Diezmo y liderazgo
¿Por qué muchos en el cristianismo han experimentado algo muy negativo con respecto a lo del así llamado diezmo? Habría que analizar caso por caso. No han faltado casos de desenfrenado abuso económico a favor del enriquecimiento desmedido de algunos así llamados “líderes” religiosos, tanto en sectas religiosas incipientes como en instituciones ya establecidas. Eso está claro y esos delitos no son diferentes de otros delitos de “cuello blanco” tanto en corporaciones comerciales como en gobiernos corruptos.
Habrá casos, también, de una excelente administración donde el recurso económico se usa de tal manera que hace honor a la justicia, a la transparencia, y a la honradez.
Sin embargo, no me parece que lo del así llamado diezmo fuese de gran relevancia si a cambio la comunidad recibiese un liderazgo servicial; es decir, uno que sirve como mero asistente para el desarrollo real de las personas y no uno que impone lo que los demás deben creer y pensar. El grave desatino —es decir, el pecado— consiste en adoptar una posición paternalista, como si los demás fuesen inferiores intelectual o moralmente y necesitaran tutela mental o moral. Como si las personas no pudiesen, por sí mismas, darse cuenta de, por ejemplo, lo ridículo de la idea de un dios antropomórfico, que “mira”, que “habla”, y por lo tanto tiene ojos y boca y es una proyección de lo humano —y del humano masculino. ¿Será entonces que ese dios tiene pene y usa el baño de la misma manera que el género masculino? ¿Pregunta estúpida? ¿Y si la estupidez no estuviera ahí donde pensamos?
Como dije, si la comunidad recibiera un liderazgo servicial otra sería la historia. Pero como no lo recibe y en su lugar recibe un “liderazgo” abusador, uno que se comporta con la mayoría como si fuese ganado del cual ordeñar, abusar, y explotar a placer, entonces bien hace quien decide removerlos del cargo por incompetentes. Incluso si esa remoción ocurra tan sólo en el ámbito de la opinión personal. Lo mismo aplica ya sea en ámbitos religiosos, como educativos, o políticos en general.
Debo enfatizar que no quiero decir que uno de esos “líderes” debiera remover de su cargo a otro “líder” de la misma calaña. Quiero decir que las personas de a pie, aquellos que les interesa lo positivo del cristianismo, y que no tienen cargos de “liderazgo”, hacen bien en mandar al carajo a esos auto-proclamados “líderes” que son por completo incompetentes. Quienes a la vez, a pesar de su incompetencia, obtienen sus casas, sus autos, y las escuelas privadas para su prole sin concordancia equitativa alguna con lo que recibe la comunidad que financia esas cosas materiales.
No obstante, me parece desatinado apuntar a las casas, los autos, y las escuelas privadas como si la ausencia de tales cosas mejorara la situación. La jerarquía material permanecería aun sin esas cosas. Los problemas que vienen de las desproporciones en general, los desenfrenos, y el abuso jerárquico, me parecen más relevantes. Por ejemplo, el abuso de aquel que sólo se rodea de quienes acepten sin cuestionar su opinión y sobre los que pueda edificar su coto de poder.
Sí, los abusos y los desenfrenos económicos son delitos deplorables. Quienes los cometen son tan cobardes que prefieren mantener su comodidad en lugar de reconocer lo inútil y pernicioso de su "liderazgo". Pero hay situaciones adicionales, donde no hay casas ni autos provenientes del dinero de la comunidad. No por eso ahora son mejores. El abuso más serio no ha disminuido: afirmar que "saben" lo que Dios piensa, siente, y quiere abusando del texto bíblico para manipular a través del miedo a los demás. Y aquí viene lo más macabro: abusan de los demás no para pagar sus necesidades, sino por el desenfreno narcisista de sentirse en la "luz", en la "verdad", en lo "correcto". Por lo que no dudarían en mandar a la hoguera de la exclusión a todo aquel que no acepte lo que ellos dicen.
Ese tipo de “liderazgo”, quienes abusan de las economías de escala y reciben su pago del dinero de la comunidad, está metido en un círculo vicioso. Una trágica trampa en la cual todo su sustento proviene de mantener las cosas así como están, sin cambios de fondo, pues tales cambios implicarían perder su modo de vida material. Muchos de ellos reciben beneficios que nunca soñaron recibir en sus propias profesiones. Tal vez iniciaron con la creencia de estar haciendo algo sublime “por Dios y su pueblo”, y ahora están postrados ante la autocomplacencia y el poder del dinero, sin ninguna diferencia distinguible con el retrete en que se han convertido muchos sistemas políticos y religiosos —muchos de los cuales critican con tanta vehemencia.
Sin embargo, aun para quienes están en esta trampa hay alternativas dignas y diferentes a la renuncia. Alternativas que honran el papel que dicen tener ante su comunidad. Pero todas esas alternativas que conozco requieren que estén dispuestos a reconocer que se equivocaron en las cosas más básicas de sus creencias. Se requiere que tengan justo lo que les ha faltado: valentía para ser distintos a lo que dicta el poder jerárquico. Tristemente para muchos de ellos, reconocer su equivocación no es una opción aun si por consecuencia deban mantener en estado de genuflexión a todos los que llaman “su familia espiritual”.
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