Creencia y conducta

Una creencia es —para propósitos prácticos— algo que pensamos es cierto. La incredulidad o descreencia es un caso de credulidad en donde pensamos que una determinada creencia es falsa. Dudar de algo es mantener el juicio de ciero o falso sobre ese algo en estado suspendido o pendiente. Ignorar es tener una ausencia completa de dicho juicio. Saber algo o adquirir conocimiento es el resultado de un proceso para llegar a un tipo especial de creencia, una que está debidamente justificada.

Las creencias religiosas son únicamente un tipo más de creencia dentro del extenso espectro de creencias que una persona puede tener.

En muchos casos, la conducta de una persona puede ser explicada en términos de las creencias que dicha persona mantenga en el contexto de ocurrencia de la conducta en cuestión. El contexto puede incluir aspectos sociales como el trabajo, la escuela, el hogar, la iglesia, etcétera; además un aspecto puede a su vez incluir otros aspectos, e.g., el hogar puede incluir el matrimonio, la paternidad, etcétera. Nuestras creencias tienen el potencial de influir de manera muy considerable en nuestra conducta y mientras nuestras creencias permanezcan así mismo podría permanecer nuestra conducta.

La correlación entre la conducta elegida y sus consecuencias (costos y beneficios) forma parte del combustible que alimenta el proceso para mejorar nuestras creencias, y por tanto, nuestra conducta. Dicha correlación no es el único insumo para un proceso de mejora, tan sólo es uno que suele ser más asequible en comparación con otros insumos como puede ser una experiencia personal trágica y catastrófica ó también puede ser el aumento de conciencia al entender una creencia cierta justificada que sea diferente aunque del mismo asunto que la nuestra.

¿Qué proceso has elegido para mejorar tus creencias?