Juicio autónomo
Muchos decimos tener libre albedrío —del latín librium arbitrium, juicio autónomo— pero pocos estamos dispuestos a hacer el esfuerzo por desarrollarlo. Como que los humanos tenemos algunos grados de libertad pero sólo en potencia; es decir, potencialmente. En potencia, como humano, yo podría ganar una carrera de 100 metros planos contra el jamaiquino Usain Bolt, pero sin la preparación necesaria, en los hechos actuales, no podría. Así pienso de la libertad. En potencia podría liberarme de mis propios esquemas de pensamiento actuales, pero en los hechos, ¿podría?
La libertad me parece importante y precisamente por eso requiero mucha cautela al hacer una valoración de mi estado real de libertad. Pues mi enorme propensión al error me sirve como evidencia para dudar de la supuesta libertad que creo tener. Siendo una persona común y corriente ¿cuánto de mí realmente está detrás de mis opiniones y cuánto de la cultura local prevaleciente?
Parece haber una tensión inseparable entre libertad y —por ejemplo— seguridad o conveniencia. ¿No acaso algún esclavo vería con desagrado la abolición de la esclavitud pues implica que ahora tiene que vérselas con la vida por cuenta propia? ¿No es más fácil “no hacer ruido” y someterse a lo establecido, aunque lo establecido haya caducado, en lugar de cuestionar y replicar en pos de mejorar?
Como con otras ideas, digamos la objetividad o la justicia, la libertad es un ideal al que uno puede intentar aproximarse por medio de reconocer cuánto hay del opuesto en uno. Así, el decirme “libre” no me acerca a la libertad pero, por el contrario, al reconocer y analizar mis cadenas identificaría un resquicio, por mínimo que sea, y ya sea éste de conciencia, o intelectual, u ocupacional, económico, político, etc., en el cual logre ser yo y no sólo lo que los condicionamientos culturales de todo tipo dictan que debo ser.
Indagar sobre la diversidad de proposiciones científicas sobre el substrato neurofisiológico de nuestras decisiones —lo que algunos biólogos llaman Doppelgänger— es parte de conocerme a mí mismo, desde la base biológica, para encontrar más formas de cadenas y encontrar los resquicios asequibles de libertad. En favor del avance del conocimiento científico es relevante conocer tanto los argumentos a favor de una proposición científica así como sus argumentos en contra, así como sus condiciones de falsación. En el campo de las neurociencias tenemos la proposición de la no existencia del “libre albedrío”. ¿Cuáles son los contra-argumentos de esa proposición?
El tema es importante y muy amplio. Reflexionar sobre el tema y los debates históricos relacionados es muy revelador pues la libertad resulta ser algo sujeto de desarrollo personal; es decir, el desarrollo de la libertad tiene relación con el desarrollo de la autoconciencia. Experimentos como el de Stanley Milgram, o el de su alumno Philip Zimbardo —escenificado en la reciente película El Experimento, con Adrian Brody y Forest Whitaker— nos hacen pensar sobre la supuesta libertad o el supuesto condicionamiento en nuestras decisiones y conducta.
¿Quién o qué está tomando las decisiones o iniciando lo que aparece como la actividad que determina una decisión? Según algunos biólogos la respuesta es lo que llaman Doppelgänger, lo cual es nuestro componente inconsciente que evolucionó mucho antes que la conciencia. De hecho la conciencia, según esa perspectiva, es algo relativamente reciente. De manera consciente no decidimos que nuestro hipotálamo secrete el neurotransmisor requerido para que nuestro páncreas produzca insulina y metabolice la glucosa. Eso lo viene haciendo nuestro substrato biológico de manera inconsciente mucho antes que apareciera la conciencia. Así, la “libre” conducta que no proviene del pensamiento de orden superior es dominada por el llamado Doppelgänger, el cual tiene la cortesía —a veces— de hacer notar a la conciencia lo que recién ha decidido. De ahí que la idea de libertad, a la que solemos darle importancia, sólo se presenta como resultado de desarrollar el pensamiento de orden superior y no como algo inherente al mono desnudo que es el humano.
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