Occupy
Las manifestaciones ‘Occupy’, que hoy se propagan por el mundo para crear conciencia de la necesidad de un nuevo diseño social para el futuro mundial, ¿estarán destinadas al fracaso o sólo podrán lograr cambios insignificantes? Si la idea es transformación mundial ¿cuál podría ser la contribución mínima que un individuo puede hacer a dicha transformación?
Está claro que tales manifestaciones no “se están propagando” pues hoy apenas escuchamos de la original de Wall Street, la de Vancouver, y una que otra dentro de una región muy localizada.
No pasa nada. Ya verán que el sistema mundial —cuyo funcionamiento se basa esencialmente en el dinero— continuará esencialmente sin cambios.
Con mucho gusto sería el primero en comerme mis palabras. Pero lamento que no será el caso; por desgracia no me comeré mis palabras pues el sistema mundial —basado en el poder económico principalmente pero apoyado por el poder político, militar y religioso— no le conviene que haya ningún cambio de fondo. Y tiene los medios para lograrlo. ¿Qué podrían lograr unos cuantos entusiastas desarrapados contra la fuerza del status quo? Aventuro una respuesta: nada.
¿Será que la contribución mínima de un individuo a la solución del actual estado de la civilización humana es transformarse a sí mismo? Es la pregunta que me he estado haciendo ya de hace tiempo; es decir ¿cómo mi transformación personal podría llegar a ser más parte de las soluciones que de los problemas en el mundo hoy? Con todo, una transformación personal sería la que menos pretextos puede encontrar para llevarse a cabo. Y aun así, lograr el cambio personal se enfrenta a una de las más difíciles aporías para un ser humano, como ya lo dijo aquel: «es más fácil destruir un átomo que un prejuicio»
¿Qué es tomar en serio el asunto de la transformación personal? ¿Cómo distinguir entre el cambio relevante y el cambio producto del gatopardismo*?
* «que haya cambios, sí, todos los que quieras, pero sólo para que todo quede exactamente igual» —gatopardismo
Sospecho que la transformación personal —o la falta de ella— es un asunto privado. Cada uno jugará sus cartas con base en la mano que le tocó.
Pero ni eso zanja el asunto por completo; es decir, apelar al “libre albedrío” para acallar las discusiones sobre los problemas mundiales no es más que un medio para mantener todo en el curso que conviene al sistema actual. ¿No dije antes que el sistema tiene sus propios mecanismos de autodefensa? Pues uno de ellos consiste en apoyar la idea del “libre albedrío” como una facultad que las personas tenemos al nacer, y que hacemos uso de dicha facultad toda vez que “libremente” decidimos si usamos la marca X o la marca Z de dentífrico para el cepillado de nuestra dentadura. Mientras que las cosas no están así de simple con el supuesto “libre albedrío”. Pues basta con un breve tramo en el recorrido de la filosofía moral para comprobar que los humanos no nacemos con la facultada del “libre albedrío”. Con lo que nacemos es con la «potencialidad» de la libertad. Pero así como comer frutas y verduras y hacer ejercicio es requisito para mantener la salud, así también la libertad —y su desarrollo— tiene otros requisitos propios de su naturaleza. Por lo que llegamos a otra de las preguntas que un humano puede hacer e indagar por cuenta propia: ¿cuál es la naturaleza de la libertad?
La mecha está prendida con las manifestaciones ‘Occupy’. Hoy se puede escuchar en algunos medios de comunicación —definitivamente no en los medios conservadores— noticias de un mayor número de lugares que protestan en contra de las implicaciones del neoliberalismo y del sistema monetario mundial.
Está por verse si del otro lado de la mecha habrá algo más que un petardo o termina todo sin cambio alguno. Me parece infundado guardar muchas esperanzas dada la evidencia de la conducta humana en grupo. Como que tiene poco sentido intentar cambios en la sociedad si no vienen acompañados por transformaciones en lo individual.
Un rasgo de algunas “revoluciones” del pasado consistió en la transferencia del poder de una elite a otra pero la vida de la mayoría permaneció, en los hechos, básicamente sin cambios de fondo. Es decir, la manera que la mayoría forma sus opiniones permanece casi inalterada, y la forma de interpretar la realidad permanece siendo la misma. Por ejemplo, si la persona en lo individual no sabe cómo dudar, y cómo dudar bien, “dudar como Dios manda”, entonces con neoliberalismo o sin él, con sistema monetario mundial o sin él, el pensamiento grupal (el así llamado «group thinking») descarrilaría cualquier movimiento social hacia algo totalmente distinto de sus intenciones originales.
Una mejor destreza en el individuo para interpretar la realidad, por tanto, sería un rasgo del tipo de revolución que tiene mejores oportunidades para lograr algo relevante y permanente. Por ejemplo en educación, con el presente diseño o con otro diseño social en el mundo, si el individuo interpreta a la educación como algo que proviene principalmente de su exterior entonces no importará cuán bueno o malo fuese tal diseño social pues en todo caso la educación sería un tipo de adoctrinamiento y de enajenación colectiva.
Otro ejemplo, estas mismas manifestaciones ‘Occupy’; ¿qué sentido tiene manifestarse en contra del sistema y del uno por ciento que es dueño de la mayoría de la riqueza financiera? Claro, si la idea es provocar que la mayoría piense, cuestione, indague entonces me parece muy bien. Pero si la idea es provocar que ese uno por ciento haga algo por el bien común entonces me parece una manifestación inútil pues aquellos no quieren ni pueden hacer algo por el bien común ya que no saben cómo se hace eso, ya que toda su cosmovisión ha sido regida por la premisa de obtener más para sí mismos y menos para el resto del mundo —no por nada consiguieron tal riqueza financiera en primer lugar.
Con o sin manifestaciones ‘Occupy’ los individuos podríamos primero pensar, y luego actuar fuera del actual sistema. Los que tan sólo obtienen una vida miserable basada en el consumismo y el mercantilismo son mayoría. Si esa mayoría lo quisiera el sistema económico actual terminaría mañana: si hoy nadie compra un solo producto o servicio proveniente de tal sistema entonces mañana aquel uno por ciento estaría de rodillas contemplando su inevitable desaparición.
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