Sobre «Dios» — ¿Qué es religión?
Si al decir «religión» se dice no un conjunto de creencias o dogmas sino un conjunto de sentimientos de profunda veneración y ardiente fervor a lo sagrado y a lo divino, si se dice no un conjunto monótono de rituales sino un conjunto de hábitos de aprendizaje, de autocrítica, de mejora de la mentalidad propia y de asombro por la destreza humana para pensar, si en los hechos es similar a decir «profesión», entonces en ese sentido —y sólo en ese sentido— claro que sí soy una persona muy religiosa.
Tanto es así que a “mi religión” –por ahora– la llamaría un ejercicio no de religión per se sino de filosofía de una religión de ese tipo. Mi religión es la filosofía de lo religioso; es decir, mi religiosidad es la acción reflexiva acerca de poner atención, cuidado, escrúpulo, diligencia, esmero y solicitud en el pensar y en el actuar.
La filosofía de la religión, como disciplina de estudio crítico, abierto, riguroso y no confesional, es una reflexión filosófica libre de ataduras dogmáticas acerca del fenómeno religioso. No intenta prescribir ni normar, sino describir y entender. Por ejemplo, esta disciplina se esfuerza por esclarecer lo que ocurre en el fondo de esa firme base sentimental sobre la cual se apoya el fenómeno religioso. Además, intenta hacer explícito lo que está en juego entre la teología revelada y la teología natural.
La filosofía de la religión es un ingrediente para una teología filosófica propia de un adulto; es decir, alguien que encara su responsabilidad para tomar conciencia de toda tutela mental y espiritual con el fin de dejarlas atrás. La práctica de la filosofía de la religión puede ser liberadora en la medida en que ayude a distinguir entre lo valioso de la ficción y lo insulso de la fantasía.
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