La amenaza del pensamiento religioso
Como ya he tenido oportunidad de aclarar en otra ocasión, hoy también escribo este texto en una especie de diálogo conmigo mismo. Pero un diálogo entre dos personas con perspectivas diferentes. Sí, se trata de mí mismo pero el coloquio ocurre entre mis pensamientos de hoy —Junio 2010— y aquellos de mi mocedad y de mis años de intransigente fervor religioso, con aquellos recuerdos de un estado de consciencia diferente.
Mis congéneres religiosos con quienes marché, guiado por el celo ciego y conmovedor del radicalismo, podrían sorprenderse de mis reflexiones y cuestionamientos de hoy. Aun se podrían sentir aludidos en mis publicaciones críticas; sin embargo, tan sólo vienen a mi mente mis propios pensamientos y actitudes del pasado. Mi yo del pasado es el sujeto de mi más fuerte y áspera crítica.
Habiendo aclarado eso, quiero ahora denotar una de las razones por las que ahora pienso que el pensamiento dogmático típico en grupos religiosos ha resultado ser en la Historia una enorme amenaza y un peligro en potencia para todo aquel que se atreva a ser diferente de ellos. En particular me refiero a los grupos religiosos que perciben a la Biblia como si se tratase de una unidad natural, homogénea, uniforme, coherente y con integridad conceptual, tal que creen que es posible obtener de ella explicaciones completas e irrefutables sobre las cuales justifican su moral y su vida completa.
Uno de los ejemplos más frecuentados sería el de los verdugos eclesiásticos del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, quienes estaban muy convencidos, por completo persuadidos, que el dolor que le infligían a su víctima era lo mejor que podían hacer por ella. Su lógica residía en la completa perdición en la que ya se encontraba su torturado, perdición por causa de su propio pecado —que ellos mismos habían sentenciado—. Por tanto, para provecho de su alma inmortal, para asistirle por caridad en su trance eterno, le hacían el gran favor de hacerlo sufrir hasta la muerte. Los verdugos tenían muy cimentado en la cabeza la idea de que hicieron algo muy positivo en favor de su martirizado. Tal que incluso ahora me podrían increpar por mi ignorancia al no dar clara cuenta de las razones que en realidad tenían para hacer lo que hicieron. De que soy ignorante, yo no lo dudo, así como tampoco dudo que los nombres para sus aborrecibles actos son sadismo y asesinato.
Otro ejemplo, aún contemporáneo, es la explicación que ofrecen los fanáticos del Antiguo Testamento, o la Biblia hebrea, que consiste en decir que las masacres ordenadas por el dios hebreo en contra de poblaciones enteras para su exterminio, incluyendo a los niños, están plenamente justificadas pues dicho dios es un dios de amor, pero también es un dios justo.
El texto de la Biblia, como literatura religiosa antigua, es uno de los textos más influyentes e importantes en la cultura occidental. Se requiere un estudio profundo, a la altura del tipo de texto que es, para abordarlo con seriedad. Tal estudio suele derivar una plétora de posiciones teológicas diversas. Las puede haber de interpretación mística, donde las matanzas representen épicas conquistas espirituales del individuo sobre los poderes del egoísmo, la discriminación o la pereza mental. También las puede haber de interpretación literal, donde se afirme que en realidad la vida de niñas inocentes fue cercenada en un acto barbárico y orgásmico.
Pero entonces ¿será acaso que la elección de una interpretación en particular dice más de quien la prefiere que del texto bíblico? ¿Si con tanta ligereza alguien escoge una interpretación tan cruel como la interpretación literal, qué le podría impedir poner en la mira de su sadismo a cualquier otra persona o grupo de personas simplemente por ser diferentes? ¿No estaría igualmente convencido, o aún más que los inquisidores medievales, que está haciendo algo muy positivo al dejar caer con brutal severidad el peso de la justicia de su dios sobre tan corrompidos congéneres que sólo se han atrevido a ser diferentes a él o ella? ¿No es acaso precisamente esa actitud, justiciera y vengadora, por la que son famosos muchos fieles fanáticos de las religiones abrahámicas —el judaísmo, el cristianismo y el islamismo—? ¿No es su obstinación y su dogmatismo lo que precisamente los lleva a oprimir el espíritu humano con teocracias, inquisiciones, censura de libros, y la quema en la hoguera mental de “brujas”, “herejes” e “infieles”?
Discriminar a la gente por su raza, por “superior” o por “inferior”, es ahora algo que no se tolera con facilidad, pero hace algunos años mantener una posición racista era lo más natural. ¿Será muy aventurado pensar que en algunos años más no soportaremos que se mantengan posiciones religiosas sádicas?
0 Comments:
Post a Comment
<< Home