Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Wednesday, February 06, 2013

Los falsos dilemas y la amputación social del ser

[Introducción]

La situación que aquí me ocupa es aquella en la cual, como individuos, percibimos a nuestras opiniones como algo intrínseco de nuestro ser: “mi opinión es esta, y si es atacada entonces me sentiré agredido.” Una dificultad derivada de tal situación es que la tolerancia debida a la persona, como ser humano, se traslada a su opinión. De no hacer nada al respecto entonces la opinión perdura intacta y protegida por el supuesto derecho a tener una opinión. En caso de que tal derecho fuese legítimo entonces ¿en cuál obligación encuentra su contraparte? ¿O es acaso que se exige un derecho pero sin asumir obligación alguna? Esta situación se torna relevante especialmente si reconocemos que no nacimos con nuestras opiniones sino que provienen, en su mayoría, de un proceso local de naturaleza sociocultural.

La posición propuesta ante tal situación consiste en reconocer los siguientes asertos. Primero, que la persona y su opinión son dos cosas distintas; la valía de la persona no requiere demostración, mientras que el valor de su opinión sí la requiere. Segundo, que lo relevante no es hablar de la educación de los demás sino de la reeducación personal, una reeducación llevada a cabo por uno mismo. Tercero, la importancia de cultivar el hábito individual para examinar críticamente las opiniones propias. Cuarto, la necesidad de participar de manera activa dentro en un ambiente intelectualmente cooperativo, en el cual se promueva no la defensa de las opiniones sino su evaluación.

Al individuo interesado le corresponde un papel de auto-evaluador, pero la función pedagógica de una comunidad abierta, no dogmática y autocrítica no puede ser despreciada. Por lo cual, el papel del individuo en la posición aquí propuesta también incluye su participación en comunidades con esas características, comunidades en donde un principio de autoridad jerárquica no reine supremo sobre el individuo.

Los beneficios específicos de la posición propuesta serían los derivados de cultivar una facultad humana básica: pensar. Cultivar la teoría y la práctica de pensar permite alcanzar mayor claridad y más orden en nuestras opiniones. Al pensar cada vez mejor podremos actuar cada vez más en consonancia con quienes realmente somos, y menos como nos ha moldeado el ambiente social nativo, local y decantado hacia opiniones desidiosas; por ejemplo: “pensar es inútil pues por mucho que pienses el mundo real seguirá siendo el mismo”. “pensar no es práctico”, “el cambio proviene del actuar, no del pensar”, “no hay tiempo para pensar, sólo para actuar”. En efecto, con una cuidadosa consideración de la influencia mutua entre teoría y práctica, como la existente entre nuestras piernas al caminar, podemos renunciar al negligente y desproporcionado abandono de una en detrimento de la otra. Así, con ese cuidado, podremos avanzar hacia un pensar maduro, colmado tanto de raciocinio como de emoción, y también de intuición.

Los beneficios específicos son muchos pues una mayor destreza para pensar puede aplicarse en las riendas de nuestra atención, y entonces enfocarnos más profundamente en lo que nos interesa en lugar de caer en el anzuelo de lo que nos distrae. Ya sea interés en, por ejemplo, la vida política de un país o el conflicto legal y moral ante la interrupción deliberada del embarazo o las tendencias ambientalistas de los mercados financieros, una atención mejor dirigida y sostenida permite abarcar un número mucho mayor de perspectivas distintas y, por tanto, aumenta la posibilidad de lograr una síntesis innovadora o liberadora de los conflictos del tema en cuestión. Ciertamente, otro beneficio consiste en poder distinguir entre conocimiento y mera opinión.

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