Marco A. Dorantes

Este es uno de mis primeros blogs* (aquí hay una lista de mis blogs sobre temas de mi interés).
Además, mis aportaciones en un seminario de introducción a la Filosofía.
*blog es una contracción de weblog: un diario o bitácora pública como medio de expresión personal.

Thursday, October 04, 2012

El Odio

Por Gustavo Sassano:

«Me acordé de una frase de un famoso hombre de fe del primer siglo, que describía a su sociedad del momento diciendo que vivían odiando y siendo odiados. No sé porque pero no me la he podido sacar de la cabeza. Sentí que me hablaba a mí.

Después de repasar mis posts en Facebook y sin duda el de muchos otros, tomé la decisión de apartarme de pertenecer a un muy claro espiral de odio que invade todo este sistema de cosas y en general, los muros de Facebook.

Muchos se van a apresurar a decir que no hay odio, que sus reclamos son justos, sus denuncias son válidas y que en realidad, los que odian son otros. Sería bueno repasar lo que muchos escriben porque quizás con un café de por medio y un poco de reflexión, encontrarán que tal vez, en una de esas, quien sabe, haya mas odio del que estamos dispuestos a admitir. Lo que quieren llamar "una sana bronca necesaria y justa", va mucho mas allá de eso.

Otros directamente lo admitirán y se sentirán orgullosos de sentirlo. Soy de esos y sé como se siente. El odio es un tipo de pasión para nosotros, hasta una pasión válida y romántica, revolucionaria. Nos sentimos mejores soldados de nuestras causas por tener esta pasión, que parece linda y buena, poética, pero en el fondo, la llama, el piloto, es el odio.

El odio es algo que te corroe por adentro. Muchas veces puede ser iniciado y apoyado con todos los buenos fundamentos del mundo, lo cual no lo hace menos corrosivo. Puede servir para encender una llama contra una injusticia, pero no es un buen combustible a largo plazo. Destruye todo envase que lo contenga.

Algunos dirán que hay quienes deben ser odiados, que hay razones para odiar y asuntos que odiar. No lo niego, hay gente, sucesos y situaciones en el mundo de hoy, que merecen todo nuestro odio. Pero quizas deberíamos cambiarlo por un sincero dolor. Muchas veces odiamos porque es más fácil. Sentir dolor no le gusta a nadie. La violencia verbal, los ataques, el extremo sarcasmo, son vías mas fáciles de tomar. El odio es mas fácil.

El odio es contagioso. Se transmite muy rápidamente. Algunos piensan que es Facebook o Twitter, las redes sociales, las que están sirviendo para hacer convocatorias, para que la gente se una y proteste. Eso es como negar la historia del mundo. Siempre ha habido convocatorias, marchas y protestas en todo el mundo, en toda su historia, desde antes de internet, desde antes del teléfono. Lo que mueve al hombre no es internet, sino lo que hay dentro de su corazón. Y lamentablemente, uno de los conectores que mas une ultimamente, es el odio. El odio une y convoca.

El odio es fomentado, fogoneado, despertado, desde muchos lados. Hay personas que lo promueven, que lo incitan, que lo llaman, que lo necesitan, incluso, para sus negocios. Lo que hace a sus negocios marchar viento en popa, es el odio. Aún en los medios actualmente hay muchos periodistas que son fomentadores del odio. No entienden la responsabilidad que tienen como comunicadores de ser vehículos de la paz y el entendimiento. Pero el odio vende, el odio es comprado y el odio termina siendo indispensable para la vida de mucha gente. Entonces el odio sale en la tapa de los diarios y en los editoriales gráficos y radiales.

Vuelvo a repetirte a vos que lees y te decís a vos mismo que vos no odias. Hay que ser mas profundos y autocríticos, porque es muy fácil decir quien está errado allá afuera, sin pensar en quién y cómo es realmente uno mismo y qué siente en el fondo.

La hipocresía es una gran aliada del odio. Es muy claro esto cuando queremos condenar el odio, con más odio!!. Combatir fuego con mas fuego. El grito con mas grito. Es paradógico y triste. Es patético. Vemos que alguien odia, y todas las herramientas que usamos para denunciarlo y combatirlo, están teñidas de odio. La catarata de insultos que usamos, denotan que estamos usando el odio como la fuerza contra el supuesto mal que decimos combatir.

Argentina hoy, por las razones que sean, se ha convertido en un lugar de muchísimo odio. Y recién estamos empezando. Lo que veo es que si no nos decidimos a parar este odio, algunas cosas que no queremos que pasen, pueden llegar a pasar. Tenemos un pasado que nos puede mostrar lo que el odio puede hacer. A veces nos preguntamos cómo se llegó a tanto. Pues fue el odio.

El odio está en todos lados, es el autor de la violencia en las calles, en las canchas, en los trabajos, en los sindicatos, en el gobierno y hacia el gobierno, en los diarios, en los periodistas y en las radios, y también en nosotros, en Facebook, en Twitter, en los comentarios bajo las notas en los diarios de todo el país. El odio no debe ser subestimado. Y lo está siendo. Pueden decir que no existe, pero yo tengo cientos de miles de pruebas, porque ahora que todo el mundo escribe en algún lado, las pruebas me sobran.

Hay vida mas allá del odio. Muchas veces cuando uno se queda sin odio, parece que se quedase sin combustible. Es como un gran “¿Y ahora qué?. Pareciera que no hay otra posible fuerza para empujar nuestras demandas y denuncias. Pero Argentina tiene muchos ejemplos de personas que han luchado en toda clase de causas, sin odio. Y por eso han llegado hasta hoy con sus luchas y han obtenido muchas victorias. La principal, en ellos mismos. No han sido conquistados por el odio. Es notorio el hecho que muchos de nosotros admiramos a algunas de esas personas, pero para nada los imitamos.

Bueno, espero no haberlos aburrido mucho. Dice una canción que si uno quiere cambiar el mundo, debería mirarse en el espejo y cambiar primero a sí mismo. Si yo no quiero ver odio en el mundo, el primer lugar para sacarlo, es de adentro mío. Eso es lo que he estado tratando de hacer. No es fácil. El bombardeo y la incitación al odio en este país, y en el mundo, es constante. La mas mínima de las diferencias es exaltada y fomentada hasta el infinito, como una excusa mas para separarnos y terminar como la sociedad que describí al principio, esa en la que su gente vive odiando y siendo odiada.

Odiar es mas fácil. Por eso es la primera y mas aceptada reacción.

La supuesta sana y justa bronca que sentimos, la indignación que es esa alarma que nos ayuda y nos empuja a pelear contra las injusticias, se convierte muy rápido en odio. En especial si seguimos y seguimos fomentando el mismo tema y no le damos un cierre.

Este medio se ha convertido en una plataforma para el odio. Y pocos van a reconocerlo, porque hay otra cosa que es aún mas fácil que odiar, apuntar a los demás. "Ellos provocan el odio, ellos hacen cosas que ME lo provocan". Pero la verdad es que nosotros somos responsables de NUESTRAS reacciones. Yo reacciono porque quiero yo, no por lo que hacen los demás. Y se trata de mí, soy yo el que no quiere mas odio ni tanta sana bronca disfrazada.

Y te digo mas, cuando se termine o se vaya la persona que tanto odiamos, vamos a buscar otra cosa u otra persona para odiar. NO se termina nunca!. Además, nunca vamos a vivir en un lugar donde todo esta perfecto, todo es como nosotros queremos. Ultimamente veo que en realidad, a veces somos como chicos caprichosos que patalean porque las cosas no son como queremos. Ojo, porque entre lo que realmente queremos y las supuestas utopías tan lindas que nos impulsan, hay una gran diferencia.

Esta nota sobre el odio les va a caer a muchos como un aviso contra el cigarrillo, todos sabemos que hace mal, pero nos gusta fumar igual.»

El texto anterior de mi amigo Gustavo Sassano, desde Argentina, me hizo reflexionar, entre otras cosas, acerca de la importancia de la autocrítica; de lo pertinente en el hábito de detenerse, de tomarse un espacio consigo mismo, para verse en el espejo e intentar sopesar y juzgar lo que ahí se contemple, lo cual es la clave para entender nuestra más íntima realidad: uno mismo.

En el punto donde yo me encuentro en mi propio recorrido aún no alcanzo a justificar una generalización sobre lo que la Humanidad es, o no es. Mis intentos anteriores para caracterizar al ser humano en general han fracasado ante lo ya no tan insólito de su diversidad. Encuentro que mis filias y fobias provienen en gran parte de la cultura local a mi alrededor, la cual ya me parece estrecha y miope. Quizá amamos y odiamos cosas más o menos similares, pero a la vez sigo sorprendido por las miras e intereses tan disímiles que encuentro en la siguiente persona que conozco o con quien de nuevo tengo oportunidad de platicar, aun dentro de un círculo reducido en la sociedad.

La realidad que nos presenta nuestra cultura local constituye un límite tanto para nuestra concepción del mundo como para nuestro propio auto-concepto. Las categorías mentales impuestas por nuestro ambiente quizá han hecho ya surcos proteínicos en nuestro cerebro y entonces acaso pensar a manera de círculos infinitos sea nuestro porvenir. Sin embargo, una posible alternativa permanece latente en el hábito de mejorar nuestra destreza para interpretar dicha realidad.

Cuando intento dialogar acerca del ejercicio de la reflexión filosófica, como herramienta para la auto-transformación, no deja de sorprenderme la seguridad con la que se expresan opiniones que afirman su inutilidad. Pero quizá sea esa misma seguridad en la opinión propia, una seguridad que aplasta toda duda, un ingrediente más en el caldo de cultivo de las emociones a las que nos dejamos saltar apresuradamente; el odio como un ejemplo de esas emociones; otro ejemplo es el gozo que ofrece la autocomplacencia por sentirse dueño de la razón o de la verdad.

Hay un conjunto enorme de opiniones propias listas para el examen crítico, por eso para mí la búsqueda es la acción relevante, no el arribo a una conclusión definitiva. De ahí que valoro mucho saber que haya personas como mi amigo Gustavo, que practican el auto-examen, de quien puedo seguir aprendiendo.

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