podemos conocer de alguna manera a través de lo que está escrito en la Biblia. Pero basta con estudiar la historiografía de la Biblia, el tipo de políticas que dieron lugar al canon bíblico, o una simple lectura comparativa del texto para darse cuenta, por uno mismo, que la Biblia ha sido el libro más importante en la cultura occidental pero también que la Biblia no es un punto de referencia consistente e inalterable como muchos, de una manera desinformada, quieren hacer ver.
Esto nos lleva necesariamente a cuestionar la posibilidad de conocer lo que Yahvé realmente piensa, siente, o quiere. Las condiciones en las que nos llega, hoy 2010, la información acerca del cristianismo exigen cuestionar toda afirmación que presuma saber lo que Yahvé piensa o siente. Pues en realidad eso no se puede conocer ya que simplemente no hay manera de justificar tal conocimiento y, por tanto, toda afirmación de ese tipo resulta en una mera opinión, subjetiva, y no en conocimiento confiable. Una causa recurrente de errores mortales cometidos por el ser humano en contra de sí mismo y de otros seres humanos ha sido basar sus juicios en conocimiento que no es confiable.
Otra cuestión totalmente diferente es argumentar una posición teológica circunscrita al ámbito del cristianismo, sin ninguna pretensión de correspondencia con la realidad fuera de ese ámbito. Aun así, vemos que, dadas las condiciones actuales, la discusión y el debate son caminos adecuados para quien insista en hacer preguntas relevantes sobre la religión cristiana y su influencia en la cultura occidental. Remito las siguientes páginas con reflexiones que pueden alentar tales debates en tanto al estudio bíblico (Sobre ser adulto) y acerca de los conceptos de realidad, dogmatismo (La realidad y el dogmatismo), y verdad (Verdad y teoría).
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