El amor por el fundamentalismo
Una mezcla entre curiosidad y desconcierto me ocurre al saber que alguien como Javier Sicilia diga que ama profundamente a la iglesia católica, como lo dice en su artículo La puta casta del domingo 16 de mayo de 2010. Mi desconcierto se explica fácilmente pues no conozco suficiente del pensamiento del maestro Sicilia como para explicarme su declaración. Al tratar de darme yo mismo una explicación por supuesto que refiero más de mi propia persona que del pensamiento del maestro Sicilia.
Una explicación a tal sentimiento de amor profundo por una institución religiosa es relevante para mí pues yo mismo albergo un profundo interés y admiración por los sucesos del pasado en torno a Jesús, El Cristo, y por los términos y condiciones concretas de mi situación relativa en el panorama histórico desde entonces. Tal vez comparto con quien ama a la iglesia católica aquella dulce infancia llena del amor de los abuelos y de su fervorosa devoción por lo promulgado en la narrativa eclesial católica, popular y vernácula. ¿Se trata entonces de un amor no a la religión sino a lo experimentado tan cariñosamente durante los años infantiles? ¿Será lo mismo que le ocurre a alguien con una infancia desarrollada en un ambiente, digamos, musulmán, judío, o ateo?
Habrá un sinfín de razones por las que habremos mantenido la tradición heredada de los padres o de la familia. Para algunos, la razón principal por la que seríamos católicos, protestantes, judíos, ateos, musulmanes, o de algún otro partido político o dogmático, no es una elección madura en pos de las ideas en la narrativa correspondiente, sino que es una forma de correspondencia o apego hacia quienes nos han amado y nos legaron dicha tradición. El legado no sólo puede provenir del seno familiar, también los entrañables amigos pueden tener una influencia considerable tal que su amor llega a representar la razón por la cual ser de un partido religioso o político particular. Pero entonces cabe la pregunta ¿habríamos adoptado dichas ideas sin la presencia de tal amor a nuestro alrededor?
Por otro lado, hay quienes logran trascender por sí mismos a la influencia de sus condiciones iniciales en su entorno social y elijen libremente una forma de pensar por motivos propios. También los hay quienes logran ir más allá del dominio causado por un adoctrinamiento posterior debido a la inmadurez mental durante la juventud. En ambos casos logran dicha trascendencia al desarrollar su libre albedrío a tal grado que alcanzan un estado de conciencia desde el cual pueden ejercer una elección madura por pertenecer a una religión, partido político o sistema doctrinal en particular. En tal caso, el pensamiento crítico juega un papel indispensable para poder distinguir, por un lado, las ideas valiosas en la doctrina en cuestión de, por otro lado, las desproporciones y errores que echan por tierra a, precisamente, esas ideas que se predican.
Así me explico, de manera provisional, que alguien con la altura intelectual como el maestro Javier Sicilia diga que ama profundamente a la iglesia católica. Pues me parece claro que no ama los desenfrenos e hipocresía cuya más reciente encarnación la ejecuta el linaje Marcial Maciel, sino que ama las ideas fundamentales de dicha tradición que, de alguna manera, nos remiten a Jesús, El Cristo.
Afortunadamente queda todo un horizonte de preguntas por hacer y cuestionamientos por analizar. El fundamentalismo, en sus diversas manifestaciones, no explica satisfactoriamente una plétora de casos en la Historia si es que en realidad está en pos de ideas valiosas para la buena vida humana: la vida reflexionada.
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