Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Saturday, March 10, 2012

¿Ciencia y teología?

Sabemos que la ciencia natural busca corroborar los hechos de la realidad física, y que para interpretar tales hechos de una manera madura es necesario ejercer no poca investigación y profunda reflexión. Dadas las corroboraciones de la nueva física y su aproximación a la mística sobria ¿será acaso que hay justificación para la eclosión de una nueva síntesis entre la ciencia natural y la teología natural?

Por favor, amable lector, note usted que terminé el párrafo anterior con una pregunta, la cual no tengo la más mínima intención de responder públicamente pues mi respuesta —cualquiera que fuese— no es relevante. Lo relevante es la pregunta. Lo importante es alimentar el ímpetu de preguntar y, con más esfuerzo, llegar a cuestionar lo que pretendemos saber. Pues se es inteligente «...no porque cree usted saber todo sin cuestionar, sino más bien porque cuestiona todo lo que usted piensa que sabe».

Para gente común y corriente como yo, quien no tiene posgrados avanzados de escolaridad ni en la nueva física ni en teología, puede ser enorme la tentación de saltar a conclusiones con base en mis opiniones a la fecha. Pero en eso consiste el gran tropezón con la ignorancia: en abrir la bocaza para pretender ser dueño de conocimiento que realmente no tengo. Además, si caigo en esa tentación entonces lo más probable es que mis opiniones a la fecha no sean realmente mías sino el producto del acondicionamiento sociocultural que habitualmente impera sobre una persona como yo.

En el pasado pretendí tener respuestas ante colosales preguntas como la ya mencionada. Pretendí poseer la verdad del Cosmos —así, en lo general. Fue locura y despropósito juvenil, exacerbado frenesí y travesura malsana por tener la razón, juego de infantes. Muchos recuerdos de aquella época dogmática están a lado de otros tantos recuerdos de mocedad sosa e impertinente, recuerdos que ahora me hacen asombrar y preguntar qué es lo que tenía en la cabeza en esa época, cuán grande pudo ser mi necesidad de identidad y de pertenencia como para entregar mi voluntad al pensamiento grupal —tan imperante en nuestra sociedad.

«El peor enemigo de la verdad no es la mentira, sino las convicciones» —Marcelino Cereijido en Ciencia sin seso, locura doble.

¡Cuán afortunados somos ahora quienes podemos asistir a bibliotecas!

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