El tercer cielo
Una buena pregunta —como suelen serlo la mayoría de las preguntas— llegó a mi atención: ¿Qué es el tercer cielo, del que habla el texto bíblico nuevo-testamentario en la 2ª carta a los Corintios, capítulo 12, verso 2?
Un frecuentado planteamiento consiste en explicar que en aquella época no se conocían los términos que hoy la ciencia nos ha informado.
Hoy usamos términos como atmósfera, espacio exterior, espacio interplanetario, espacio intergaláctico, etc., para nombrar diferentes lugares de las vastísimas distancias en el universo conocido.
Cuando fue escrito dicho texto existían cosmogonías míticas y alegóricas que concebían a lo que está físicamente por encima de nuestras cabezas en diferentes niveles o capas concéntricas. Una de esas cosmogonías dice que el primer cielo se refiere al cielo visible, el segundo cielo se refiere a donde están las estrellas visibles, el tercer cielo se refiere al lugar donde está el dios judío, y al parecer también el paraíso, el árbol de la vida, y otros lugares y objetos propios de las concepciones mítico-mágico-místico-religiosas de la naturaleza. El planteamiento, además, dice que ahí reside el cuerpo del primer hombre judío –Adán– en espera de resurrección, lo cual es curioso pues no todos los judíos de aquella época tenían la idea de que hubiese vida después de la muerte, sólo los judíos de ciertos grupos que se han identificado por medio del estudio histórico-crítico de la biblia hebrea y de la biblia cristiana.
La mayoría de las culturas del mundo antiguo tenían cada una su propia cosmogonía y teogonía, algunas veces con rasgos similares que se copiaban entre ellas o se imponían, debido a las conquistas. Las cosmogonías, como la helénica, la egipcia, la judía, la árabe, representan algunas de las que bien se puede rastrear su influencia en el mundo como lo conocemos hoy. La cosmogonía del pueblo mexica, por ejemplo, es particularmente interesante culturalmente hablando. Pero, desafortunadamente, no es muy conocida pues la atención de la mayoría de la población mexicana parece que está más dispuesta a escuchar lo que proviene de Walt Disney que en entender cómo y por qué estamos aquí como pueblo o como humanidad.
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