Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Wednesday, February 08, 2012

Los libros de la Biblia

Advertencia: lo siguiente tan sólo es una breve reflexión y no pretende ser una revisión editorial ni una réplica al contenido de los artículos referidos.

Los números 88 y 89 de la revista Algarabía, correspondientes a enero y febrero, respectivamente, del año 2012, en su sección De dónde viene, contienen artículos con el título «Los libros de la Biblia». El título captó mi atención de inmediato y con mucha curiosidad me dispuse a leerlos con cuidado. Mi curiosidad principal consistía en constatar cómo semejante tema, tan amplio, y con tanta historia en Occidente, pudiese presentarse en un formato de lectura ligera —la cual es la categoría en la que podrían ser clasificados los artículos típicos de la revista de marras. Además, quise experimentar el sabor de boca que pudiese dejar una lectura ligera sobre uno de los temas que más me ha fascinado los últimos años: la historiografía bíblica.

Comprendo, claro, que en el espacio disponible para los artículos no hubiese sido posible desarrollar ningún argumento histórico, ni teológico, ni místico, ni ningún otro tipo de argumento basado en la diversidad de teorías existentes sobre la Biblia; pero al menos esperé encontrar enunciados que contaran con un mínimo de sustento consensuado entre las autoridades en la materia. El sabor de boca que me dejó la lectura fue de algo insípido, de algo sin la viveza que el tema amerita. A pesar de lo que pueda ser la opinión popular, el tema es algo candente y está al rojo vivo en los círculos donde se debaten muchos de los enunciados en dichos artículos. Y, sin embargo, se presentaron como si el tema fuese algo trasnochado o rancio; es decir, como si los datos ahí contenidos fuesen algo ya escrito en piedra y que nadie calificado pone en tela de duda. Justo lo contrario es la realidad.

Por ejemplo, en la segunda entrega, se afirman categóricamente los nombres de los distintos autores de los evangelios en el Nuevo Testamento; mientras que el aparato crítico de ninguna de las teorías históricas sobre el asunto puede declararse superior por encima de otros y, por tanto, no hay bases para afirmar “esta” o “aquella” es la perspectiva más reconocida por las autoridades en el tema. Hay argumentos históricos, con soporte teórico equivalente a cualquier otro argumento contemporáneo, que concluyen como anónimo para el autor de los evangelios. Así pues, después de todo, no hay un solo argumento que sea el más reconocido por encima de otros —a partir de una perspectiva amplia y no sólo desde una perspectiva sectaria o confesional. Cabe, entonces, la pregunta: ¿es la revista Algarabía una promotora de contenidos confesionales de alguna religión institucionalizada en particular?

De ser así, me parece que los artículos deberían establecerlo con claridad para que el lector sepa a qué atenerse; de otra manera, ¿será, quizá, un caso de prisa editorial por encima de la calidad de sus contenidos? ¿O será acaso la razón de fondo aquella fuerza cultural que somete a todos por igual al más incólume cortoplacismo que impide tocar temas que merecen profundidad y en su lugar son tratados tan sólo de manera “práctica” y superficial? Si se toca un tema con tantas evocaciones históricas y culturales ¿no sería pertinente planear una investigación que esté a la altura de dicho tema o por lo menos dejar un sabor de boca al lector que lo espoleé para que investigue más por cuenta propia?

En concreto, el segundo artículo afirma saber el autor de algunos libros del Nuevo Testamento, mientras que no hay bases para hacer tal afirmación sin decantarse por una posición religiosa institucional. A mí me gustaría que la revista aclare y confirme si ese decanto fue intencional o cuáles fueron sus fuentes o cómo explica la posición apoyada por sus artículos. Por lo cual contacté a la revista Algarabía y me dirigí a sus responsables editoriales para compartir la presente reflexión sobre su par de recientes artículos.

Actualización febrero 9, 2012, a continuación la respuesta de parte de la revista Algarabía:

Marco A. Dorantes: en respuesta a tu pregunta, Algarabía no es ni será una promotora de contenidos confesionales de ninguna religión en particular, ni se decanta por ninguna postura ideológica, política o filosófica, ni promueve ningún sistema de creencias o códigos morales.

La sección en la que se publicó al artículo que te refieres se llama De dónde viene, y su espíritu es el de divulgar los orígenes etimológicos e históricos de palabras, nombres o expresiones del habla común; es por ello que el texto no pretende explorar a profundidad los ámbitos de la teología o la historiografía bíblica.

Lo que se reporta en las dos entregas del artículo se apoya en gran medida en las introducciones capitulares de La Biblia de Jerusalén (Edit. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998) —en las que se adjudica la autoría de los libros bíblicos a los personajes citados—, así como en lo dicho por diversos diccionarios etimológicos.

En efecto, siempre existirán críticas a las teorías históricas sobre los orígenes de los libros bíblicos; pero abundar en éstas, explicar las diversas posturas al respecto y pronunciarse por una, nunca fue el propósito de los autores.

Gracias por escribir.

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