Su siguiente transformación
El cambio de mentalidad implicado como parte de las conversiones al cristianismo en los textos neotestamentarios —pongamos por caso— parece contar con un significado dramático, como si tratase de un suceso catastrófico en el rumbo de la vida del convertido. En el sentido de que nada vuelve a ser lo mismo para ese individuo después de tomar cierta autoconsciencia que le hace cambiar sus perspectivas, opiniones y creencias, como para decidir nunca más regresar a ellas. Diríamos que el convertido ha quemado las naves detrás suyo.
¿Qué fue lo que pensaron y experimentaron tales personas? ¿Qué puede provocar tan disruptivo cambio de rumbo? ¿Qué amerita un cambio tan radical en la manera de pensar y de vivir? ¿Cómo se relaciona un despertar así con el desarrollo del estado de conciencia personal?
Por supuesto que mantener haciéndose esas preguntas, investigando en la Soteriología, en la antropología filosófica, y en el vasto material de estudio serio de textos antiguos —de la Biblia en este caso—, es lo que es apropiado hacer para el interesado en aprender del pasado. Para el que no está interesado en la transformación personal, para el que dichas preguntas y estudio representa algo aburrido, o para el que observa en el tema la oportunidad para el adoctrinamiento religioso y la enajenación de masas, para ese, le tengo algunos puntos por los que pienso su posición representa, en una vista de conjunto, la posición de personas cuyo pensamiento es en gran medida la causa del estado de la humanidad y del planeta hoy en día. Como individuo vale y merece el respeto debido por ser persona, pero sus opiniones y su conducta, esas si son sujetas de mi más severa y ríspida crítica así como anhelo que lo sean las mías.
Por ejemplo, ¿qué opinión merecen los responsables, directos e indirectos —ahí ya estamos la mayoría de los adultos vivos hoy en día—, del derrame petrolero en el Golfo de México y de las graves consecuencias ambientales? Sabemos que el petróleo no es fuente renovable de energía y no hacemos mucho que digamos al respecto, seguimos aspirando poseer una vida llega de productos del petróleo, seguimos demandándolos.
Recorrer la vida puede asemejarse a navegar o explorar terrenos y provincias de diversa extensión, todas parte de un vasto e inagotable territorio. La analogía se sostiene para quien gusta del aprendizaje constante, del cuestionar y revisar lo sólido o lo endeble de nuestras propias ideas, del ejercicio filosófico en pocas palabras. En contraste con asentarse en un solo lugar, para dominio y expansión de una sola perspectiva de la vida, para perpetuar una sola versión de la realidad, para aniquilar toda diversidad que no se ajuste a dicha versión dominante. Esta parte de la analogía podría sostenerse para quien insiste en negar el carácter racional y curioso de todo ser humano, o trata de limitarlo para que no afecte sus intereses partidistas o nacionalistas.
Los intereses partidistas, de naturaleza religiosa, política, o sectaria en general, representan la ceguera por la cual la especie humana no parece fundar muchas esperanzas de permanecer en este planeta. Sólo contamos con una Tierra, aquellos que sólo la quieren para sí terminarán provocando que no quede para nadie. Podrán decir: “¡Ganamos, vencimos sobre los demás!” tan sólo para voltear y ver que no quedó nada ¡pero lograron su victoria pírrica! Estúpidos. Por favor no me malinterprete, amable lector, no tengo intensión de ofender, me refiero al estado mental referido por la palabra, estado que yo mismo comparto.
Como ser humano vivo, es usted corresponsable del destino de este planeta. Se requieren cambios expeditos. Las contribuciones a la solución son diversas. ¿Qué tal empezar por transformarse usted mismo? ¿No le parece que le sentaría bien una nueva mentalidad, así como cuando pensamos en estrenar un nuevo automóvil?
Una clave indispensable siempre ha estado en sus manos, es la educación. Pero no me refiero a la farsa representada por los sistemas escolarizados de hoy en día, que promueven el falaz supuesto de la jerarquización debida a los grados académicos. En contraste, ya lo dijo Hans-Georg Gadamer: educación es educarse. Educación es transformación personal. ¿Es usted una persona educada? Es decir, ¿es usted una persona que se está educando a sí misma? ¿Transformando su mentalidad periódicamente? ¿Cuándo fue la última vez que se buscó una transformación como la mencionada en los textos neotestamentarios? No me refiero al desatino que han perpetuado las instituciones religiosas cristianas durante siglos —e instituciones religiosas dogmáticas en general— que han asumido que la religión trata de adoctrinamiento y paternalismo, por el contrario, me refiero al sentido último de la educación, que consiste en el desarrollo de sus facultades como persona. Buscar educarse, poniendo límites al error propio, es en sí mismo una aportación importante a la sociedad. El hábito de la transformación personal —es decir, la educación— es tan vital como el hábito de asearse periódicamente. El ejercicio filosófico a nivel individual resulta necesario como parte de dicho hábito:
“La meta principal de la educación es ayudar a los individuos a ser capaces de realizar cosas nuevas, no simplemente repetir lo que han hecho otras generaciones; sino individuos que sean creativos, inventivos y descubridores, que puedan ser críticos y verificar, y no aceptar, todo lo que se les ofrece” —Jean Piaget
La trasformación mundial requerida, ver Apagar el sistema actual y encender uno nuevo, se fundamenta en la transformación a nivel individual, ver ¿Cómo empezar de nuevo?, pues es a través del pensamiento individual —a diferencia del pensamiento grupal (groupthinking)— que los dogmas y los Establishments pueden encontrar un alto y así sus efectos mantenerse contenidos en el ámbito de lo trivial, donde por seguridad mundial deben permanecer.
Las transformaciones a nivel individual que estimula el ejercicio filosófico suelen incluir el análisis crítico de nuestra situación como realmente es —a diferencia de la situación como queremos verla producto del pensamiento mítico-mágico-místico-religioso-dogmático— y sólo así hay posibilidad de contar con alternativas y propuestas que estén a la altura del problema y de la solución. El análisis crítico es precisamente lo que se necesita para pensar acerca de propuestas como las del actual Movimiento Zeitgeist, por ejemplo esta: En respuesta al derrame de petróleo en el Golfo de México.
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