Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Wednesday, December 14, 2011

La medida del hombre

La mención de la creatividad suele asociarse con algo positivo. Por ejemplo, el compositor de una magnífica sinfonía clásica, o quien creó la primera computadora personal (Steve Wozniak), o quien compone la última canción de moda que “todos” quieren tener, por su creatividad llegan a recibir calificativos de ¡genios!

La creatividad —la facultad de creación— parece algo muy buscado, especialmente por quien quiere vender sus efectos. Pero me parece que no están buscando realmente la creatividad sino la innovación. La diferencia consiste en que la innovación abarca un rango de destrezas distintas que aquel necesario para la creación. El creador puede hacer surgir algo a partir de su destreza creadora, pero el innovador, por otro lado, es capaz de hacer concreto el valor de lo creado en las manos de otras personas; quienes podrían no contar ni con la capacidad creadora ni tampoco estar próximos al creador de origen. En ese sentido está claro el mérito de ambos, creador e innovador, y así me explico el mérito, por ejemplo, tanto de Steve Wozniak como de Steve Jobs.

Sin embargo, el sentido de la dependencia va de la innovación hacia la creación: no hay nada por innovar sin estar precedido por la destreza creadora. Por tanto, coincido con lo expuesto en el siguiente artículo: Why Are There No Successful Innovation Initiatives? Pues si bien la innovación puede ser una tarea de equipo, ya sea en forma de un proyecto de resolución de problemas o incluso un proyecto de ejecución táctica, ambos con marcado énfasis en el esfuerzo cooperativo, la creación, por otro lado, no se aclimata entre las jerarquías mentales, y mucho menos si estas son rígidas y anquilosadas. El caldo de cultivo para la creatividad se echa a perder ante las normas, los estándares, la obediencia, y la burocracia en general. Para que la creatividad dé frutos suele requerirse un considerable grado de libertad, autonomía, y de riesgo por muchos “re-trabajos”.

Por lo que una organización que se vanaglorie por su creatividad y busque ser coherente al mismo tiempo, deberá primero tomar conciencia del lugar real que tiene la creatividad entre sus políticas burocráticas.

Ahora, la creatividad implica novedad, algo no experimentado antes. Si eso se percibe como positivo para el libre mercado o la ciencia ¿por qué la creatividad está proscrita en algunos ámbitos de suma importancia para la cosmovisión del ser humano, por ejemplo, en el campo de la religión? En particular, ¿por qué permanecer con agotadas teologías de corte dogmático que tan sólo aportan para los problemas de la Humanidad? Por ejemplo, las misóginas teologías que afirman que Dios es de género masculino, y por tanto, lo masculino es lo único capaz de fecundar. ¿Hasta qué punto esto se sostiene hoy en día? ¿No es acaso evidente que tal teología pertenece a un tiempo pre-científico?

De ahí mi curiosidad por la descripción de la fase tres del artículo ya referido al extrapolarla a otro contexto: el contexto de la religión institucionalizada. Pues hace poco escuché la respuesta de una persona en una posición jerárquica dentro de una institución religiosa al preguntarle sobre la mención de los conceptos de la teología de la liberación en sus sermones. Su respuesta fue algo así: “Yo tengo cuentas por pagar y muchos compromisos financieros, yo ya no estoy ni para mejorar mis convicciones ni para intentar cambios en cómo funciona la doctrina actual”.

¿Es acaso que las corporaciones tienden a imitar a quienes consideran modelos a seguir –como los prelados eclesiales? ¿Cuántas personas en posiciones jerárquicas corporativas o gubernamentales considerarán como un servicio a Dios o una misión divina lo que hacen, y que incluso se consideren estar en dicha posición jerárquica debido a la voluntad de Dios, y que, por tanto, no pueden estar equivocados en su proceder, pues consideran sus decisiones casi como de inspiración divina?

Los excesos del iluminismo en religión —la pretensión de tener una relación personal y directa con Dios— se pueden ver tanto en gobiernos ultra-conservadores y sus contra-partidas corporativas. ¿No acaso está presente el ritual de algunos presidentes de hacer juramentos ante la Biblia y al mismo tiempo ordenar todo tipo de guerras en contra de quienes no se sometan a los dictados de su gobierno y se atrevan a tener un Dios distinto?

Pero, ¿acaso esta mentalidad es exclusiva de los prelados jerárquicos? ¿Acaso no también se observa a toda escala social? Como dice un muy estimado amigo: «A toda escala pasa. Algo tiene el poder que el ser humano se ve seducido y se sojuzga».

Lo dejó escrito Aristocles (Platón):

«La medida de un hombre es lo que puede hacer con el poder que tiene»

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