Mito y transformación
¿Qué pasa con el humano en masa? ¿Por qué nuestra propensión a los mitos vulgares? ¿Todo mito es farsa o hay una manera de entender al mito que pueda ser provechosa para cambiar al humano en lo individual? En esta reflexión arriesgo dos observaciones: (1) para el hombre-masa el mito es la vulgarización de algo que, de otra manera, sería relevante para un potencial mejor bien común; (2) para el individuo reflexivo el mito es la posibilidad de transformación personal.
¿Cómo se gesta un mito vulgar? Aventuro unos rasgos de posibles respuestas: un personaje con algo de buena o mala fama, hordas acríticas de fanáticos o de detractores, el paso de los siglos; son ingredientes para el desarrollo de una imagen extraordinaria que pertenece más al campo poético y de ficción literaria que al realismo crítico. Un ejemplo reciente es la imagen que de Steve Jobs se han hecho muchas personas. El personaje ha sido elegido por muchos como el “más grande inventor” contemporáneo —a decir de la frecuencia con la que escucho desproporcionados halagos sobre su “creatividad” y sobre sus formidables “méritos”—. Si se observa la historia de tales adopciones en masa entonces no me sorprendería que en el futuro el personaje resulte con dotes místicas y sobrenaturales. —En este párrafo refiero la idea de mito como sinónimo de patraña y no aquel otro concepto tan profundo que se estudia en antropología filosófica; e.g., el mito de la muerte.
Las extraordinarias nociones sobre dioses y diablos, ángeles y demonios, gigantes y monstruos, héroes y villanos, realidad y ficción, son parte de las narrativas que el ser humano, como animal simbólico, necesita para habitar e interpretar toda su realidad. La ciencia moderna es otra narrativa más que parte del mismo ejercicio esencial de interpretación simbólica pero éste aplicado eficazmente para la interpretación de la realidad física. Estas narrativas incluso se pueden llegar a complementar o servir para su desarrollo mutuo. Un ejemplo de esto se observa en la historia de las matemáticas: antes del siglo XVI, y de la idea de los «números ficticios» de Michael Stifel, pensar en términos de números negativos era algo del campo de la ilusión y no del campo práctico del “mundo real”. La vulgaridad —es decir el descuido— inicia con la poca destreza para interpretar la realidad y mezclar afirmaciones dogmáticas con el pensar mitológico y el pensar científico en boga.
El pensar mitológico y el pensar científico, ambos pensamientos simbólicos, requieren de sentido crítico para distinguir y demarcar lo real de lo posible, pues no son lo mismo, al menos temporalmente como se constata en la historia de la tecnología. Lo real es práctico, contingente, cortoplacista, incapaz de interpretar más allá de la experiencia concreta inmediata. Lo posible es teorético, abstracto, hipotético, mítico, imaginario, y es capaz de cambiar el molde cuya forma tomaría la indeterminada masa, per se amorfa, llamada «naturaleza humana».
De ahí la cruda equivocación al interpretar el pensar mitológico y teorético como algo inútil si se confunde con el mito vulgar, como patraña. Pues si algo puede servir para resolver los graves problemas del humano es precisamente distinguir lo real de lo posible y pensar más en términos de posibilidades que en términos de realidades.
El pensamiento mitológico y el pensamiento científico comparten el mismo ejercicio simbólico intrínseco en la especie humana. Como dice Ernst Cassirer:
«Los hechos de la ciencia implican siempre un elemento teórico, lo que quiere decir un elemento simbólico. Muchos, sino la mayoría, de los hechos científicos que han cambiado todo el curso de la historia de las ciencias fueron hipotéticos antes de llegar a ser observables.»
El ejercicio teorético de Galileo que lo llevó al atrevimiento de sugerir la concepción de inercia, concepción que contradecía al “mundo real” de su tiempo —pues los objetos no caían, ni caen, en un punto más alejado de la vertical desde la cual se les deja caer y por lo tanto la Tierra no podía estar moviéndose—, aportó la semilla de lo que ahora conocemos como ciencia moderna; ciencia hecha de teorías con un notable poder descriptivo, explicativo y predictivo.
Por lo que el ejercicio simbólico cuya materia prima son las concepciones teoréticas, en su momento evidentemente falsas, y hasta absurdas, es el mismo ejercicio que desde el humano primigenio nos ha permitido habitar eficazmente una realidad absoluta que está más allá de nuestro entendimiento. Claro está que ahora tenemos al alcance todo lo reflexionado desde aquel humano primigenio. Así, el individuo en pos de la transformación, y de aportaciones a los cambios apremiantes en la sociedad, bien hace en desarrollar su facultad teorética, mitológica e imaginativa por medio del así llamado pensamiento de orden superior (pensamiento crítico + pensamiento creativo + pensamiento valoral) y no pensar exclusivamente en términos del estrecho “mundo real”.
2 Comments:
coincido totalmente con tu punto de vista. Felicidades, un texto muy bien escrito aunque sólo me queda una duda, se dice "teorético" o "teórico". En cualquier caso esto no desmerece en nada lo que has escrito.
Saludos
Manuel López (La_Morsa)
Gracias por el comentario. Según la RAE, aparentemente desde 1985, «teorético» se puede usar como sinónimo de «teórico».
Post a Comment
<< Home