Verdad y teoría
De manera somera diré que una teoría es una perspectiva que da amplia cuenta de un problema y una solución a tal problema. Hay muchos tipos de teorías, en la opinión popular la palabra teoría remite una idea absurda carente de contacto con el terreno de la realidad o de la verdad. Pero aquí aludo a la idea de teoría científica y a la idea de teoría teológica, las cuales suelen ser el resultado de una ardua investigación, muchísimo trabajo dedicado, y un continuo compromiso con la curiosidad y el cuestionamiento —lo cual las hace lo opuesto a la idea mencionada de la opinión popular, quizá una mejor palabra para esa idea popular es: figuración.
¿Cuál es la relación de una teoría con la realidad y con la verdad? Para responder a tal pregunta es necesario evaluar la teoría en cuestión. La evaluación de una teoría incluye no sólo el análisis de su poder descriptivo y explicativo sino también de la solidez de su soporte racional así como el examen del método crítico por el cual llega a sus resultados. Las conclusiones de tal evaluación necesariamente requieren estar acompañadas de un marco de referencia conceptual dentro del cual cobren sentido tales conclusiones. ¿Cuál idea de verdad se tomó en cuenta? ¿Contra qué sentido de realidad se contrastó la teoría bajo escrutinio? Y esto sin ninguna conexión al subjetivismo y relativismo gnoseológicos, sino para aumentar la claridad de los resultados de la evaluación al dejar asentada la intencionalidad en el uso de palabras como verdad y realidad.
Para ilustrar esto imaginemos que el siguiente enunciado proviene de una teoría mitológica:
“Prometeo es un campeón para la Humanidad pues robó el fuego de los dioses del Olimpo para dárselos a los hombres”
¿El enunciado es verdadero? Una evaluación de tal teoría, en el contexto de la mitología griega, concluiría que tal enunciado es verdadero —claro, si la teoría se evalúa en el contexto de la cosmogonía mixteca entonces carecería de coherencia alguna—. Por otro lado, si en lugar de Prometeo el enunciado dijera Telémaco, entonces el enunciado sería falso. ¿Qué cuenta para su verdad o su falsedad? El examen deberá dejar en claro si sustenta su conclusión en la teoría de la correspondencia, o en la teoría de la coherencia, o en la teoría pragmática de la verdad, o en cualquier otra de las teorías de la verdad a la fecha*. Por supuesto, los resultados del examen asumirían, implícita o explícitamente, los aspectos problemáticos asociados a la teoría elegida de la verdad.
* Al evaluar una teoría necesariamente recurrimos a otras teorías. Al parecer es inevitable que el conocimiento humano deba sostenerse de una —potencialmente frágil— «telaraña de creencias» (web of belief), como lo ha propuesto W.V. Quine.
¿El enunciado es real? No es diferente el caso aquí. Un examen amplio podría responder a tal pregunta desde las diferentes teorías de la realidad a la fecha, aun si tan sólo se desea considerar una acepción simple de la palabra existencia. Por supuesto, aquí ya confluyen los conceptos del mundo natural y del mundo sobrenatural. Si se abre la puerta a que las palabras Prometeo, Telémaco, u Olimpo refieren personas o lugares reales, entonces por la misma puerta podrían pasar desde Huitzilopochtli, Osiris, Adán y Eva, el Limbo, etc., hasta Ramtha, “El Coco”, y el tercer cielo, como personas y lugares reales. Por otro lado, y con base en el historial y la pauta de la Ciencia para obtener teorías del mundo natural que se han aproximado justificadamente a la realidad, podemos consentir en dar a la Ciencia el lugar predominante para pronunciarse en el ámbito de lo real.
Es un hecho que nuestras creencias provienen de, y se sustentan en, algún tipo de teoría —estemos conscientes o no de tal hecho—. Para el caso de nuestras creencias sobre el mundo natural parece ser una buena idea sustentarlas en teorías científicas. A la fecha, mientras que la Ciencia natural no explique y sea capaz de controlar y reproducir el fenómeno humano, aún hay espacio‡ para pensar que ideas como el amor, el arte, la sociedad, la soberbia, la compasión, la guerra, la filantropía, la destreza, el odio, la humildad, el egoísmo, etc., no son objetos de una teoría física, sino que pertenecen al campo de las ciencias sociales y de las teorías derivadas de la investigación cultural.
‡ Pero, a decir de la pauta de los avances en Genética, en Neurociencia, y del historial de la Ciencia para refutar las creencias del pasado debidas a las brechas del conocimiento científico —que eventualmente fueron cubiertas por la investigación científica—, tal espacio puede no permanecer abierto indefinidamente. Por lo que la posibilidad del predominio de teorías físicas para explicar tales ideas no es descabellada, como lo sugiere la investigación acerca de la oxitocina y el amor. Tal predominio es más probable a decir del escasísimo avance en teorías culturales, e.g., teorías teológicas, que describan más adecuadamente el fenómeno humano.
El pensamiento mítico-mágico-místico-religioso es parte del fenómeno humano, sería miope descartarlo como algo insignificante siendo que hoy en día tiene un lugar predominante en el grueso de la cultura occidental —sin importar que cada vez más personas se consideren muy modernas al convertirse en consumidores de teléfonos celulares con interfaces multi-touch—. Como parte de las ciencias de la cultura, podemos encontrar teorías teológicas: como la teología dogmática, la teología sistemática, la teología de la liberación, teología liberal, teología neoconservadora, etc., que sostienen una diversidad de doctrinas religiosas prevalecientes en nuestras sociedades hoy en día. Los patrones de pensamiento mítico-mágico-místico-religioso se pueden observar aun en círculos seculares y supuestamente ajenos a la religión, por ejemplo en las corporaciones con un acentuado esquema de estricto comando y control jerárquico. Ya que el pensamiento mítico-mágico-místico-religioso ocupa un lugar predominante en el imaginario social y en el proceder de la mayoría de la población, la evaluación de tales teorías teológicas se hace imperativa al observar el estado actual de nuestras sociedades.
No es difícil observar los efectos en la conducta de quienes conservan creencias pero sin consciencia del tipo de teoría de la cual provienen. Pronuncian enunciados de teorías teológicas como si fuesen enunciados justificables en el ámbito de teorías científicas; por ejemplo, hablan de, y sostienen, la vida después de la muerte como si la teoría teológica afirmara una continuidad física, mientras que la verdad y realidad de tales enunciados deben mantenerse circunscritas al ámbito de la teoría teológica correspondiente.
Por lo tanto, propongo promover la investigación teológico-filosófica a nivel personal para que sean los individuos quienes vayan al fondo de sus creencias más íntimas —incluso quienes toman a la Ciencia como otra forma de religión. A la par, propongo fomentar el debate para someter a un examen crítico cotidiano las reflexiones personales. La divulgación de los métodos de la teología filosófica ayudará a lograr nuevas y más adecuadas teorías teológicas que nos impulsen para continuar en la dirección que marca la flecha del tiempo. Mi propuesta principal consiste en promover la investigación teológico-filosófica, lo importante para mí es aprender de la reflexión profunda de los demás y difundir sus reflexiones. No tengo interés en promover una teoría teológica en particular. Mi propio proyecto teológico-filosófico tan sólo sería una aportación, pero no pretendo promoverlo más allá de lo que su propio valor intrínseco lo amerite. Mi proyecto teológico-filosófico no se basa en dogmas, sino que busca evitar lo peor del cristianismo al centrarse en el continuo desarrollo de la consciencia y en el desarrollo espiritual de los individuos y no en el desarrollo de la religión organizada.
Pero ¿en qué sentido una persona se desarrolla “espiritualmente”?, y ¿cómo eso se relaciona con el ejercicio teológico-filosófico? Por favor continúe, amable lector, en la siguiente página: ¿Para qué teología filosófica?
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