Tú estás a cargo
Es un gusto tener la oportunidad de compartir junto con todos ustedes estos momentos para recordar a Cristo y lo que Él ha hecho por nosotros. Muchas gracias por esta oportunidad.
Soy Marco Antonio Dorantes y quiero decirte que me siento muy agradecido con Dios por todas sus bendiciones, que han sido muy abundantes y esas bendiciones son:
Su Perdón,
Su Paciencia,
Su Compasión,
...es decir, todo Su Amor.
¿Habías llegado a pensar que llegarías a ser tan afortunado en la vida? Tú, que estás sentado esta tarde aquí y estas conciente de lo que estamos haciendo en estos momentos.
¿Habías pensado que llegarías a tener tanta fortuna en tu vida?
Actualmente cuando se piensa en alguien con fortuna, típicamente se relaciona con alguien que posee mucho de algo material y tangible, ya sea dinero, apariencia física, dones personales; lo único que voy a decir de tal fortuna es esto: se acaba, tarde o temprano.
Pero de la fortuna que te estoy hablando ahora, la fortuna que nos trajo a este momento, es una fortuna que no se acaba y perdura aún después de la muerte; es una fortuna que te llena por completo y que si tú la tienes entonces eres de los seres humanos más afortunados en la Tierra, pues define tu destino final.
Esta fortuna es la que Dios da por medio de Cristo; y no viene en forma de algo material o tangible, sino que viene en forma de un estado de conciencia asociado a un estado del corazón.
Es decir, lo que Dios da en esencia requiere que te des cuenta de quién es Él y elijas adoptar su opinión acerca de tu vida y de tus pecados.
Cuando yo era un jovencito de 20 años, quien ahora es un amigo querido pero que entonces solo era un compañero de la universidad, me hablo de estudiar la Biblia.
En ese año recién había ganado el premio de ciencias en la escuela, había ganado otros premios en los deportes y por si fuera poca leña para mi arrogancia, yo creía que ya estaba salvado. Así que le contesté “Muchas gracias Arturo, ya lo estoy haciendo”.
Gracias a que Arturo insistió, conocí a Flavio y a otros que exhibían un carácter peculiar, un carácter con el cual decían “no estoy de acuerdo” con el pecado en sus vidas y luchaban por cambiar su manera de pensar y vivir.
Mi primer conversión fue entonces darme cuenta de dónde, de veras, estaba delante de Dios. Y digo “mi primera” pues a lo largo de los años de mi vida en Iglesia, he observado que se trata de conversiones sucesivas, cada una con la misma intensidad y con efectos demoledores sobre mi estado de conciencia previo.
Cada conversión ha traído esa sensación de “quitarme una venda de los ojos”, es el paso a otro estado de conciencia más amplio, es darse más cuenta de quien es Cristo y lo que ha hecho por nosotros.
Mateo 7:21-23
¿Cómo se da uno cuenta? Pues son muchas cosas, tienes la Biblia, tienes el Espíritu Santo, tienes la práctica de la auto-observación, tienes la historia de la Iglesia –de la Iglesia primitiva durante el primer siglo y siglos posteriores, y la historia de nuestra Iglesia, principalmente tienes el deseo personal de darte cuenta, a partir del punto donde sabes que tú estas a cargo de tu salvación, etc.
¿De qué me he dado cuenta? Por ejemplo, cual es el papel que juega el sufrimiento en mi relación con Dios, cuan inseparable es la relación que Dios quiere con la Iglesia, etc. No veo caso para ahondar en mis detalles en este momento, pues es algo de tiene que pasar en la vida de cada uno; cada uno se da cuenta, yo no puedo darme cuenta por ti. Recuerda que tu estas a cargo de tu salvación.
En nuestra sociedad parece haber una creciente búsqueda de la comodidad, que todo nos lo den digerido, que no haya porque esforzarse.
Me parece que en este caso especialmente no es así, me parece que cada uno está a cargo de su salvación, cuídala.
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