Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Sunday, March 25, 2012

Verdad y conciencia crítica

¿Quién posee la verdad? ¿Quién entiende la realidad objetiva? A decir del número y de la variedad de intentos en la Historia por responder a tales preguntas se podría hallar el porqué de las diversas corrientes posmodernas de pensamiento de hoy; desde las más flexibles y conciliatorias hasta las más recalcitrantes. La enorme amplitud en preguntas de ese tipo obliga a pensar con calma, sin prisa por saltar a conclusiones, sobre los referentes de tales palabras y el alcance del discurso; de otro modo, la confusión reinaría suprema pues cada cual suele interpretar desde su particular perspectiva. Una reflexión profunda podría iniciar con un intento de aclarar qué es verdad, qué es realidad objetiva y cuál es su posible relación. Luego, quizá, ensayar la idea de que los referentes pudiesen existir con independencia de un quién.

Esta semana mi amigo Gustavo Sassano mencionó un tema de mi interés —en otra época Gustavo y yo fuimos parte del grupo cristiano evangélico conocido como Iglesia Internacional de Cristo—. Él decía que recién había leído una nota sobre la libertad que nos produce la conciencia crítica. También lo relacionó con la idea de que la verdad nos hace libres. Además contrastó la idea de verdad y mentira en cuanto a su difusión: mientras que el tema de la verdad y de la conciencia crítica apenas se escuchan, por otro lado, la mentira se vocifera con las más modernas tecnologías. Por lo que cabe la pregunta de si es mejor y más fácil seguir siendo esclavo que preferir la libertad que ofrecen la verdad y la conciencia crítica.

Para añadir a la conversación otro tema de mi interés, el cristianismo, alguien comentó que Gustavo debía recordar que él había disfrutado ya de esa libertad en el pasado. Desconozco el significado real de tal comentario. Yo lo interpreté como una referencia a un aspecto de la mística del cristianismo, en la cual quien es bautizado debido a su arrepentimiento y para el perdón de sus pecados entonces recibe el beneficio de la expiación que procuró la muerte de Jesucristo en la cruz. Tal beneficio incluye la gracia divina por la cual el Dios Padre judeocristiano reviste al así bautizado de la apariencia de Jesucristo; es decir, el juicio por el pecado no aplica para el así bautizado pues cuando el Dios Padre judeocristiano observa a dicha persona a quien observa es a Jesucristo —quien ya pagó la deuda por el pecado de ese bautizado. Saber la verdad de ese amparo divino ante la culpa por el pecado es, en parte, la base para la libertad cristiana. Sin embargo, una reflexión profunda acerca de la relación entre verdad y libertad necesariamente deberá ser mucho más amplia y abarcar más perspectivas además de las perspectivas místico-religiosas del cristianismo.

Los temas de la verdad y de la conciencia crítica son muy buenos, inagotables y muy dignos de tomarse en serio. Por eso me gusta aprender de la diversidad de perspectivas al respecto. Me gustaría dialogar más seguido con personas que tengan interés en tomarse en serio la idea de la verdad. Es decir, con personas que tengan disposición por cuestionar las bases de sus creencias sobre la verdad, pues el tema me parece tan vasto que sospecho muchos han conseguido un trozo de verdad, por aquí, por allá, y a través del diálogo, la discusión y el debate se pueden juntar muy buenas piezas de la verdad. Para mí la conciencia crítica es la búsqueda de la verdad.

Por otro lado, no deja de sorprenderme quien afirme que tiene toda la verdad o que tiene la verdad más importante de todas y que, por tanto, la verdad del otro es irrelevante. Yo mismo, en el pasado, tuve la osadía de afirmar semejante cosa. Pero las bases que creía tan firmes para afirmar eso se han derrumbado pues tales bases tan sólo resultaron ser mis propias ganas de creerlo —a esas ganas algunos le llaman “fe”—. Sin embargo, la verdad es algo mucho más grande que mis deseos ególatras de tener la razón.

«El peor enemigo de la verdad no es la mentira, sino las convicciones» —Marcelino Cereijido en Ciencia sin seso, locura doble.

El temor, no el amor ni la verdad, es lo que estaba principalmente detrás de esa supuesta “fe”. Reconozco que darle mucha importancia al temor fue un error mío, pero también es honesto apuntar que el temor es lo que se predica mucho muy constantemente en esas sectas del cristianismo que quieren evitar perder su membresía y quieren mantenerla anestesiada. Temor al pecado, temor al infierno, temor a sus demonios, temor a su dioses, temor a otras religiones, temor a perder su ínfimo trocito de verdad, temor a todo lo que sea distinto de su versión del mundo, temor al homosexual, temor a lo desconocido, etc. Si considero esas desproporciones entonces empiezan a acumularse las bases para considerar al cristianismo vulgarmente interpretado, tan común, como una religión basada en el temor, y no en el amor del que tanto hablan pero que no ejercen esos así mismos llamados “discípulos de Cristo” que tan sólo quieren sentirse dueños de la verdad.

Después de reconocer la frecuencia con la que me encuentro equivocado —una evidencia irrefutable— entonces me parece justo buscar darme cuenta de la equivocación en la que me encuentro ahora pero que aún no veo. Por eso la habilidad de la lectura crítica es muy importante para mí. Pues es en otros, quienes piensan en serio acerca de la verdad, donde está la posibilidad de darme cuenta en qué consiste mi equivocación de hoy.

¿Será más fácil permanecer como esclavo del sistema imperante? Sí, es más fácil y “práctico” permanecer bajo un esquema determinado por otros, pues ya no tengo que pensar por mí mismo —tener conciencia crítica de sí mismo, buscar la verdad, buscar la libertad, eso es trabajo duro.

La libertad total, así como la verdad total, es algo muy duro y difícil, pocos tenemos la fibra moral para afrontarlas; es más fácil ser esclavo, es más fácil creer mentiras. Buscar la verdad y la libertad no tiene ningún efecto en la cuenta bancaria. Luego de reconocer lo anterior, habré de buscar en el ser propio como brújula para orientarme y saber cuál rumbo me corresponde.

La búsqueda continua de la verdad resulta para mí algo valioso; por otro lado, la presunción de haberla conseguido, de manera incorregible e inmutable, representa graves problemas. Pues la idea de «la» verdad puede provocar una gran presión sobre el individuo, una presión tan grande, que incluso puede dejar de lado otras ideas de igual, o mayor, importancia —como el amor o la libertad— con tal de sentirse en posesión de «la» verdad. Esa presión fue una de las razones por las que yo abandoné el cristianismo en general: ¿Por qué debo abandonar el cristianismo?

Más razones se han agregado en apoyo a mi decisión, la censura fue otra de ellas: SionToday.com.

El pensamiento grupal y el celo sectario ciertamente obstruyen la capacidad de interpretar la realidad de una manera amplia. Esa realidad incluye el hecho de ser una sola especie humana entre muchas otras especies de seres vivos integrados en un solo planeta. Una educación digna hoy necesita significar el punto final a las divisiones y a los odios debidos al nacionalismo, al racismo, xenofobia, machismo, misoginia, homofobia, clasismo, y tantos otros espejismos que provienen del lamentable estado de ser analfabeto en relación a la ciencia y a la filosofía. Pero tal educación no puede iniciar a través de tropezar con el mismo error sectario de dividirse en “ellos” y “nosotros” sino por empezar a reconocer que, quizá, yo soy parte del problema: He sido parte de una secta destructiva.

Sin embargo, cada vez que releo algunos de mis textos, como ese par de textos recién referidos en esta página (“He sido parte de una secta destructiva” y “¿Por qué debo abandonar el cristianismo?”), noto que cada vez se abre más la brecha entre mi pensamiento a la fecha y aquel que escribió esos textos. Advierto en aquel todavía mucho absolutismo, muchos enunciados sentenciosos y categóricos, mucha prisa por saltar a conclusiones. Creo que, en parte, este ejercicio de escribir va cumpliendo su propósito: intentar criticarme a mí mismo. Es decir, tener conciencia crítica de mí mismo.

Intento entender más claramente los efectos en mi persona que ha tenido la imposición desmedida de dogmatismos desde mi infancia. Sólo espero que tal intento no esté destinado al fracaso debido a que, precisamente, esos dogmatismos me hayan dejado incapacitado para pensar fuera del dogmatismo.

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