Cada vez que publico algo sobre el tema general de los judeocristianismos, también necesito precisar mi interés con antelación para mitigar posibles interpretaciones apresuradas. No por tener interés en pensar a fondo ese tema significa que tengo una agenda apologética o proselitista en favor de algún partido religioso. No por explorar el tema significa que busco adherirme a facción alguna, ya sea moderada o extremista, ya sea en favor o en contra, entre los diversos sistemas de creencias en las tradiciones religiosas judeocristianas. Me interesa intentar reflexiones socioculturales amplias que partan de la autocrítica. La autocrítica es necesaria pues algunas formas de judeocristianismo han imperado desde hace muchos siglos sobre muchas culturas, incluyendo las centradas en la lengua castellana; por lo cual, muchos de nosotros fuimos criados y permanecemos en ambientes socioculturales donde imperan las cosmovisiones judeocristianas. Yo ya no subscribo ninguna de esas cosmovisiones en su totalidad ni soy parte de ningún partido religioso relacionado. Mi interés está en entenderlas de una manera más amplia y madura intelectualmente.
¿Por qué pensar sobre la enorme diversidad de cosmovisiones judeocristianas? A lo largo de siglos, ha habido muchos pensadores que se han devanado los sesos y el corazón al respecto y ofrecen múltiples buenas razones. Por supuesto, mi interés me ha llevado a considerar tales razones; sin embargo, también he reflexionado sobre las razones propias durante mi recorrido personal. Por ejemplo, me pregunto cómo otros entienden la relación entre «tolerancia» y «respeto» en esa variedad de cosmovisiones.
Recién busqué la palabra «tribalismo» entre mis notas y encontré los siguientes párrafos. Los escribí hace quizá tres o cuatro años a la fecha. Recuerdo que con ellos respondí a un ex-correligionario durante una charla informal en donde nos poníamos al día. En esa ocasión charlamos de nuestras retrospectivas actuales sobre las pasiones judeocristianas durante nuestra pasada mocedad:
Recuerdo tener ese tipo de celo y de fervor ciego durante mi adolescencia y juventud temprana con respecto a una figura idealizada de Jesucristo. En retrospectiva, ahora pienso que estaba bajo los efectos de un enamoramiento hacia esa figura idealizada. El enamoramiento, como estado psicológico, fue una causa por lo que ese joven menso que fui cometiera tantas estupideces supuestamente en el nombre de Jesucristo. Pero del Jesucristo que estaba en mi mente, de la figurilla que yo mismo me construí en mi imaginación y que me embelesó.
Así como el amor y el enamoramiento no es, por mucho, lo mismo; así también lo histórico y lo imaginado no es, por mucho, lo mismo. Afirmar que lo imaginado es igual a lo histórico, y aún más, afirmarlo de manera fanática son signos de un enamoramiento dañino que ha llegado a la obcecación.
También pienso que «primitivo» es una buena palabra que refiere a la realidad del caso; es decir, para llegar a ese tipo de ceguera y ofuscación se requiere permanecer orientado únicamente por las pulsiones primordiales del animal humano que somos.
Por otro lado, pienso que no les hace falta educación. Al contrario, tienen mucha educación, pero de un tipo de educación basada principalmente en esas pulsiones primordiales. “Educación” no es sinónimo de algo positivo o “bueno”. No toda educación ayuda al individuo a desaprender y reaprender. No toda educación sirve para saber cuándo ajustar el rumbo en la vida, para echar marcha a atrás, para reorientarse con bases diferentes. Muchos tipos de educación tienen el rasgo del tribalismo más primitivo: “nuestras tradiciones son las mejores, por eso nosotros y nuestra educación es lo mejor para todos”. No todo tipo de educación cultiva personas cosmopolitas.
Apoyo la libertad religiosa en tanto sea ejercida por el individuo mismo, como adulto libre y maduro mentalmente. No la apoyo en tanto sea tomada como excusa para enajenar a infantes mentales. Esto segundo es una acción abusiva y no puedo tolerar un abuso, mucho menos respetarlo.
Respeto y tolerancia son dos cosas muy distintas. Confundirlas sigue siendo uno de los graves problemas que aquejan a las sociedades hoy en día.
Al buscar la palabra «respeto» en uno de mis blogs encuentro que ha sido un tema de muchas reflexiones: respeto.
En eso, entonces, estamos de acuerdo: son ideas distintas. Por lo cual no pueden tener significados iguales ni pueden substituirse una por la otra ni deben aplicarse de la misma manera a un mismo caso. Cada opinión requiere ser evaluada por separado y no todas las opiniones merecen la misma tolerancia pues no todas las opiniones son iguales. Algunas opiniones son mejores que otras. Algunas estarán más justificadas que otras.