Economía
Mi yo del pasado, ese joven religioso entusiasta e inconsciente de su profundo analfabetismo, no deja de sorprenderme en mi reflexión actual sobre sus opiniones y actitudes que manifestaba con tanta seguridad y convicción. Sospecho que hay mucho trabajo aún por hacer para desprenderme por completo de los efectos de ese estado pasado sobre mi manera de interpretar la realidad. Me pregunto si algo así es común en el recorrido de muchos hacia la madurez. Por ejemplo, por muy sorprendente que pueda parecer, sí hay quienes —y no pocos, como ese joven que fui— cuya conducta ofrece poco margen para otra interpretación distinta a la siguiente: una afirmación y proclamación elocuente de que buscarse uno mismo una amplia educación filosófica es una irremediable pérdida de tiempo; es el pregón: “¿Para qué aprender a pensar por uno mismo si casi todo ya está decidido e impuesto por nuestras autoridades jerárquicas? Lo que a uno le toca hacer bien es obedecer, anhelar los premios por tal obediencia y punto”. Otro podría ser el discurso pero aquí me pregunto por una interpretación razonada de la conducta real observable.
A decir de semejante conducta ¿cómo puede llegar a mejorar el sistema mundial actual —y eliminar sus efectos negativos— si pocos son los que aprenden a pensar con claridad y con rigor? Por ejemplo, en el campo de la economía, ¿cuántos siquiera conocemos los referentes de la palabra?
Hace mucho, en la Grecia antigua, esa palabra refería al cuidado y a la administración de la casa que uno habita. Una buena economía me aseguraría, a mí y a mi familia, no sólo dónde habitar sino también, en lo posible, dónde habitará mi descendencia. Una buena economía mundial, por tanto, permitiría la sobrevivencia de la especie humana. Pero, quizá, la especie humana —como otras especies animales ya extintas— conlleva un gen de la autodestrucción o, más probable, es demasiado susceptible al poder formativo de su nicho ecológico y entorno social imperante; tal que, si su entorno ostenta un sistema de valores autodestructivo entonces los miembros de la especie serán invariablemente autodestructivos.
¿Cómo contribuir al porvenir de la Humanidad? Hay muchas maneras, claro, pero al individuo corresponde indagar si su contribución es parte de los problemas o parte de las posibles soluciones. Sin embargo, seamos realistas, para lograr hacer tal indagación y para justificar debidamente una interpretación amplia de la realidad mundial se requiere —como paso inicial— regresar a los básicos humanísticos como la introducción a la filosofía y al pensamiento científico; de otra manera ¿cómo podremos contribuir constructivamente al diálogo sobre temas como el que propone Michael Sandel?
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