Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Friday, September 20, 2013

Felices fiestas patrias


Felices fiestas patrias

Cuánto me movió a pensar este video. Como mexicanos, todos somos compatriotas y los problemas que acusa este caballero nos incumben a todos. Es evidente su empeño para hacernos pensar. Y eso es algo que se requiere, pensar a fondo los problemas y desde todos los ángulos posibles, más allá de cualquier noción insulsa de ‘pertenencia de clase’.

El video me hizo recordar una época pasada en la que también convocaba a la gente de esa y otras maneras, pero en el campo del cristianismo. Fue para mí una época de mucho activismo social. Las “convicciones profundas” eran parte del impulso detrás de tal activismo. El caballero del video también estará del todo persuadido de lo valioso de su discurso; y sí, en parte, pues sugiere puntos valiosos, como la pregunta: ¿hay algo por celebrar a escala nacional? Pero quizá su visión es parcial, así como también hace ya algunos años yo reconocí que mi visión en aquella época de activismo era muy parcial, excesivamente parcial.

Ahora busco formarme una visión menos parcial de los problemas en la sociedad alrededor, y cómo puedo contribuir individualmente a una visión más incluyente, más diversa, dónde haya espacio para todos, especialmente para los que no piensen como yo. Una visión donde las “convicciones profundas” no terminen estorbando al tipo de libertad que sirve para madurar como individuos; donde “la verdad” no despoje de su humanidad a quien es o piensa distinto.

En mi caso, dados ciertos rasgos recurrentes en la historia de mi mentalidad, y por reflexión autocrítica sobre tal historia, he comprobado que tengo una percepción distorsionada de la realidad. Pero no aspiro a eliminar por completo dicha distorsión, tan sólo aspiro a identificar mejor sus dimensiones. ¿Qué hacer, pues, con mi mentalidad actual; es decir, con mis opiniones actuales? ¿Qué hacer con ellas?

Durante los últimos cuatro años he estudiado con especial esmero algo de la historia de las ideas, en un prolongado seminario de introducción a la filosofía. Un hallazgo o conclusión tentativa ha sido que diferentes tipos de distorsiones perceptuales de la realidad han estado presentes, de una manera u otra, en diferentes proporciones, a lo largo de la historia de las ideas. Y es que la realidad es múltiple. La realidad es un conglomerado de muchas cosas, el cual es inagotable. Quizá en la antigüedad pudo haber personajes enciclopédicos que conocieron todo lo que podía ser conocido en su tiempo. Hoy, ante la complejidad de un mundo cada vez más interconectado, ¿es justificable dejarse deslumbrar por alguna certeza o convicción imperturbable acerca de la realidad?

Por lo cual, cuestionar mi opiniones, someterlas a examen crítico, es hacer algo razonable y justo.

Suponer que la distorsión de la realidad en mi percepción es de una escala insignificante es similar a decirme mentiras a mí mismo, es una forma de autoengaño —o como se diría en el caló mexicano: «es hacerse pendejo uno mismo». Sí la realidad es siempre más amplia que mi percepción, entonces mi opinión sobre un asunto relevante permanecerá parcial indefinidamente. Entonces, ¿con cuál justificación interrumpo el proceso para indagar más de la realidad de ese asunto al vociferar dicha opinión como definitiva? El resto de la realidad no se presentará a mi conciencia de manera automática, entonces es el dueño de mi conciencia, yo, quien debe hacer el esfuerzo por adquirirlo. A menos, claro, que el dueño de mi conciencia no sea yo, y renuncie a ella al entregarla a los pies de alguna potestad o al elegir mirar hacia otro lado por medio de alguna distracción provista por los entretenimientos chatarra tan abundantes hoy en día.

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